Opinión

COLUMNA: Ciencia y Futuro

El pulso del Volcán de Colima en años recientes y perspectiva de su monitoreo

Por Dra. Dulce M. Vargas Bracamontes*

¿Qué sucedió con el Volcán de Colima después de su última explosión importante en febrero de 2017?

Después de las explosiones de intensidad moderada a grande que se presentaron en esa fecha, la actividad eruptiva del Volcán de Colima disminuyó notablemente. Aunque se registraron incrementos en la sismicidad durante agosto del 2017 y a finales de ese año, salvo desgasificación pasiva, no se registró actividad eruptiva externa asociada con estos incrementos. Sin embargo, a partir de octubre y noviembre del 2018, comenzaron a detectarse de forma eventual sismos volcano-tectónicos. Este tipo de sismos suelen ser los primeros precursores de erupciones volcánicas y están asociados con el deslizamiento de pequeñas fallas que se alteran por los cambios de esfuerzos ocasionados por posibles intrusiones de magma (entre otros factores). Los sismos volcano-tectónicos continuaron registrándose durante los primeros meses del 2019 y en abril de ese año se presentó un enjambre de este tipo de sismicidad que se mantuvo hasta principios de mayo del 2019 y que, a la fecha, constituye el mayor incremento sísmico desde el 2017.

Luego, el 11 de mayo del 2019 se presentó un evento explosivo de baja intensidad considerado como la primera manifestación externa de actividad que pudo haber estado asociada con alguna intrusión magmática que la sismicidad volcano-tectónica pudo haber estado reflejando a lo largo de los meses previos. Después de la explosión menor del 11 de mayo, continuaron registrándose eventos explosivos de muy baja intensidad en los meses siguientes del 2019. Estos eventos fueron detectados mediante sismómetros, sensores de infrasonido e imágenes térmicas, siendo la primera vez que se contaba con estas 3 técnicas operando de manera continua y en tiempo real como parte del monitoreo volcánico realizado por la Universidad de Colima.

De acuerdo con las características observadas, es muy probable que el evento del día 11 mayo, y el resto de los eventos explosivos menores del 2019, se trataran de explosiones de gas de baja intensidad sin fragmentación. En vulcanología, el término explosión es utilizado para denotar cualquier erupción en la que el magma es fragmentado y eyectado desde un punto de emisión (cráter, conducto o boca) dentro de un flujo de gas. Sin embargo, los eventos registrados durante mayo y a lo largo del 2019, presentaron valores de temperatura inferiores a los 20°C, lo cual sugiere que no existió un proceso de fragmentación asociado con dichos eventos.

¿Será posible anticipar la próxima erupción del Volcán de Colima?

A la fecha, el Volcán de Colima continúa en una etapa de actividad interna baja. Pronosticar erupciones es uno de los objetivos fundamentales en el estudio de cualquier volcán activo. Tradicionalmente, la sismología ha sido la principal herramienta empleada en la búsqueda de señales precursoras de erupciones, pues durante el ascenso de magma y gases en el interior de un volcán, se registran diferentes señales sísmicas que acompañan a los diversos procesos volcánicos asociados. Actualmente, como parte del monitoreo sísmico que se realiza para el Volcán de Colima, se da seguimiento no sólo al conteo de las señales sísmicas detectadas y sus correspondientes localizaciones; también se ha implementado el análisis de ruido sísmico para la detección de cambios en las velocidades sísmicas que, pueden originarse por cambios en las velocidades del medio o cambios en la posición de la fuente, los cuales nos indicarían transiciones en la actividad volcánica. Por otra parte, se da también seguimiento a las características espectrales de las señales sísmicas, es decir, a las variaciones en las frecuencias que constituyen las señales una vez que éstas han sido descompuestas mediante conocidos algoritmos como las transformadas de Fourier y ondeletas; que permiten seccionar los datos en pequeños componentes en escala frecuencia-tiempo y analizarlos cada uno por separado, con la ventaja de que las ondeletas permiten analizar datos que presentan discontinuidades o picos.

El monitoreo volcánico implica la observación y el análisis desde diferentes técnicas geofísicas que brinden un panorama adecuado de la actividad volcánica y que ayuden a identificar el nivel de actividad base de un volcán, así como posibles cambios que puedan indicar transiciones hacia etapas eruptivas. Por esto, lo ideal es contar con otras observaciones adicionales a la sismicidad, como lo son el monitoreo de la evolución de los gases, determinar la presencia de deformación en el edificio volcánico o la existencia de anomalías térmicas, entre otras variables. Aunque ya contamos con todas estas herramientas para el monitoreo del volcán, algunas de ellas se encuentran en proceso de fortalecimiento tras la adquisición reciente de nuevos equipos, que seguramente contribuirán a realizar un diagnóstico más preciso del pulso de nuestro volcán y junto con el resto del actual sistema de monitoreo, permita el adecuado planteamiento de los posibles escenarios eruptivos en el corto, mediano y largo plazo. Resta mantener la vigilancia volcánica constante, pues solamente así será posible detectar algún cambio que pudiera anunciar que el Volcán de Colima está de regreso, listo para retomar su papel del volcán más activo de México.

*Investigadora por Mexico CONACyT, comisionada al Centro Universitario de Estudios Vulcanológicos de la Universidad de Colima.

**Parte de este material se elaboró junto con la Lic. Istria López Vega, egresada de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Colima y fue presentado en la Reunión Anual de la Unión Geofísica Mexicana en noviembre de 2022.

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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