Por Arnoldo Delgadillo Grageda
Cuando la mente de la filóloga y escritora española, Irene Vallejo, quien recibió el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Colima, hurga entre todas las palabras del español que conoce, para encontrar su favorita, “paz” es la primera que salta.
“Porque es una palabra corta, de una sonoridad musical y porque además mi nombre Irene significa en griego paz; y es una palabra muy necesaria en este Mundo que tenemos tan desgarrado por las guerras”, dice en una entrevista exclusiva con El Comentario, como parte de sus actividades en la capital de Colima.
En ese sentido, consciente de la violencia que acompaña sistemáticamente la vida de México -y otros países de América Latina y del Mundo– la autora de El infinito en un junco cita una frase que alguna vez le compartió un periodista colombiano: “Lo que no se escribe, prescribe”.
“Es necesario que en tiempos de violencia y de violación de los Derechos Humanos se deje constancia de todo lo que suceda, para evitar la impunidad, o al menos combatirla en la medida de lo posible; la escritura es nuestro mayor logro en la lucha contra el olvido, contra la destrucción y también, por supuesto, contra la impunidad”.
Aunque la escritora pide “no caer en el culto a los libros ni a la cultura”, pide entender las potencialidades del libro, de la literatura y del arte para sanar las cicatrices, así como para ofrecer a las personas otras vías diferentes a la violencia.
“En muchos casos la violencia se produce porque las personas no ven otra salida posible a sus vidas; sienten esa asfixia, y la capacidad de expresarse a través de alguna actividad artística puede ser un camino alternativo… creo que esta es una forma práctica y realista de entender la utopía del arte, que nos puede ayudar a colmar nuestra vida de otra manera que no sea necesariamente la violencia”.
Por eso, está convencida de que, como sociedad, actualmente nuestro objetivo máximo es conseguir que ninguna persona llamada a practicar el arte o a expresarse a través del arte, sea impedido a hacerlo por su origen por sus circunstancias familiares, económicas, geográficas o de todo tipo. “Garantizar que sea realmente de todos”, remata.
Los libros y sus metamorfosis
Irene Vallejo también reflexionó sobre la capacidad de los libros para transformarse y adaptarse a nuevas épocas: desde las tablillas y rollos, hasta los audiolibros y series de televisión. Las escritora celebra la vitalidad de los libros como un medio de conexión con las historias. «Lejos de competir entre sí, las diferentes formas de acceder a las narrativas amplían nuestras posibilidades de relacionarnos con ellas», afirmó.
Para ella, las nuevas plataformas, como los libros electrónicos o las adaptaciones audiovisuales, no son una amenaza, sino una extensión de las historias que nos definen como seres humanos. «Los libros no mueren, mutan y evolucionan», sentenció.
Colima: arte y humanidades como resistencia
Durante su estancia en Colima, Irene Vallejo quedó impresionada con la música, el arte y el compromiso de la Universidad para con las humanidades, como un recordatorio de la importancia de preservar la cultura en tiempos de incertidumbre.
«He descubierto un proyecto de apoyo a las humanidades que fortalece a las universidades públicas en su resistencia a la mercantilización del conocimiento. Eso es algo que admiro profundamente», expresó.
Ahora cuando la escritora hurgue en su mente buscando entre todas las palabras del español que conoce, para encontrar sus favoritas por su ritmo y sonoridad, también aparecerán Colima y Comala: “Dos palabras que tienen una enorme musicalidad y un gran poder de sugerencia”.