¿Qué lugar es éste?
Por Jorge Vega
Supongo que es posible seguir escribiendo una vez que desenterraron el horror en el Rancho Izaguirre de Teuchitlán, Jalisco. Que de algún modo seguiremos viviendo, como hicieron los sobrevivientes de los campos de exterminio alemanes, aunque ya no seremos los mismos.
Jalisco es uno de los estados más católicos en el país, cuna del movimiento cristero, junto con Zacatecas. Sin embargo, no hay religión que alcance a frenar nuestros demonios cuando la codicia y el miedo se apropian de nuestro espíritu.
¿Cuántos pares de zapatos más deberemos apilar antes de abrir los ojos, de entender que la vida es una misma, que todo está conectado, que lo que quitas, te quitas; y lo que das, te das, como nos viene diciendo Jodorowsky desde hace años?
En su poema Hierba, Carl Sandburg nos habla de la capacidad que tienen el tiempo y la naturaleza para cubrir y sanar las heridas: “Apilen alto los cuerpos en Austerlitz y Waterloo. / Cúbranlos con tierra y déjenme trabajar / soy la hierba, yo cubro todo. / Apílenlos también en Gettysburg / en Ypres y Verdún. / Cúbranlos con tierra y déjenme trabajar. / Dos años, diez años, / y los pasajeros preguntan al conductor: / ¿Qué lugar es éste? / ¿Dónde estamos ahora? / Soy la hierba / déjenme trabajar”.
¿Se cansarán algún día los empleados de la muerte, de la nueva y vieja generación? ¿Entenderán la oscuridad, el karma que están apilando en sus descendientes, hasta la tercera generación, como advierte la Biblia?
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