¿Por qué las vacas digieren los pastos y los humanos no?
Por María Isabel Carrillo Díaz*
“Si fuéramos como las vacas, podríamos salir al jardín y tomar nuestro desayuno ahí mismo de los pastos sin pagar en la cafetería, pero no tenemos lo necesario para que eso pase”.
Esto dijo uno de mis profesores de la preparatoria durante alguna de sus clases, no recuerdo exactamente el tema que estaba presentando, pero esta premisa ha permanecido en mi mente desde entonces. Pensé en los beneficios que tendría si esta idea se hiciera realidad. Nos nutriríamos de las fibras que contienen las plantas, aunque en la realidad ocurre algo distinto.
Años después me encontré a un compañero de la preparatoria (que estaba en esa misma clase), tenía sobrepeso en aquel entonces, pero ahora lucía más delgado. No pude dejar de preguntar qué había hecho para bajar de peso. Él respondió – comía cereal alto en fibra cuando me daba hambre -. Siguió la idea del profesor, pero de forma inversa para obtener un beneficio distinto: consumir un alimento alto en fibra que le producía saciedad, pero que no le aportase energía y así perder peso corporal. Entonces, ¿por qué las vacas digieren los pastos y los humanos no?
Si alguna vez te has hecho esta pregunta, podría decirse que la respuesta es bastante compleja, ya que obedece a varios factores que intervienen en este proceso biológico. Empecemos por mencionar que las vacas son parte de un grupo de animales denominados rumiantes, que tienen la característica de convertir los pastos y forrajes en energía para poder vivir. En el planeta existen otras 77 especies de ellos, incluyendo las ovejas, las cabras y los búfalos. Todos ellos realizan el proceso de “rumia”, es decir llevan a cabo la remasticación de los alimentos ingeridos que ya fueron sometidos a un proceso de fermentación bacteriana en su estómago. Exacto, ¡por eso se llaman rumiantes! El proceso de rumia incluye desmenuzar nuevamente el alimento, con la ayuda de la saliva que producen en gran cantidad, tiene alta cantidad de un compuesto llamado bicarbonato que ayuda a que el pH del rumen (una parte de su estómago) se mantenga estable durante este proceso. De esta forma se puede disminuir el tamaño de partícula del alimento, favoreciendo su degradación cuando es deglutido y va nuevamente al estómago del animal.
Además, estos animales tienen un sistema digestivo distinto de los humanos, ya que es habitado por muchas especies y tipos de microorganismos los cuales tienen un papel muy importante en la degradación de las pajas y otros materiales fibrosos que los humanos no podemos digerir.
Para entender mejor la función de estos microorganismos, es necesario hablar de un concepto denominado microbioma, que se refiere al conjunto de microorganismos que viven en un ambiente en particular, en este caso, en el sistema digestivo del rumiante. Nosotros como humanos, también tenemos un microbioma en el sistema digestivo, pero es muy diferente.
En este sentido, son varios los tipos de microorganismos que se encuentran en el sistema digestivo de estos animales (como bacterias, archaeas, hongos y protozoarios). Esta diversidad de microorganismos, junto con sus características particulares, permite una mayor acción degradadora que si se tratara de un solo tipo de microorganismo, en este caso aplica el dicho: ¡la unión hace la fuerza!
Durante este escrito quizá pienses: “pero si comemos plantas, las lechugas, espinacas o brócoli forman parte de la dieta de las personas y nos nutrimos de ellas”. Es cierto, estos alimentos aportan carbohidratos, proteínas, vitaminas, minerales, entre otros, aunque dentro de estos, existen compuestos que no podemos digerir. Y es precisamente la presencia de los microorganismos en los rumiantes que permite la degradación de estos componentes denominados lignocelulosa (presente en mayor cantidad en las pajas, ensilados o rastrojo). Este componente es el polímero del carbono más abundante en el planeta, que los rumiantes utilizan y convierten en energía y proteínas para vivir.
Pero ¿qué es la lignocelulosa y por qué no la podemos digerir los humanos? La lignocelulosa está formada por celulosa, hemicelulosa y lignina. La celulosa y la hemicelulosa son carbohidratos, mientras que la lignina está formada por otro tipo de estructuras. Y es precisamente en la celulosa y la hemicelulosa en donde actúan los microorganismos del rumen, entre ellos las bacterias Ruminococcus flavefaciens, Ruminococcus albus, Fibrobacter succinogenes, Pseudobutyrivibrio ruminis y Pseudobutyrivibrio xylanivorans, ayudando a romper los enlaces presentes en la celulosa y hemicelulosa, permitiendo la liberación de moléculas más pequeñas de carbohidratos que pueden aprovechar los rumiantes para obtener energía.
Y es este proceso lo que hace que las vacas puedan comer pasto o pajas y puedan engordar, pero si nosotros hiciéramos lo mismo no nos iría tan bien como a ellas. En este sentido, la idea de mi profesor evidentemente está lejos de la realidad, pero funcionó para captar la idea de porqué somos diferentes de los rumiantes, lo fascinante que son, y el papel que juegan dentro del equilibrio de los ecosistemas.
*Profesora e investigadora de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad de Colima
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