Cultura

COLUMNA: Divagaciones de una mente sin reposo

Mario Chávez nos entrega la luz con “Cofradía de volcanes”

Por Sugey Navarro

Solemos perdernos en la repetición de lo indispensable, andamos entre la cotidianidad de nuestro entorno, en la búsqueda principal de cumplir con nuestras tareas diarias. A veces, hace falta que alguien llame nuestra atención para que veamos más allá de lo obvio y nos diga: te entrego a ti esta pausa este momento para reconectar con todo lo que hay detrás de las calles pavimentadas y los autos y los semáforos que conforman la ciudad. Eso hace Mario Chávez*, quien, sin reservas, nos entrega la luz capturada por su lente, con la objetividad del ojo ajeno, pero también con el cariño de quién ama esta tierra como propia. Nos contagia el espíritu de aventura, el ansia de descubrir con curiosidad de niño, pero con todos los años de experiencia en el camino de la fotografía.

Me permito integrar un poema de Víctor llamado “Hierbas. Habla Miró:”, no tanto por la abstracción de la obra invocada, sino por la atención en el detalle, en ir más allá de lo panorámico y lo evidente; y más, por la interpretación en las palabras del poeta, cuya escritura siempre contuvo esta misma calidad de lo que es “Fiel a la tierra”:

Es una suerte

estar en el campo

en espera de comprender

una brizna de hierba

¿Por qué despreciarla

si es tan hermosa

como un árbol

o una montaña?

Se busca y se pintan

árboles o montes

sin escuchar la música que emanan

las piedras

las flores diminutas

las briznas de hierba

Albergada en la pinacoteca universitaria desde el 12 de Agosto de 2022, la exposición “Cofradía de volcanes” cuenta con una organización en que las fotografías se agrupan en conjuntos enmarcados con el título propuesto, como si de se tratara de archipiélagos. Desde “Cuerpo volcánico”, esa primera parada, nos incorpora a la dinámica del recorrido, al quedarnos no solo como espectadores de cada una de las piezas como objetos individuales, sino al invitarnos a “leer entre líneas” la interconexión de esas estampas diversas, que conforman también otra nueva obra; así cada grupo implica una “estación de viaje” en este recorrido.

Quienes vivimos en Colima, sabemos que es suficiente dar unos pasos desde el punto en que nos encontramos, para ver las imágenes dignas de postal, los cerros reverdecidos por la lluvia o los volcanes. Mario lo sabe y entonces decide ir más allá: ingresar entre el verdor, la arena entre las faldas del volcán y la lluvia convertida en vida: navega entre paisajes que van desde la selva baja hasta los bosques de coníferas. Provoca escuchar el latido de la tierra y su dualidad de fuego y agua en distintas manifestaciones.

En “Ruta de evacuación” nos recuerda la normalidad con que se vive en los alrededores de la zona volcánica, del rugido siempre latente, del temblor en ciernes; lo que otros conocen como riesgo y la comunidad abrazado con la calma de los siglos. En el que mi imaginario reconoce como Río de la lumbre, pero podría ser cualquier punto listo para recibir el paso de la lava, no retrata la distancia la grieta, se adentra; nos lleva de la mano de ser observadores a ser materia, piedra caliza, calma, la piedra que fue abrazada por el fuego.

“Memoria de lo que ella no es” es el poema de la vida que vuelve a nacer donde parece que sólo queda la huella del abandono: una campana en medio de la nada, rocas cubiertas de bosque, el ecosistema arropando el silencio, reclamando pacíficamente todo lo que ha sido suyo desde el principio. “Ciclos” toma los elementos de la naturaleza que concebimos de una forma universal, y los traduce a la versión colimota; y pone el ojo en cómo interactúan sus habitantes con tales componentes.

El entramado de los bosques y la espesura en las fotografías que componen “Extraña memoria” nos hace sentir el frío de las partes más altas de Colima, tiene la cualidad de onírico. Me propongo soñar con esa composición que resulta hipnótica y hasta relajante. Con el último conjunto a color, nos anuncia la salida, no sin antes hacer una pausa en los contrastes blanco y negro de “Naturaleza minimalista”, “El nevado y el de fuego” y “Elementos de cambios” que incitan incluso a cambiar el ritmo de la respiración, a la contemplación en la que es partícipe también esa parte inconsciente, como cuando se busca encontrar figuras en las nubes o las sombras.

Las artes siempre se relacionan entre sí y es así, que esa noche de apertura concluyó entre el brindis y la degustación en que Brenda Rosales hizo a un poema gastronómico al traducir el amor que Mario Chávez profesa por esta tierra, al proponer pequeños bocadillos de: bizcocho de café remojado con espresso, cn crema de calabaza en tacha, frambuesa, coronada por palanqueta de pepita de calabaza y girasol, con un toque de sal de grano y hojita de menta.

Aunque la exposición estará unos días más disponible en la Pinacoteca, me resulta inevitable resaltar la voluntad de compartir y conectar que reina no solo en su obra, sino en la charla previa que tuvo lugar en la inauguración de la exposición. En ella, el autor nos dio un recorrido –de forma amena, clara y sensible– por los distintos proyectos que ha desarrollado o tiene en proceso, confirmando la constancia y dedicación a esta disciplina, no sólo en la preparación y práctica constante, sino también en esta humildad y vocación de contar lo aprendido; cabe acotar que se encuentra en disposición de organizar visitas guiadas. Y en definitiva, que quedamos a la espera de futuros proyectos con tal sensibilidad y presencia.

* https://mariochavez.io/

Blog Sugey Navarro: https://tukeynam.wordpress.com

Botón volver arriba