La Voz del Cuerpo

Por Dra. Christine Dakin*
(Texto de la conferencia impartida en las Jornadas Académicas Universidad de Colima)
Gracias Rector Dr. Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño por su invitación, es un honor estar aquí en la Universidad de Colima para participar en la Jornada Académica con usted y los profesores estudiantes y huéspedes. Gracias a la moderadora, mi colega estimada la Mtra. Adriana León. A todos, espero comunicarme claramente, agradezco su paciencia si mi español falla.
Podemos reflejar en el comentario que nos propone el Rector que la Universidad “cambio abruptamente la forma en que abordan los procesos de aprendizaje” y “que nos ha llevado a repensar la formación profesional para enfrentar los nuevos desafíos.”
Muchos de los desafíos que enfrentamos hoy no son nuevos, pero el virus Covid los exagera, y despoja la eficacia de nuestros hábitos previos -de nuestros modos de pensar y actuar-. Si, tenemos que tomar ventaja del momento para confrontar los problemas actuales. Y a la vez necesitamos darnos cuenta de que somos afortunados de ser parte de una institución académica tal como Universidad de Colima cuya visión y misión nos ofrecen las claves y recursos a emplear en confrontar esos desafíos.
Me conmueve que la razón misma de “ser”, la identidad, de una Universidad, es de crear, enseñar y compartir un gran panorama del conocimiento del mundo que nos permite mejor vivir en él.
Esa identidad de una Universidad, según yo, tiene que abarcar todos los conocimientos -de las ciencias, humanidades, y las artes- la práctica y la teoría. Debe de crear un ambiente propicio para investigación, invención; que respeta a el trabajo de nuestros antecesores y protege el derecho de cada cual de pensar de un modo nuevo. Y, una idea más reciente, la Universidad tiene que aceptar una responsabilidad a su comunidad dentro de lo cual existimos y desde lo cual surgimos.
Esos digamos ‘principios fundamentales’ de la Universidad, sus metas, nos sirven de guía para entender los nuevos retos, y ser capaz de formar una clase de persona que posea lo necesario para responder a ellos mientras protegiendo la integridad de la Universidad.¿Me pregunto cómo es que las adaptaciones a la pandemia han torcido a nuestros ‘procesos de aprendizaje’, y la ‘formación profesional’? Que podemos aprender de eso.
Durante los casi 3 años anteriores de la pandemia, me tuve que reeducar, redefinir mis metas e inventar nuevas herramientas; cambiar mis hábitos de trabajo y cuestionarlo todo. Quiero comentarles sobre 2 elementos en particular de la enseñanza y creación de la danza, que la pandemia afligió: los identifico como: el Espacio y la Percepción.
La danza, un arte que ni se escribe ni se habla -es de género distinto-. El impacto de la pandemia sobre el Espacio y la Percepción fue profundo, nos echó al desierto extraño y opaco. La cuarentena nos forzó a contar con y confiar en la tecnología a un nivel que no nos hubiésemos podido imaginar anteriormente.
El mundo virtual digital tiene sus ventajas obvias, las videoconferencias, clases de Zoom, nos permiten continuar a educar, investigar y crear. De verdad esas tecnologías fueron salvavidas. Pero los problemas enormes y las dificultades imprevistas aparecían inmediatamente. La ‘compu’, la pantalla, el celular se convirtieron en nuestro mundo y el medio en donde podíamos actuar. Este mundo de la pantalla, la existencia en 2 dimensiones, comprime las 3 dimensiones en donde vivimos. Para la danza, eso fue mortal. Sufríamos de una perversión de nuestras percepciones y de nuestra experiencia del espacio.
El primer elemento que quisiera mencionar le llamo El reto de la pantalla. Aunque sea un arte visual, la danza es un arte de cuerpos que existe en 3 dimensiones, no se habla ni se escribe este arte, pero logra su comunicación a través del cuerpo, en un lenguaje corporal.
A pesar de que la danza ya tenía mucho éxito empleando video y film, el ojo de la cámara no funciona como el ojo humano. Cuando comprimida en las 2 dimensiones de la pantalla se pierde mucha de la información transmitida por el cuerpo. Percibir esa información mirando la pantalla no es ni fácil, ni se logra naturalmente. Esa pérdida de información afectaba a todas las áreas de conocimiento. No podemos escapar del sentido corporal de nuestro ser humano y su significado en cuanto los modos de aprender, entender y enseñar.
El entrenamiento del cuerpo, la clase diaria del bailarín es una práctica, inviolable. Dando clase por Zoom, me di cuenta de que mostrar algo frente del ojo de una cámara no pude comunicar toda la información que quería, ni tampoco pude yo recibir todo lo que comunicaban mis estudiantes. Yo tuve que reeducar mis ojos, refinar mi capacidad de observar los cuerpos e inventar nuevas maneras de presentar información. Estuve forzada a traducir lo corporal en verbal.
Algunos estudiantes, y maestros, eran pocos capaces de adaptarse a eso; ni de entender como percibir mi movimiento, ni de mostrar su propio movimiento. El reto de la pantalla requiere otros y nuevos talentos y estrategias.
El segundo elemento para mencionar, lo llamo El reto del Espacio. Para la danza, las 3 dimensiones del espacio mismo es el medio -como es el lienzo para el pintor. Estar todos en nuestras casas en cuarentena, sin los espacios dedicados, como los salones, y teatros, la habilidad de moverse verdaderamente está completamente restringida. Además, sentíamos una confusión entre los espacios privados y públicos. En Zoom, observaba los bailarines y sus cuartos, muebles, gatos, familias -información visual y ajeno al trabajo de la clase. Recordando la impresión de vivir en un cajón- sentíamos la verdad que a todos nos afecta mucho el espacio en donde actuamos.
Quiero compartir unos videos breves que nos dan un ejemplo de la sensación de estas clases por Zoom. El primero muestra una tarea hecha por una alumna de mi clase de nivel profesional de la escuela Alvin Ailey en New York, y la segunda es de la clase de la Mtra. Adriana León aquí en la Universidad de Colima.
Podemos imaginarnos que estamos en clase como un grupo, pretender que somos reunidos en un espacio. Pero la realidad es otra. Somos aislados, cada quien en su propio cuadro y cuarto. Somos unidos solo con la imaginación y deseo compartido por todos. Esa unidad sustento con la imaginación es frágil.
Otros ejemplos, primero una clase del Mtro. Alejandro Vera de la Universidad de Colima y segundo de mis clases nivel profesional en la escuela Alvin Ailey.
Dando clase, yo me sentía como una loca, hablando conmigo misma -todos los demás en mute, mudos. Yo alejada de mi clase ‘en-cajada’, encarcelada- sin aun los sonidos ambientes normales de respiración, de mover. Esto es un tipo de caos organizado, frágil -rompía fácilmente la concentración-.
No solo la enseñanza de la danza, pero además la creación de danzas, hacer coreografía, cambió radicalmente. Crear una danza grupal con bailarines aislados en su ‘cuadro – cuarto’, la relación espacial no tiene ningún sentido. Somos alejados unos a otros a pesar de ser comprimidos en una pantalla.
Además, el mundo digital afecta nuestra percepción de tiempo. Cada uno se ubica y actúa en un instante diferente, intentando compartir un tipo de ‘presente perpetuo’, pero imaginario. Coordinar con los músicos fue complicado, difícil -la relación entre la música y los bailarines se complica-. Desapareció el sentido inmediato de colaboración espontánea.
No podíamos confiar en nuestros hábitos de trabajar juntos en un salón, donde la relación temporal y espacial es obvia y nos define y organiza. Ni tampoco nos pudimos confiar en los estímulos sensoriales de respirar, de tocar. Me hace falta la energía reciproca, una especia de feedback loop, que crean los bailarines, dándonos una energía fuerte. Se agotan los ojos y cerebros más que los cuerpos. Todo requiere más tiempo y más energía -imagino que ustedes reconozcan esa sensación-. Tenía que limitar lo que intentaba lograr, y reevaluar las prioridades.
Las perversiones del mundo de la pantalla destacan fuertemente nuestra realidad humana. Nos enseña las necesidades corporales para aprender, entender. Desde un grado u otro para todos, trabajar en 2 dimensiones demuestra un desafío significativo.
Lo increíble, lo maravilloso, fue que poco a poco nos acostumbramos al mundo digital y lo terminamos dominando. Las ventajas se probaban y podíamos disfrutarlas. Dando clases en Zoom a la escuela Alvin Ailey y del Neighborhood Playhouse, para mí era una maravilla: yo en mi casa en cuarentena con mis alumnos desde sus hogares en Rusia, Nueva Zelanda, las Américas, Europa, Japón, muchos alumnos pudieron participar, seguir con sus carreras y entrenamiento. Con esa magia del ‘presente perpetuo’ digital, podíamos comunicar con un público tras tiempos y ubicación, abrirnos a un público mundial, y ofrecer nuevos recursos. Una ventaja enorme para individuales y para las instituciones académicas.
Para artistas, bailarines abarcando lo digital, surgían nuevos modos de creatividad. Comparto 3 ejemplos, extractos breves de danzas -3 respuestas coreográficas a los limites forzados por la pandemia.
La primera, una obra creada para la camera al principio de la cuarentena, y transmitido en las redes: El Viaje de la Tortuga, coreografiado y bailado por el artista/coreógrafo mexicano Alejandro Chávez, director de la compañía Ciudad Interior.
La segunda, es una danza creada este año aquí a la Universidad de Colima en un espacio alternativo, un performance en el lobby del Teatro Universitario de Paisajes Transitables bailado por la compañía Univerdanza, coreógrafos Mtras/os Adriana León y Alejandro Vera.
Hoy, en retrospectiva, puedo disfrutar de la creatividad, las nuevas formas creadas, aprovechar del uso de la tecnología. Al mismo tiempo, me acuerdo de la rapidez de su creación, lo incompleto de nuestro entendimiento de la tecnología y las consecuencias de usarlo. Recuerdo la frustración-tristeza desde lo cual surgió esa danza; fue maravillosa, pero la verdad es que era una manifestación distinta de la danza digamos ‘original’, que la remplazó.
A esa danza le falta lo esencial de la ‘fisicalidad’ de los cuerpos, la complejidad de la comunicación sensorial. Esta una experiencia mediata, de secunda mano. Esos fallos iluminan lo significante que es lo corpóreo de nuestro ser humano, el poder y necesidad de nuestras percepciones de espacio, tiempo, energía.
De verdad, hemos podido dominar el mundo digital. Adaptamos a la pérdida de espacio, de las perversiones de percepciones de tiempo, de lo sensorial, de energía. Pero mientras que consideramos como emplear esos recursos nuevos en repensar la ‘formación profesional’ y los ‘métodos de aprendizaje’, tenemos que recordar lo que hace falta las adaptaciones nuevas y lo que su uso implica.
Aunque me siento orgullosa de superar los retos prácticos y de haber podido crear y utilizar nuevas herramientas, para mí, surgieron preguntas fundamentales y más complicadas sobre el aprendizaje, la enseñanza, el arte, que no puedo desatender. No creo posible simplemente incorporar todas las nuevas herramientas digitales / tecnológicas mientras que avancemos en dirección de una nueva normal.
Se necesitará re- agradecer y re -entender la razón de ser de la Universidad y recordar en que consiste el género especial de la enseñanza y el aprendizaje y como vamos a poder producir las personas que van a contribuir a solucionar los nuevos problemas y a la vez sostener la integridad de la Universidad.
Entonces permítame una versión personal de la metáfora bien conocida, un dicho atribuido a varios Plutarco/Plato, que habla sobre educar, y la mente humana. La idea es que la mente del estudiante no es algo para “llenar”, como con leña, sino la mente es algo que se debe encender.
Mi tarea de maestra y artista entonces no es de agregar y llenar el estudiante con una colección de hechos -la leña-. (En la danza pueden imaginar “un hecho” como los pasos individuos de una danza que mis estudiantes tienen que aprender.)
Es cierto, yo sé, que aprender una colección de tales “hechos” o pasos, no resulta en la capacidad de bailar, ni de crear danza de cualidad o fuerza. Eso es porque el aprendizaje, incluido de la danza, es un acto creativo, de curiosidad, es una búsqueda, una expresión individual. Requiere investigación rigurosa, aun tras disciplinas, una práctica física, y por supuesto un montón de “hechos”, de pasos que aprender. Reconociendo que esa verdad aplica a cualquier aprendizaje podemos lograr la meta correcta de la maestra/o -de “encender”.
Mas allá de esto nos tenemos que dar cuenta de la reciprocidad del pueblo quien recibe la danza, importante así como es para una Universidad, de compartir, responder al público. Aunque el arte nace de expresión individual, su importancia es más inclusiva y nos enseña que es un peligro ver todo solamente a través del lente del “sí mismo”, del “yo”. Espero que hayamos podido entender mejor esa verdad durante la pandemia y como se aplica a nuestra vivencia actual.
Para mí la metáfora anciana ilumina la meta y las herramientas, métodos de la enseñanza y aprendizaje que son válidos y necesarios para todos. Pero, educar siguiendo esos métodos, implica una cierta “valentía” del maestro/a. Es difícil insistir que los estudiantes arriesguen experimenten, investiguen, que se abran a nuevas ideas, respeten el trabajo y el conocimiento de otros. Es difícil permitir que los estudiantes cuestionen a las ideas recibidas, incluyendo a los de sus maestro/as.
Los desafíos de la pandemia y las fracturas sociales que sufrimos son enormes y me siento amenazada, ignorante, agotada. Pero la labor de la maestra es vital, y debe de seguir. Requiere que no me cierre en la seguridad de mi maestría, y que me atreva a ir en contra de mis miedos y el agotamiento -el mío-, y lo de los estudiantes quienes no entienden que “aprender”, “educarse” es un compromiso incesante, un entrenamiento riguroso, una búsqueda riesgosa.
Hoy día tenemos una oportunidad de enfrentar los desafíos académicos, sociales y personales desde una perspectiva nueva y radical. Pero es una lucha que no queremos abordar sin las metas y los métodos más fundamentales y potentes y los que son radicadas en la realidad física de nuestro ser humano.
Somos afortunados de ser parte de una Universidad cuya visión y misión apoyan a nuestra valentía y compromiso a la enseñanza y el aprendizaje. Y agradecemos las Universidades que hayan podido navegar estos años pasados tan difíciles, esperando que continuaran emplear sus recursos para mantener su visión institucional, y su comunidad.
Espero que haya logrado destacar la importancia del enlace entre las artes y las Universidades. Y como la práctica de la danza, nos enseña de lo que es necesario para aprender, enseñar y poder vivir. De hecho el nacimiento de lo que llamamos la “danza moderna” estaba ligado desde sus origines en el Siglo XIX, con las Universidades. Artistas tal como Martha Graham y sus antecesores aprovechaban de conexiones con las Universidades reuniendo lo físico y lo intelectual. Les comparto una citación del año 1870: “Desde los Procedimientos de los Gobernadores de la Universidad de Michigan, mi alma mater”.
“There is no other spectacle of want of symmetry in the development of a human being so glaring and so painful as that of a cultivated mind inhabiting a neglected and feeble and incompetent body.”
“No hay otro espectáculo en el desarrollo de ser humano buscando la simetría tan doloroso y deslumbrador como aquel de una mente cultivada habitando un cuerpo descuidado, débil, incompetente”.
Desde el lente de hoy, eso se puede ver un entendimiento simple, incompleto. Pero logró iniciar una tradición importante. Una creencia que las artes son un ingrediente indispensable para establecer una institución de excelencia. Con esa creencia podemos lograr: “estar a la vanguardia de los saberes y de hacerlos llegar a su comunidad académica “como nos articuló el Rector Dr. Zermeño.
Me gustaría destacar otra Universidad donde tuve el honor de ser maestra invitada y de recibir un gran apoyo a mi trabajo artística, la Universidad de Harvard. Las diferencias entre esas 2 son aparentes: una anciana otra joven, una privada otra publica, una grande otra pequeña (¡aun creciendo todavía!) Desde mi perspectiva más “granular”, como dicen los físicos, los requisitos de ser maestra, artista, trabajadora, son los mismos. Y su compromiso y apoyo de las artes, son muy parecidos. Les ofrezco mi proyecto La Voz de Cuerpo / The Body Speaks como buen ejemplo de ese compromiso.
La Voz del Cuerpo / The Body Speaks es una colaboración de músicos, bailarines de México y de los EUA. La colaboración incluye una película, “film” y un video. La película es mí poética personal de la vida de bailarín, realizado en 3 idiomas, y fue seleccionado para ser presentado en festivales internacionales y universidades. La secunda parte, el video sobre la enseñanza de la técnica de Martha Graham, lo llamo el Terpsikon. El primer volumen está disponible en Vimeo on Demand.
La Universidad de Harvard me otorgo el Fellowship del Radcliffe Institute for Advanced Study para crear y escribir La Voz del Cuerpo. Durante un año disfrutaba de intercambios diarios con otros becarios internacionales -eruditos, científicos, artistas de todas áreas de aprendizaje-. Juntos abrimos nuestros horizontes y maneras de ver el mundo.
Aquí en la Universidad de Colima, La Voz del Cuerpo fue filmado, y estrenado. Desde 2008 hasta hoy día he aprovechado de colaboraciones artísticas y tecnológicas del Departamento de Artes escénicas, de la Televisión Universitaria y del Teatro Universitario para la creación, inspiración y ejecución del proyecto.
Me encantaría otra vez agradecer la visión del entonces Rector Miguel Ángel Aguayo López, el apoyo que continuó el ex -Rector Dr. Ramón Arturo Cedillo Nakay y la colaboración inestimable del gran maestro/ artista colimense Mtro. Rafael Zamarripa Castañeda.
Comparto extractos breves de La Voz del Cuerpo / The Body Speaks -donde puedan ver la mezcla del físico, el intelecto, y de la imaginación que quería comunicar-. Probablemente van a reconocer sus colegas, Mtra/os Adriana León y Alejandro Vera. Artistas increíbles, y amigos cuyo trabajo ha estado en el corazón de La Voz del Cuerpo.
Sabemos el poder que tienen las artes para unificarnos y darle expresión a nuestras vidas. Y creemos en el rol esencial de las Universidades. Hoy ambas artes y academias sufren de los desafíos sociales, políticos, financieros. Mis colegas de los Estados Unidos, y en Europa, aun menos, necesitan defender el rol de sus Universidades, sus metas y métodos -su razón de ser. En la danza, necesitamos por ejemplo defender la importancia de las técnicas clásicas, saberes ancianas y fundamentales, y la necesidad misma del rigor de un entrenamiento físico y presencial. En las artes, las novedades digitales y el campo comercial son fascinantes, y provocan expectativas difíciles de incorporar.
Tenemos mucho que reevaluar, pero estamos armados con los saberes y capacidades de maestro/as, profesores -expertos de aprendizaje y enseñanza- y podemos contar con la misión de la Universidad. Somos bien ubicados para solucionar nuestros retos, mientras que protegemos el género único de educar, radicada en ambos el cuerpo y la mente humano.
A la Universidad, tenemos que servir como un microcosmo, para engranar con los desafíos de la sociedad en general. Eso va a tornar al revés el dicho, “torres de marfil” (a veces esto puede ser aplicado a las Universidades). La Universidad puede y debe, servir como ejemplo; produciendo conocimientos nuevos y soluciones revolucionarias, nuevos modos de trabajar y colaborar, y de conectar con nuestra comunidad. Esa aportación especial de la Universidad será más que nunca muy importante.
Para concluir. Me gustan los lemas de la Universidad de Colima y de Harvard. Les comparto: “Estudia, Lucha, Trabaja” y, “Veritas”. Gracias a todos.
Agradecimiento: Agradezco la ayuda indispensable de Adriana León y Alejandro Vera, Steve Mauer y Kristina Zaidner para realizar esa conferencia, también al Centro de Las Artes de San Luis Potosí, San Luis Potosí, México, por las facilidades otorgadas, así como a mis colegas del Encuentro: Hacia una Resignificación Metodológica de la Técnica Graham.
*Dra. Christine Dakin, Honoris Causa por la Universidad de Colima 2008
Bailarina, maestra, coreógrafa.