Sesgos estructurales en la construcción del Estado en África subsahariana francófona: una herencia que persiste
Por Goualo Lazare Flan
Este artículo deriva del proyecto de investigación titulado “Sesgos estructurales de la construcción del Estado africano poscolonial. Una aproximación desde África subsahariana francófona”, desarrollado por el autor durante el segundo semestre de 2025. Los resultados de dicho estudio fueron analizados en un artículo actualmente sometido a dictamen en la revista Humanidades de la Universidad de Costa Rica.
La construcción del Estado africano contemporáneo es el resultado de un complejo legado colonial que continúa marcando sus estructuras políticas y sociales. El presente texto reflexiona sobre cómo los modelos europeos impuestos durante la colonización dieron origen a Estados frágiles y poco representativos. Desde una mirada crítica centrada en el África subsahariana francófona, se plantea la necesidad de repensar el Estado desde las raíces culturales y comunitarias del propio continente.
El Estado moderno, tal como lo concibe la teoría política occidental, surgió en Europa tras los tratados de Westfalia de 1648, con el principio de soberanía como eje central. Autores como Hobbes, Rousseau y Weber lo definieron como la autoridad legítima que detenta el monopolio de la violencia y garantiza el orden social. No obstante, este modelo se erigió sobre bases históricas, culturales y filosóficas muy distintas a las africanas. Durante la colonización, las potencias europeas trasplantaron dicho modelo político al continente africano sin considerar sus formas tradicionales de organización comunitaria, sustentadas en la autoridad moral, el parentesco y la reciprocidad. De esta manera, el Estado africano fue concebido como una estructura impuesta, carente de raíces en la realidad social del continente. Las fronteras arbitrariamente delineadas, la centralización del poder y la adopción de modelos administrativos occidentales dieron origen a Estados frágiles, desvinculados de sus pueblos.
Con las independencias de los años 1960, se esperaba que los nuevos Estados africanos alcanzaran una autonomía real y efectiva. No obstante, la herencia colonial dejó tras de sí estructuras institucionales y patrones de pensamiento difíciles de desmontar.
Como señala Mbuyi Kabunda, muchos de estos países se transformaron en Estados mal concebidos y nacionalmente mal integrados, es decir, entidades que no lograron consolidar una identidad nacional ni una legitimidad sociológica. El poder político pasó de manos coloniales a élites locales, pero las bases del Estado permanecieron prácticamente intactas. Estas élites reprodujeron las mismas lógicas de dominación, utilizando el aparato estatal como instrumento de control más que como medio de representación. En numerosos casos, la independencia resultó ser una independencia ilusoria: el nuevo Estado no emergió de la voluntad popular, sino de una continuidad institucional que perpetuó la dependencia económica y política respecto de las antiguas metrópolis. Así, el Estado africano poscolonial se configuró como un Estado exógeno, que gobierna, pero no representa; que impone leyes sin construir comunidad; y que busca legitimidad más en el reconocimiento internacional que en el respaldo de sus propios ciudadanos.
Frente a esta crisis de legitimidad, pensadores africanos han propuesto repensar el Estado desde una perspectiva africana, con la idea de que, África no puede seguir reproduciendo modelos ajenos; debe reconstruir su institucionalidad sobre sus propias tradiciones políticas y filosóficas. Conceptos como el ubuntu -que significa “yo soy porque nosotros somos”- ofrecen una alternativa a la visión individualista del Estado occidental. En lugar de entender el poder como dominio, el pensamiento africano lo concibe como servicio a la comunidad. Recuperar estos valores podría permitir la construcción de Estados sociológicamente legítimos, participativos y culturalmente integrados. Repensar el Estado desde África implica, además, descolonizar el pensamiento político. Durante décadas, la ciencia política internacional ha interpretado la realidad africana a través de categorías europeas, invisibilizando las epistemologías propias del continente. Superar esos sesgos no solo es una cuestión teórica, sino también una condición para lograr una verdadera soberanía intelectual y política.
El desafío africano no consiste únicamente en reformar instituciones, sino en reconstruir la legitimidad desde la base social. La soberanía auténtica no se mide por la independencia formal ni por la adopción de constituciones modernas, sino por la capacidad de un Estado de representar a su pueblo, proteger sus recursos y reflejar su diversidad cultural. Hoy, África se encuentra en un momento decisivo. En medio de los conflictos internos, la desigualdad y las presiones externas, surge también una nueva generación de pensadores, activistas y líderes que buscan transformar la política desde una perspectiva endógena. Este movimiento no solo cuestiona la herencia colonial, sino también los paradigmas globales que la sostienen. Repensar el Estado africano es, en última instancia, un ejercicio de emancipación intelectual. Significa reconocer que la modernidad no es un patrimonio exclusivo de Occidente y que existen múltiples caminos hacia la democracia y el desarrollo.
África tiene la oportunidad -y el derecho histórico- de construir un modelo estatal propio, arraigado en sus valores comunitarios y en su historia de resistencia. Solo así podrá superar los sesgos estructurales que han limitado su desarrollo y avanzar hacia un futuro donde la soberanía sea una realidad vivida, no un ideal postergado.
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