La Universidad de Colima (UdeC) celebra sus 85 años con un homenaje cargado de simbolismo: conceder el Doctorado Honoris Causa a Juan Villoro, una de las voces más lúcidas y entrañables de la literatura en español. Con ese reconocimiento, nuestra Máxima Casa de Estudios no solo honra a un escritor, con ello también reafirma que la cultura, reflexión crítica y palabra escrita son pilares de la educación y la vida universitaria.
En Villoro se reconoce al cronista que ha sabido retratar lo insólito y cotidiano con la misma finura, al narrador que convierte el rumor de la calle en literatura y al ensayista que cuestiona los espejismos de nuestro tiempo.
También en él se distingue a un intelectual comprometido con la sociedad, que entiende la escritura como resistencia frente a la violencia, como memoria en tiempos de olvido y como brújula en medio de las incertidumbres tecnológicas. Su agradecimiento humilde -ese “inmerecido Honoris Causa” que definió como estímulo y no como logro consumado- es quizá la lección más elocuente de la jornada: la literatura no es un punto de llegada, sino un camino en perpetuo movimiento.
La ceremonia, arropada por la comunidad universitaria y las autoridades, recordó que los doctorados honoríficos no son meras distinciones protocolarias, sino mensajes sobre los valores que guían a la institución.
Reconocer a Villoro es reafirmar que el conocimiento no se limita a laboratorios ni aulas, sino que también se fragua en la imaginación, en la lectura y en la capacidad de contar el Mundo. Es, además, un recordatorio de que Colima, a pesar de sus heridas y retos, también es territorio fértil para la cultura.
Que Villoro forme ya parte del claustro académico de la UdeC nos interpela: ¿qué hacemos nosotros, como comunidad universitaria y como sociedad, para mantener viva la curiosidad, la empatía y el pensamiento crítico que él representa?
El Doctorado Honoris Causa entregado por la UdeC a través de nuestro Rector, Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño, es un llamado a defender la palabra como espacio común, como acto de resistencia y como posibilidad de encuentro. Porque, al final, nuestra Universidad se vuelve más grande cada vez que convierte la literatura en casa compartida.

