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COLUMNA: Cotidianidad

La prisión del odio

Por Karla Aliset Morfin Arredondo

Dos hombres habían compartido una injusta prisión durante largo tiempo en donde recibieron todo tipo de maltratos y humillaciones. Una vez libres, volvieron a verse años después. Uno le preguntó al otro:

– ¿Alguna vez te acuerdas de los carceleros?

-No, gracias a Dios ya lo olvidé -contestó-, ¿y tú?

-Yo continúo odiándolos con todas mis fuerzas -respondió el otro-.

Su amigo lo miró unos instantes y luego dijo:

-Lo siento por ti si eso es así, significa que aun te tiene preso.

¿Te sentiste identificado con la historia? Deja de odiar las cosas que no puedes cambiar por ti mismo, porque esas son las cosas que realmente te hacen ser tú.

El odio es un sentimiento bajo de rencor y repulsión a lo extraño, a lo que no nos gusta, a lo que puede agredirnos en una situación de indefensión.

Cada que odias es una rendija que dejas abierta para que se escape la felicidad. Porque cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros.

No permitas que el odio te ate al pasado e impida a avanzar. El odio te destruye el alma, te envenena el corazón, te roba la felicidad y te sumerge en un Mundo de rabia y de dolor. Recuerda que nada ni nadie es más importante que tu paz interior.

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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