Por Marcial Aviña Iglesias
Si eres de los que de niño se “fumaban” un cigarrito de chocolate, de esos que en la punta sobresalía el celofán rojo como si fuera lumbre o de aquellos adolescentes cuya jefecita les cachó en el baño con una revista de ñoras en traje de Eva -sí, la de Adán-, ¡no lo niegues! Hoy la neta no comprendo por qué se te erizan los pelos o pones cara de confusión cada vez que en la cafetería escuchas a uno de tus alumnos decir que para copular sin riesgo a un embarazo no deseado se realizará la vasectomía y ya cuando sea grande se la quita.
¡No te agüites! Admite que, a su edad, y en una época menos tensa que la de ellos, tuviste el sueño guajiro de ser un rebelde social y lamentablemente fuiste la absurda mimesis Alpha de tu generación; hoy ese morro mal portado de plena efervescencia hormonal, con 2 dedos de frente que fuiste es tan solo una botarga godinezca y hasta con 5 dedos de frente, que se pasa horas nalgas cultivando hemorroides en una oficina, ese mismo que ya no se puede ir de pinta, pues tiene que checar, ni apreciar la belleza de féminas al estilo James Bond -me refiero al original de Ian Fleming, no él que nos vendieron en la última película-, pues chance y hasta… si ya te las sábanas, para qué cobijas.
Si no soportas esos corridos tumbados que utilizan palabras relacionadas con actos violentos, armas, etc. y el reguetón con sus letras misóginas que a la chaviza de ahora les gustan, pero, si tú a su misma edad te pedían que le bajaras al volumen cuando sintiéndote todo un heavie escuchabas We’re Not Gonna Take It de Twisted Sister y te enchilaba cuando alguien les decía payasos rockeros a Kiss, ¡aliviánate! Fuma la pipa de la paz con el “aborrecente”, perdón, adolescente insoportable que llevas dentro, sí, ese que estaba lo bastante crecidito como pa’ir al bachi; es hora de poner las barbas a remojar y sacar tú actualización 2.0, invade las redes sociales con las “nangueras” que en tu edad de la punzada -si un tal Xavier Velasco, reclama esta frase como propia, pos… muchas gracias, si es de él- te hacían correr por las venas aquella fértil adrenalina, hasta escribir: ¡por los buenos (y rucos) tiempos!
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