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COLUMNA: Ojo de mar
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COLUMNA: Ojo de mar

miércoles, noviembre 15, 2017 Redacción Opinión 0 comentarios 18

Guiones a cuatro manos

Por Adalberto Carvajal

En una plática con Roberto Fiesco, conductor de Cinema 20.1 de TV UNAM, el pasado jueves 9 de noviembre, Leonardo Padura habló de cómo se formó su gusto cinematográfico y, con él, su oficio como guionista, al tiempo que se preparaba como periodista y escritor de cuentos, novelas y ensayos.

Padura, quien ese mismo día que se transmitió el programa con el tema “El Guión en el Cine” recibió de manos del rector de la UNAM el Doctorado Honoris Causa junto a otros diez académicos mexicanos y extranjeros, cumplió en su visita a México una apretada agenda de entrevistas y conferencias sobre su obra narrativa y la problemática cubana.

En su charla en la televisión universitaria, dejó a un lado su producción literaria e intelectual que destaca por su visión crítica a la situación social en la isla, para hablar de su relación personal con el cine y el oficio de guionista que comparte con su mujer desde hace cuatro décadas, Lucía López Coll.

Y siguiendo lo que reseñamos en una entrega anterior, Padura contó que el encuentro con el realizador francés Laurent Cantet -conocido en Estados Unidos por haber dirigido Foxfire (2012), la historia de una pandilla de jovencitas en la Nueva York de los años cincuenta- se dio gracias a la literatura:

“Él había leído La novela de mi vida (2002) que, por cierto, tiene una relación con México porque el poeta cubano José María Heredia (cuya historia se narra en el libro) murió aquí a principios del siglo XIX. Y en esa novela hay un pasaje que se le quedó en la mente a Cantet: una reunión entre un grupo de amigos en una azotea de La Habana”.

Alguien los presentó en París, y a Padura, el director de Bienvenidas al paraíso (2005) le pareció “un tipo absolutamente normal que anda en motocicleta por la ciudad, un gran ser humano”.

De pronto, estando Padura en España para presentar su novela El hombre que amaba los perros (2009), “que recoge su exilio mexicano y el asesinato de Trotsky, me propusieron hacer una película con varios directores” que terminaría siendo Siete días en La Habana (2011).

“Agotado tras cinco años de investigación y escritura, quería separarme de Ramón Mercader (el español que asesinó a Trotsky y acabó viviendo en Cuba) pero les puse una condición a los productores: que trabajara conmigo mi esposa Lucía porque soy sumamente inseguro con lo que escribo y, con lo que escribo para el cine, más”. Y ella es el faro que guía su travesía literaria.

Cuando los productores hablaron con Cantet para ver si estaba interesado en dirigir uno de los segmentos, él puso a su vez otra condición: “trabajar conmigo”. Laurent “filmó un casting con varios actores con ese primer libreto. Y, al final de cuentas, me dice que esa historia merece un largometraje. Ahí empezó la aventura de buscar productora”.

Cantet le pidió una historia que transcurriera en una sola noche y en una misma locación. “Así que me puse a ver películas que ocurren en un espacio de tiempo determinado, y con los personajes encerrados como en El ángel exterminador de Buñuel”.

Regreso a Ítaca (2014) se rodó en 15 días en una azotea de La Habana. Y para Leonardo Padura “es un documento, además de película premiada en Biarritz y Venecia, importante para entender a una generación de cubanos, que es la mía”.

Perugorría es Conde

Cuatro estaciones en La Habana (estrenada el año pasado en Netflix, bajo la dirección de Félix Viscarret) anduvo rodando como proyecto unos 15 años. Muchos directores europeos se mostraron interesados en llevar a Mario Conde a la pantalla, de la misma manera en que se habían filmado seriales de otros detectives de la actual novela negra, como el inspector de la policía sueca Kurt Wallander, concebido por Henning Mankell.

Pero la idea nunca se concretó hasta que unos productores alemanes “compraron los derechos y comenzamos a trabajar, pensando desde el principio que el protagonista debía ser Jorge Perugorría, el rostro más conocido del cine cubano, pero que también es él mismo un personaje muy cercano a Mario Conde”.

A pesar de que el histrión aparece tanto en uno de los cuentos de Siete días en La Habana como en Regreso a Ítaca, los lectores de la novelas del ciclo de inmediato se dan cuenta que Conde no se asemeja físicamente al actor que se hizo famoso en Fresa y Chocolate (1993).

Y eso “ha sido un conflicto” con los fans. “A Perugurría hay gente que le ha dicho en su cara que no se parece a Mario Conde. Pero lo da muy bien en su esencia. Jorge es un cubano esencial. Y buena parte del éxito de la serie se debe a la elección de Pichi como protagonista”.

Los productores le pidieron a Padura que hiciera uno de los guiones de la primera entrega de la serie para buscar financiamiento. “Lo escribimos con Lucía, y cuando empezamos a llevar al lenguaje del guión cinematográfico la novela Vientos de cuaresma (que es el segundo libro de la saga pero los productores querían que fuera el primero de la serie), descubrimos que de cinematográfica la novela no tiene nada”.

Las suyas, dice, “son novelas muy literarias, muy palabreras, porque el verbo es esencial, el adjetivo es fundamental, y el pensamiento de Mario Conde lo tamiza todo. Todo está visto por los ojos, la sensibilidad y el pensamiento de Conde.

“¿Cómo traducir eso al cine? Siempre el paso de la novela al cine es un salto mortal, porque hay un cambio absoluto del lenguaje, de uno en donde la palabra es esencial a otro en el que la palabra es funcional, porque es la imagen la que decide en el cine.

“Lucía fue la única capaz de desnudar las novelas, crear una estructura cinematográfica, tomar una cierta distancia que a mí me resultaba imposible, para poder transformar las novelas en guiones de cine. Incluso aportó historias que no estaban en las novelas pero que funcionaban bien como guiones de cine. Y creo que el resultado fue bueno.

“Después de dos años de estar trabajando en el guión, los productores me dijeron: ‘ya que te escribiste el primero, para conseguir el dinero es mejor tener dos’, y luego dijeron que sería mejor, para acceder al financiamiento, tener también los guiones tres y cuatro, porque así se mostraría que hay una cierta unidad. La tiene, de hecho. Creo que la serie logra ser una gran historia contada en cuatro capítulos”.

Finalmente, Roberto Fiesco le preguntó a Leonardo Padura si hay que leer primero las novelas antes de ver la serie:

“Habría que hacer las dos cosas: leer las novelas y ver la serie. Y después entenderlas como dos miradas de una misma historia. En Pasado perfecto (1991) hay una serie de historias que ocurren en tiempo pretérito y que son fundamentales para la novela. Pero el productor me dijo: lo que ocurre antes, no; no tengo dinero para el pasado”.

Entonces, las novelas y los episodios de la serie “son dos maneras distintas de ver la misma historia, en un caso con la densidad de la literatura y, en otro, con la plasticidad del cine”.

Mi correo electrónico: carvajalberber@gmail.com

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