El Gobierno brasileño divulgó este viernes las directrices para el uso temporal del Ejército, la Marina y la Aeronáutica en el combate a los incendios forestales que avanzan en la Amazonía, que enfrenta además una sequía extrema.
El ministro de Defensa, José Múcio, ordenó a los comandantes de los 3 brazos de las Fuerzas Armadas “garantizar los esfuerzos” para poner a disposición de las tropas que actúen en la región “recursos operacionales y logísticos”.
Los militares darán apoyo a las operaciones mediante “el suministro de imágenes de teledetección, el uso del panel de incendios con personal especializado” y la formación del resto de autoridades involucradas en el combate a las llamas.
El Ejecutivo también les solicitó cuantificar el dinero que necesitan para “planificar y ejecutar” acciones sobre el terreno, y designar una serie de oficiales para conformar un comando conjunto.
Las directrices constan en una resolución ministerial publicada este viernes en el Diario Oficial del Estado.
El domingo pasado, un juez de la Corte Suprema de Brasil autorizó al Gobierno a contratar créditos extraordinarios, fuera del límite presupuestario, para combatir la “emergencia climática” provocada por los incendios que se expanden por la Amazonía y otras zonas del país.
Brasil sufre la peor sequía desde 1950 y una de las regiones más afectadas es la Amazonía.
En el mayor bosque tropical del planeta, la crisis hídrica ha dejado a varios ríos en sus niveles más bajos de la historia y ha aislado a decenas de comunidades rurales, además de favorecer la propagación de incendios forestales.
En total, la Amazonía brasileña sumó 63,189 focos de incendio entre enero y agosto de este año, el doble de los registrados en el mismo periodo de 2023.
Según datos oficiales, las llamas calcinaron en ese periodo cerca de 7 millones de hectáreas, lo que equivale al 1.6% del ecosistema tropical.
El Gobierno brasileño sospecha que la gran mayoría de los incendios son provocados por la acción humana. La ministra de Medioambiente, Marina Silva, llegó a calificar la situación de “terrorismo climático”.
Durante las últimas semanas, la humareda de los incendios ha viajado con los vientos y deteriorado la calidad del aire en buena parte del país, con el consiguiente aumento de los casos de problemas respiratorios entre la población.