Por José Luis Picón
A sus 60 años y con más de 70 películas a las espaldas, la actriz francesa Juliette Binoche considera que su trabajo tiene una faceta importante de compromiso político porque, asegura, “el poder del cine para modelar a la sociedad es formidable”.
Sus padres también estaban comprometidos políticamente y esto le marcó el camino, afirma en una entrevista Binoche, quien recibió el premio honorífico del trigésimo Festival de Cine Francés de Málaga (España).
“El compromiso viene más de lo que hacemos que de lo que decimos. Siempre he buscado una buena elección de las películas en las que he trabajado, porque el cine interactúa con la sociedad y la modela. Por eso sigo fascinada por ser actriz”, señala.
Le emocionó entregar el premio de honor de Cannes a Meryl Streep porque, “gracias a su trabajo, ha conseguido cambiar el canon de belleza en el cine, de una mujer un poco infantil y seductora, como Marilyn Monroe, con sus curvas y su encanto, a otro modelo de mujer en el que hay una trayectoria”.
“Esto ha hecho que los demás, sobre todo las mujeres, piensen que hay otros modelos que también se pueden adoptar, no solo el modelo clásico de los años 50. Tener referencias diferentes de mujer y verlas evolucionar es un regalo, por eso es importante reconocer su trayectoria”, añade.
¿Y Juliette Binoche ha sentido que le ofrecen menos papeles por ser una actriz madura? “No”, responde con rotundidad.
A su juicio, el trabajo de actriz supone convertirse en un espejo y transmitir su alma para que el espectador pueda reconocerse, y tiene una dimensión terapéutica. “Puede servir para sanar o para ayudarnos a soportar la vida”.
Sobre su relación con los directores, desvela que, cuando trabaja con un buen cineasta, no le pide nada. “Simplemente confío. Son los directores jóvenes los que quieren controlar más, porque tienen miedo”.
“Con los directores hago un trato: les pido que me dejen actuar libremente en las tres primeras tomas y les digo que, a partir de la cuarta, haré lo que quieran. Normalmente están contentos”, asegura con una sonrisa.
Ganar el Oscar con El paciente inglés cambió sin duda su vida, admite la actriz, que, al preguntarle si cambiaría algo de lo que ha hecho a lo largo de su carrera, subraya que vive “en el presente, no en la lamentación”.
“Todos sentimos melancolía y sentimos un vacío, una diferencia entre lo que vivimos dentro y el mundo exterior -reflexiona-. Ese vacío me lo planteo en el presente, desde la acción, qué puedo hacer para paliar ese vacío, y pienso en cómo hacer para cambiar las cosas”.
“Algunas veces quizá debería haber sido menos impaciente o haber hecho otra cosa, pero no lo vivo como una culpabilidad, sino con el deseo de reparar y de pedir perdón a la otra persona y a mí misma”, agrega.
Recibir un premio como éste del Festival de Cine Francés de Málaga supone hacer tangible su trabajo, puesto que “un ebanista hace una mesa y ve el resultado, pero para un actor es todo abstracto, le da vida a una emoción, y los premios son una manera de darle forma, pero no hay que caer en la autocomplacencia”.
Respecto al futuro, tampoco pretende marcarse un camino. “El futuro es el presente. Cuando pedimos algo al universo, al final toma forma. Debemos tener cuidado con lo que pensamos y lo que deseamos, porque puede ocurrir. Y está lloviendo, que es un regalo de los dioses, porque lo necesitamos”, proclama mientras señala la calle mojada por la lluvia en Málaga.
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