Al menos 1,172 personas murieron o resultaron heridas por bombas de racimo -prohibidas en más de un centenar de países- en 2022, 8 veces más que en 2021, un aumento causado por su uso en la guerra de Ucrania tanto por el Ejército ruso como por el ucraniano, éste último con armamento cedido por Estados Unidos.
Son las principales conclusiones del decimocuarto informe anual de la Coalición contra las Municiones en Racimo (CMC), que lidera la campaña para que más países suscriban la Convención de Oslo de 2008 contra este armamento, por ahora con 112 Estados parte y otros 12 signatarios, aunque con la ausencia de las grandes potencias.
La cifra de víctimas es la mayor que el CMC confirma en un año desde que comenzó estos informes en 2010.
El estudio indica un resurgimiento de los ataques con este tipo de armamento de dispersión: si en 2021 las 149 víctimas confirmadas murieron o resultaron heridas al estallar restos de este armamento, ninguna en ataques, el pasado año 987 de las 1,172 víctimas lo fueron por acciones directas en las que se usaron estas armas.
En la mayor parte de los casos (890 víctimas) estas acciones con bombas de racimo se perpetraron en Ucrania, aunque también se detectó su uso indiscriminado en ataques de los ejércitos gubernamentales de Siria y de Birmania (Myanmar), según el informe de la CMC.
Zonas en conflictos presentes y pasados
Además de en esos 3 países, se identificaron víctimas de bombas de racimo el año pasado en Azerbaiyán, Irak, Laos, Líbano y Yemen, en esos casos no por ataques directos sino por el estallido de restos de estas armas usadas en el pasado.
Un 95% de las víctimas de estas bombas de racimo son civiles, alerta el documento, que también subraya que un 71% de los muertos o heridos por accidentes relacionados con restos de este armamento son niños.
“El impactante aumento de nuevas víctimas civiles causadas por las municiones en racimo sirve como un crudo recordatorio del efecto devastador que estas atroces armas tienen en los civiles, incluidos los niños”, destacó al presentarse el informe la directora de CMC, Tamar Gabelnick.
“Todos los países que no han prohibido estas armas deben hacerlo de inmediato, no hay excusa para que se continúen usando”, añadió.
Los autores del informe expresaron su preocupación por la reciente decisión del Gobierno de Estados Unidos, en julio pasado, de aprobar el envío de municiones de racimo a Ucrania, una medida que según recordó el CMC fue criticada por líderes de todo el Mundo.
“Las nuevas transferencias y el uso de municiones en racimo son motivo de grave preocupación debido al daño documentado a los civiles y al hecho de que la mayoría de los países han prohibido estas armas”, afirmó al respecto la activista de Human Rights Watch Mary Wareham, que participó en la edición del informe.
Armas dispersas, indiscriminadas y latentes
Los ataques con bombas de racimo, por tierra o aire, dispersan múltiples submuniciones o minibombas en una amplia área, y muchas de ellas no explotan en el impacto inicial, dejando restos que pueden causar muertes y heridas durante largo tiempo y de forma indiscriminada, de manera similar a las minas antipersona.
La CMC subraya el progreso de la convención para su prohibición, a la que el último país en unirse ha sido Sudán del Sur el pasado mes, y para la eliminación de este armamento por los países firmantes: los Estados parte han destruido colectivamente el 99% de sus existencias, aproximadamente 1.48 millones de municiones.
Bulgaria, recuerda el estudio, destruyó este año la última de sus reservas de bombas de racimo, y junto a otros 2 (Perú y Eslovaquia) neutralizó 4,166 municiones y 134,598 submuniciones entre 2022 y la primera mitad de 2023.
Sin embargo, potencias como Estados Unidos, Rusia, China, India o Brasil (además de la propia Ucrania) siguen sin adherirse a la convención y continúan formando parte del grupo de 16 naciones que aún producen este tipo de armamento, situación que se repite incluso entre países de la Unión Europea como Polonia, Rumanía y Grecia.
Al menos 29 naciones están contaminadas por remanentes de municiones de racimo, entre ellas 11 firmantes de la convención, y sólo otros 11 Estados parte conservan municiones de este tipo con fines “de investigación y formación”, siendo Alemania el que conserva un mayor número.
Sobre Estados Unidos, el informe señala que el último fabricante de municiones de racimo puso fin a su producción en 2016, pero el país está desarrollando armas “sustitutas” con similares efectos y que podrían entrar dentro de la definición de armamento prohibido por la Convención de Oslo.