ARTÍCULO: Desarrolla tu inteligencia emocional

Por Ruth Holtz
Primera parte
Uno de los objetivos fundamentales de nuestra psicoterapia es no sólo sanar y parar el sufrimiento, sino hacernos responsables del que nosotros mismos generamos con nuestras emociones por no manejarlas con inteligencia.
El término “inteligencia emocional” se popularizó con la publicación del libro del mismo nombre escrito por Daniel Goleman. Éste sostiene que una persona, aunque sea muy inteligente y capacitada, puede no lograr ser exitosa o destacar en su profesión por un detalle: su forma de ser, de responder emocionalmente al trabajo en equipo, a las dificultades y presiones, por su falta de empatía y de motivación de sí mismo. Habilidades que se pueden educar, y que a pesar de que tengamos una parte de nuestro carácter heredado genéticamente, podemos desarrollarlas para conducirlo adecuadamente y motivarnos a dominarlo para alcanzar nuestros objetivos. También afirma que, aún las personas que pasaron por vivencias traumáticas y que reaccionan automáticamente, pueden desarrollar el pensamiento que anticipe y desvíe estas reacciones. Y es que aún a estas precede un juicio que evalúa algo como “peligroso”, “como el dolor que viví”, y que anticiparse con el pensamiento a esas evaluaciones puede ayudar a evitar la reacción programada que antes no se podía parar.
Hay muchos más enfoques para atender la conflictiva emocional de la gente. Lo importante es saber que es posible el cambio, que ninguna forma de ser llegó para quedarse, que cualquier dolor padecido puede ser asimilado y superado, que se puede tomar otras decisiones. En realidad lo que necesitamos es poder aprender y utilizar las herramientas para ello y estar dispuesto al esfuerzo que implique el cambio. Cambiar es posible, algunas veces duele más, supone mayor esfuerzo de ensayo y error hasta lograr sustituir un hábito por otro. Y sobre todo decidir, querer el cambio con todo lo que traiga de consecuencias, desde los que estaban acostumbrados a nuestra forma antigua de ser y que parecieran invocar que sigamos como éramos, como renunciar a las ganancias secundarias de una forma de ser.
Entender cómo funcionan nuestras emociones, cómo atenderlas y comprenderlas, así como gestionar lo que nos manifiestan, es el camino más importante, y no sólo seguir las recomendaciones de Goleman. Independientemente de cualquier fin práctico de saber cómo reaccionar para ciertos fines y objetivos personales, es importante conocernos. Las emociones son la voz de nuestro interior. Por lo pronto son un órgano de percepción de la realidad, nos dice cualidades de nuestro ambiente y sensaciones de nuestras relaciones que si sabemos distinguir de nuestros propios estados emocionales, nos brindan información de nuestro ambiente de manera efectiva y más rápida que la que nos proporciona nuestro intelecto. Los estados emocionales son reflejo de lo que nos está pasando con respecto a algo que no hemos asimilado, dolores del pasado, evaluaciones de nuestro desempeño y afectos con respecto a nuestras relaciones, si éstas han sido de reciprocidad o si hay controversias. Pero aclarado si se trata de nuestros traumas, de nuestras expectativas afectivas, nuestros fantasmas inconscientes; otra parte es que nuestras emociones nos brindan un panorama de nuestro entorno muy útil para desenvolvernos con inteligencia. Podemos percibir la “mala vibra”, “decidir porque me late” o “como sentí que estaba enojado/a” … y así tomar las mejores decisiones, hacer lo más adecuado, manejar la situación de un particular modo. Pero esto es posible sí y sólo sí hemos trabajado con nuestros asuntos internos para no confundir el enojo de alguien con el nuestro, la vibra mala con nuestra desazón. Es decir, las emociones funcionan como la manifestación de cómo nos afecta algo
de afuera o de adentro. El chiste es no confundirlos y saber qué hacer al respecto. Porque una cosa es saber qué estoy enojado/a, por ejemplo y otra es resolver qué hacer al respecto y no sólo explotar. O inclusive cuando explotar es lo más conveniente. Para ello utilizamos la inteligencia emocional.
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