Ni Renacimiento ni crisis, los augurios para México en 2018
Por Dr. Juan González García
Como cada inicio de año, los anhelos, metas, aspiraciones, deseos e ideales se renuevan. La mayoría de las veces, por sistema, por default o por cultura; otras tantas, porque verdaderamente hay la intención de comprometerse y hacer algo y asumir una actitud activa más que pasiva. El futuro tiene la cualidad de siempre poder moldearse a nuestros propósitos, siempre y cuando hagamos algo para alcanzar dichos propósitos.
Como individuos y familias, sabemos que la vida es un continuo de decisiones que van moldeando nuestro desempeño y que, dependiendo del análisis de las decisiones que hagamos, obtendremos o no lo que queramos. Así de lógico y simple es el asunto. La ventaja en el caso de las decisiones individuales y familiares, es que sabemos de nuestras condiciones, límites y del conjunto de restricciones con las que contamos y que debemos tomar en cuenta para ordenar bien nuestras decisiones.
El asunto se vuelve más complejo cuando pasamos del nivel micro al macroeconómico, en esa escala, las decisiones de tipo económico, político, social o de otros asuntos se eleva a una potencia n. No es fácil la toma de decisiones, aunque, dependiendo del tipo de instituciones en las que se tomen dichas decisiones, éstas estarán más o menos consensuadas, dependiendo de si estas instituciones son democráticas o no, ya que en las primeras, las decisiones, si bien no son horizontales totalmente, sí es posible esperar que gocen del consenso.
Todo lo anteriormente escrito viene a colación por el hecho de que, para México país, existen dos tipos de augurios, formulados principalmente por los propios actores económicos, políticos y sociales nacionales, más que por los actores del exterior. El primero, hace alusión a que 2018 se presenta como el año que marque el renacimiento nacional, derivado del hecho de que el proceso político electoral en el que estará envuelto el país, dejará su impronta en el devenir futuro. El segundo augurio es aquel que ubica al país dentro de un escenario de crisis, en el que los desequilibrios económicos, políticos y sociales, estén a la orden del día.
Desde mi punto de vista, ambos augurios están fuera de toda realidad, ya que, por la historia económica, política y social del país, al menos en las últimas tres décadas, no se han conjuntado los elementos para que se presente o uno u otro escenario. Esto lo afirmo sin desconocer que en 1994-1995 el país enfrentó la segunda crisis económica más seria y la que le costó a la población la pérdida de patrimonio y de estabilidad laboral y que sumió al país en una situación que le costó años superar.
Si bien las condiciones sociales, políticas y económicas no son las mejores, creo que el país está lejos de un escenario de crisis. Obviamente hay temas que laceran a la población como la inseguridad, desigualdad y pobreza, que están descomponiendo el tejido del organismo social como nunca antes se había visto; en lo económico, el mediocre crecimiento económico del último sexenio (2012-2018) y décadas, impide una mejora en las condiciones materiales de existencia de la población y de la estructura productiva del país; y en lo político, el desgaste que el sistema de partidos presenta hace cada vez menos viable que la democracia participativa genere el mejor modelo de gobernanza.
Tampoco estamos próximos a un renacimiento del país, porque luego de poco más de dos siglos de vida independiente, el país ha creado el andamiaje institucional que, ciertamente aunque con muchas fallas, soporta los vaivenes y apetitos de las fuerzas vivas, que sexenio tras sexenio, año tras año, se empeñan en cercenar los recursos económicos y naturales con los que cuenta el territorio y la población en las escalas municipal, estatal, regional y nacional, para el beneficio y disfrute de algunos cuantos, por cierto, cada vez menos cuantos.
Lo que sí se puede esperar y sería deseable que así sucediera, es que, nosotros todos, la población: individuos y familias, tomemos las mejores decisiones, las más lógicas, pensadas racionalmente, objetivas y ojalá no sometidas a presión alguna de individuo, grupo, institución u organismo alguno, para que nos demos la oportunidad de rediseñar al país. Esto lo podemos hacer en el marco del año electoral, como es este 2018 o bien, como una actividad derivada del surgimiento de una población responsable en los ámbitos social, económico y político, que le permita cimentar las bases de un cambio futuro de gran envergadura.