Desde el 2010, investigadores de la Facultad de Ciencias Marinas de la Universidad de Colima, con apoyo de la Semarnat, se han dedicado a monitorear la visita de las ballenas a las costas de Manzanillo. Si bien su principal objetivo es investigar sobre su vida, qué comen, cómo se reproducen, de dónde vienen y en qué periodos, en los últimos años han puesto atención a sus afectaciones, pues la actividad pesquera, el tráfico de embarcaciones, la contaminación y la presencia de orcas en la zona, han generado más reportes de muertes o ballenas enmalladas.
Sobre el tema, el doctor Christian Daniel Ortega Ortiz dictó la conferencia “La fascinante vida de una ballena” en el Museo Regional de Historia, donde abordó la importancia del cuidado de esta especie, que tiene que desplazarse por miles de kilómetros, tanto para conseguir alimento, como para reproducirse y dar a luz a nuevas ballenas.
De acuerdo con el investigador, han logrado rescatar 4 ballenas. En tanto, desde 2012, cuando se creó la Red de Atención a Ballenas Enmalladas (RABEN), a la que pertenecen investigadores universitarios, lograron liberar 98 de ellas, desde Baja California Sur hasta Oaxaca.
Pero, ¿cómo saben los académicos sobre la muerte o daño a estas especies? A las ballenas, dijo el investigador, “tenemos que salir a buscarlas; vamos con estudiantes a tomar muestras de ellas, del agua, para saber cómo están y hemos visto, tenemos evidencia de que han sido heridas por una propela o atropelladas por los barcos”, pero lo más lamentable, comentó, “es que no sabemos a cuántas afectan en los mares abiertos, y eso es grave”.
“Encontramos una ballena azul que venía de Costa Rica y que probablemente fue atropellada por un barco y murió. Nos dimos a la tarea, con ayuda de la Secretaría de Marina, estudiantes y del municipio, de hacer un monumento escultórico de una ballena de 10 metros, que está en el centro de Manzanillo” dijo.
Cuidar a este especie es importante, dijo, “no solo por las espectaculares imágenes que se crean durante su visita a las costas mexicanas, sino por todo el proceso que realizan para mantenerse en este planeta, desde viajar miles de kilómetros para alimentarse en temporada de verano-otoño con krill y sardina, en los que tienen un gran gasto energético, pues tienen que abrir su enorme boca a una gran distancia y realizar todo un proceso para comer estos pequeños peces o camarones, hasta llegar a zonas menos frías, como las costas mexicanas, que son más favorables para su reproducción y dar a luz a sus crías, pues de no hacerlo, sus bebés podrían morir”.
Durante investigaciones realizadas junto con estudiantes, agregó, se dieron cuenta de la importancia de las bahías, donde ocurren 2 etapas importantes en la reproducción de esta especie. En dichas zonas, las madres se sienten seguras para que después de 11 o 12 meses de gestación ocurra el parto; “en cuanto nacen, la mamá les enseña a nadar, a respirar, y las alimenta con sus glándulas mamarias; además, nos dimos cuenta que la cría y la madre se mueven de Colima a Bahía de Banderas, hasta Guerrero “.
Explicó que, en estas áreas, los machos encuentran una especie de bocina para que sus cantos lleguen a más distancia y así dar inicio con el cortejo, “aunque cantar hasta por 40 minutos no es suficiente; dan aletazos, brincos, y si eso no funciona comienza la pelea por la hembra. Lo que para nosotros son hermosos movimientos, realmente son aleteos y coleteos entre ellos para ver quién será el ganador”.
Un dato relevante que notaron es que, si bien las bahías son de gran importancia, también ocurre un fenómeno que está generando que los cantos no puedan ser escuchados por las hembras: los ruidos de los barcos, que hace que sea menos perceptible el canto de los machos. Por otra parte, debido a esos mismos ruidos las madres con sus crías se alejan, pues de lo contrario se verán afectadas; “creemos que ése es el problema; estamos de acuerdo con el puerto, que ayuda a la economía, pero también debemos hacer conciencia que podemos causarles afectaciones”.
Otro dato, dijo el investigador, es que las orcas, el principal depredador de las ballenas, se encuentran en esta área haciendo más vulnerable su paso, sobre todo para las crías; “las orcas que vienen aquí tienen una característica especial, comen de todo, tortugas golfinas, tortugas prietas, tiburón ballena y atunes, por lo que también debemos prestar atención”.
Compartió que las muestras que toman cuando estos enormes cetáceos llegan a las costas colimenses, les ayudan a saber el sexo y de qué se alimentan, “hemos descubierto que tenemos ballenas que vienen desde Rusia”. También, comentó que esta especie solo tiene una cría a la vez y aunque se han dado reportes de embarazos gemelares, no se sabe si las crías han logrado vivir.
“Este ancestro del perro Mesoniquios, que encontró en el agua su medio para sobrevivir, dio origen a 96 especies de ballenas, que con el paso del tiempo se han ido adaptando a las nuevas condiciones; sin embargo -dijo el investigador-, es importante saber que el ser humano es el principal causante de sus afectaciones; por ejemplo, en los años en que se da el fenómeno del Niño, se ven menos ballenas”.
De la misma manera, dijo que se tienen registradas enfermedades respiratorias y de la piel en las ballenas; sin embargo, “recientemente vemos que se está afectando su reproducción y el sistema inmune”.
Finalmente, comentó que la idea de compartir esta información es para que más gente conozca “lo duro que es para un ser vivo tener que interactuar con diferentes agentes que lo pueden afectar. Detener los barcos, los pescadores, o matar las orcas no es la solución, pero tenemos que establecer mecanismos que nos ayuden a proteger el ambiente, por ejemplo, no tirar basura que puede llegar a la playa. La idea es hacer conciencia del impacto que estamos causando a nuestro planeta”.