Opinión

COLUMNA: Tejabán

Alejandro Rangel Hidalgo, maestro de la perspectiva

Por Carlos Ramírez Vuelvas

Con María Emilia Rangel

Contra la opinión de algunos de sus críticos, sostengo que Alejandro Rangel Hidalgo fue un maestro de la perspectiva estética. Sus dibujos de adolescente apasionado por trazos surrealistas (antes que por el color del expresionismo) anuncian a un geómetra de las proporciones y del punto de fuga.

Esa mirada fue valorada muy pronto por el compositor michoacano Miguel Bernal Jiménez, quien le pidió que trazara, al mismo tiempo, la escenografía de sus dramas musicales y los cortes armónicos de los vestuarios. Todo ello para apreciarse desde la isóptica de un teatro, es decir, desde perspectivas variables. 

Rangel Hidalgo sabía fijar las proporciones y los puntos de fuga para interpretar una verdad. Nótense sus colaboraciones en la arquitectura y el diseño de interior de ciertos edificios (residencias, hoteles y templos). Las atmósferas, a veces cálidas y abigarradas, a veces limpias y dinámicas, son pura perspectiva espacial.

El riesgo es aceptar que Rangel Hidalgo fue un artista notable sólo en el dibujo y la ilustración, que también lo fue. Habría que reconocer su encuentro con la Escuela de Altamira de Mathias Göertiz, durante sus estudios veraniegos en Santander, España, como principio de complejidad en su concepción geométrica de la realidad a través del dibujo.

Sus ilustraciones oscilaron entre la armonía geométrica y la retrospectiva emocional. Su amor por la nostalgia erróneamente se ha simplificado como kitsch. Es la versión moderna de una realidad trazada por formas básicas de emociones primitivas, como lo hicieron los primeros artistas que plasmaron sus impresiones en las cuevas de Altamira en el Paleolítico.

Lo demás es la historia de la estética contemporánea.

Pero su dominio de la perspectiva siguió otra trayectoria, una visión sobre la teatralidad del mundo. El Mundo: La divina comedia de Dante, La comedia humana de Honoré de Balzac, la puesta en escena por la mano misteriosa (silenciosa) de un director artístico que llamaremos Dios o destino.

Alejandro Rangel Hidalgo creía fervorosamente en ello.

Habría que remitirse a los primeros telones del Ballet Folklórico de la Universidad de Colima, trazados por Rangel Hidalgo, que nos revelan un prodigio: la luz del escenario proyecta bailarines como si fueran una misma persona. No importa el físico de mujeres y hombres, gracias a la perspectiva del artista, mientras permanecen en movimiento, son las proporciones de una misma expresión estética.  

O no: cada espectador puede proyectar sus deseos, sus alegrías, sus miedos, en los pasos de bailarines, danzando en una perspectiva casi cinematográfica. Mientras sucede la pieza, en el acto mágico del arte, encantados, mujeres y hombres proyectamos nuestras emociones. Coreografía, música y escenografía, nos revelan las complejas perspectivas de la vida.

Eso nos enseñó Alejandro Rangel Hidalgo con su obra artística. A pesar de la incertidumbre, la realidad es la suma de perspectivas (en paralaje, diría la filosofía contemporánea). Sólo un artista de la perspectiva podría revelarnos esa verdad trascendente. 

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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