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Resiliencia económica
Por Alejandro Bernal Astorga
Enero suele ser un mes de dificultades económicas para algunos, ya que a los gastos adicionales realizados durante las fiestas navideñas (regalos, cenas de navidad y año nuevo), se agregan los del pago de servicios, impuestos a bienes inmuebles (predial), seguros, útiles escolares, tenencia y el holograma vehicular etcétera, por lo que es oportuno planificar las finanzas familiares y personales.
Concientizar e involucrar a la familia para ahorrar, evitar gastos innecesarios, tener un nivel de vida acorde a nuestras percepciones, así como buscar fuentes de ingresos complementarias, optimizarán nuestros recursos; vale señalar que la riqueza no solo se mide por el nivel de ingresos, sino también por los egresos.
Además, de acuerdo con el INEGI, el Índice Nacional de Precios al Consumidor en la primera quincena de enero, creció un 0.46%, alcanzando un 7.94% anual, por lo que la inflación que vivimos en esta cuesta de enero ha sido la más alta en los últimos 20 años.
Se podría asumir que la inflación es provocada desde el exterior y ajena a lo que sucede en México, pero la de tipo subyacente (no considera precios de productos agropecuarios, energéticos y servicios volátiles por conflictos bélicos, escasez de suministros, desastres naturales o problemas logísticos) también se incrementó en un 0.44% en este mismo periodo, alcanzando un 8.45% de tasa anual. Por tanto, la inflación que nos afecta se alimenta de factores internos y externos.
Cuando los ingresos de las familias no son suficientes para satisfacer sus necesidades, recurren al crédito, sin embargo, en el contexto económico actual, no es la mejor opción.
Cuando la inflación crece, los bancos centrales de cada país aumentan la tasa de interés de referencia para contenerla. Esto hace que se incremente el costo del dinero, que bajen los niveles de consumo, de demanda y que los precios tienden gradualmente a disminuir.
Si bien esta medida tiene efectos positivos porque evita que se afecte el poder de compra de la población, también tiene efectos colaterales como, el encarecimiento de créditos de nómina, personales, hipotecarios, automotrices y de tarjetas de crédito.
Especialmente en este contexto y si nuestra situación económica lo permite, la liquidación o reducción de deudas debe privilegiarse para no pagar intereses o comisiones que afecten nuestras finanzas; el monto de los créditos contraídos no tendría que superar el 33% de nuestros ingresos, para no incurrir en un impago o mermar nuestra capacidad para afrontar imprevistos. Después de todo, nuestra estabilidad y salud mental, bien lo valen.
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