COLUMNA: Paracaídas

Las manos de Daniela
Por Rogelio Guedea
para mi sobrina Daniela Bayardo Meillon
A Daniela la vi prácticamente nacer. Es hija de mi primo hermano Yeto Bayardo y de Pity Meillon. Es más o menos de la edad de mi hija Kiki, con quien ha tenido siempre gran cercanía. En realidad mi hija Kiki, Daniela y Siena, la hija de mi prima hermana Keña, han hecho siempre un trío invulnerable. Recuerdo que desde pequeña Daniela mostró ciertos talentos que le daban notoriedad, como la gimnasia, que la practicó de manera destacable. Pero sin lugar a dudas es en el piano donde nos ha sorprendido con su virtuosismo. Desde poco antes de los cinco años, y por influencia de su hermano mayor, que lo practicaba, Daniela se impuso para empezar a aprenderlo. De entonces a la fecha, ha sido la de ella una carrera meteórica de ascensos, reconocimientos y consolidación como concertista, apenas a sus escasos doce años. Su maestra Elena Kuzmina ha sido un enorme bastión para Daniela y nunca han sido obstáculo ni tormentas, ni días festivos, ni fines de semana, para atender los requerimientos de su pupila. Maestra y alumna consiguieron formar una mancuerna indoblegable y esto ha redundado en una cantidad de preseas que Daniela ha ganado en los últimos años, como la que ganó hace unos días en Bogotá (Colombia) en el marco del certamen de piano “Carmel Klavier Latinoamérica 2020”, donde se llevó dos primeros lugares, uno en la categoría de solo intermedio y otra en la categoría de piano concierto, premios que se suman, como he dicho, a otros más que ha ganado tanto dentro como fuera del país. Desafortunadamente, no me ha tocado verla practicar su piano, pero tengo noticias que hablan de una dedicación ejemplar de su parte: una, dos, tres horas diarias si es necesario para conseguir el nivel de destreza que, a su corta edad, la han venido consolidando realmente como una promesa prominente en la ejecución de este instrumento. Si bien me alegra mucho que sus padres la apoyen en el camino de su vocación -lo mínimo que uno puede hacer por los hijos- y que en su maestra Kuzmina, del Instituto Universitario de Bellas Artes, haya encontrado la correspondencia y la caja de resonancia de sus aptitudes, también es cierto que todo esto no le resta ni un solo merito a la disciplina, perseverancia y talento propios de Daniela, quien ha nacido con una sensibilidad merecedora de todo cuidado y todo impulso. Como el caso de Daniela debe haber muchos más, sin duda, dentro de nuestra Máxima Casa de Estudios, por eso es importante también no solo que se sigan dando a conocer por este u otros medios universitarios, como se ha hecho siempre, sino también que se reconozca por todo lo alto la labor de nuestra institución y de sus docentes para la formación no solo de talentos individuales sino para la contribución del tejido social de todo el entorno del que formamos parte. Por lo pronto, termino felicitando a Daniela por esos primeros lugares en piano obtenidos recientemente en Bogotá y espero que sea el inicio -sólo el inicio- de una carrera de grandes satisfacciones en este bello arte. Como siempre se lo digo a mi hijo, cuya vocación es la guitarra, también se lo digo a ella: que Dios bendiga sus manos.