La víctima del delito; La eternamente olvidada
Por: Amado Ceballos Valdovinos*
“Solo quiero saber qué paso, cosa segunda es la reparación del daño,
y si no se puede, no le hace, lo que sí quiero es tener conocimiento
del por qué a mí, por qué a mi familia. Es como sentirse amancillado.
Es únicamente para lavar un poco el agravio y el dolor.”
R. Candiani (seudónimo)
Una de las vertientes más antigua y temida del sistema jurídico lo es, sin duda, el derecho penal (alguien había escrito que es el derecho de los pobres, no porque los protegiera, sino muy al contrario). Por eso a lo largo del tiempo, cuando se ocupa, ha sido usado como mecanismo de represión, de dominación y no de control y regulación social.
Este derecho se encarga, entre otras cuestiones de describir todas las conductas, acciones y omisiones que se consideran dañinas, a éstas se les llama delitos (popularmente conocidos como crímenes). En la ejecución del ilícito, digamos un robo, homicidio, secuestro, violación, entre otros, interviene siempre 3 partes; (1) quien comete la conducta, (2) el Estado (en este caso la fiscalía y el juez penal en su momento) que procuran y sancionan, (3) la víctima o quien resiente el daño. Hay más, pero son consustanciales a los anteriores, es decir que sin aquellos no habría delito, victima, victimario ni órgano persecutor y sancionador
Para hablar de la víctima, que es el tema que nos interesa, mencionamos que, según el INEGI, en México, en el 2023 (son los datos más actualizados) se cometieron 31.3 millones de delitos, de ellos afectaron a 21.9 millones de víctimas, es decir 1.4 delitos por persona, los delitos más frecuentes, el robo mediante asalto, a casa habitación, o de vehículo, extorción, homicidio y feminicidio estos 2 último, son en regiones muy focalizadas. Impunidad y denuncia; solo el 10% de estas conductas fueron denunciadas, de esos casos en 47.9 no pasó nada, dolorosamente solo un 1.2% tuvo una resolución positiva seguramente para el Estado, es decir sentencia condenatoria, sobre la reparación del daño a la víctima no se menciona nada. El INEGI detecta un aproximado de un 92.4 de delitos que se consideran como cifra negra, o sea que no se denuncian o que no se inició una investigación. En Colima las resultados, guardando las proporciones, resultan ser muy similares. Con un agregado del INEGI; “Colima ha sido catalogado como uno de los estados con mayor violencia proporcional en México, especialmente en homicidios dolosos” (doloso significa que fueron planeados, alevosos, ventajosos y con traición).
Los números hablan por sí solos, se prestan para un sinnúmero de valoraciones e interpretaciones según desde donde se miren, de cualquier modo, esas cifras resultan lapidarias.
Víctima es por definición, la persona física y/o moral que ha sufrido el daño por la comisión de un delito, bien sea en su persona, posesiones o derechos. El INEGI, solo señala números (importantes y confiables) pero hay de víctimas a víctimas, por ejemplo, la persona que le hurtaron un reloj, bienes en su casa habitación u oficina, a quien le robaron la cartera y ahí contenía el dinero para subsistir un mes (renta, alimentos, gastos escolares etc.) a quien timaron con un préstamo y no le pagaron, a la persona secuestrada víctima ella pero también su familia, a las personas desaparecidas y sus buscadoras, a las personas violentadas sexualmente, a la mujer ultimada por el marido, amante o pareja, víctimas sus hijos y sus padres. Así podemos ir clasificando las víctimas, unas con mayor sufrimiento que otras, con secuelas, sin certidumbre de nada. Al final es víctima la sociedad toda.
En estos andares de la investigación académica me encontré un día con una persona entrevistada, que me confió lo siguiente “Yo tenía un hermano que vivía solo aquí en Colima, ahí cerquitas de la central de los rojos, era soltero, profesionista exitoso, tenía muchas amistades, era alegre, ha y cantaba bonito. Un día, por lo menos 3 personas (eso lo dedujo el informante, no por indagación de la autoridad) entraron a su domicilio y por robar las pocas cosas de valor que tenía, lo mataron con ferocidad, ¿Se defendió, quiso correr? Quién sabe, eso ya nunca lo supimos, empezaron los trámites de ley, confié en la autoridad, vuelta y vuelta a la fiscalía, que ora para acá, luego para allá, enseguida yendo para Coquimatlán, rumbo al Chical, y para no hacerte el cuento largo, nunca supimos nada y hasta la fecha”. Cuántas historias de estas hemos escuchado a lo largo de nuestro trabajo de investigación. Es que, resulta tan cierto lo que dice Candiani (el del seudónimo) “Es como sentirse amancillado”.
Por eso es que es necesario lanzar algunas preguntas que nos animen a la reflexión seria y propositiva; ¿Por qué ese número de transgresiones sin investigar? ¿Por qué no se denuncia? ¿Por qué no se trasparenta la información en cuanto a reparación del daño? ¿En qué eslabón de la procuración e impartición de justicia está la clave que permita ir deshebrando la madeja? ¿Cuáles serían las estrategias más eficaces para que el pueblo agraviado denuncie? Urge una solución, no hay sociedad más indefensa, huérfana y molesta que la que no tiene certeza jurídica.
Posdata: los conceptos de victimización y re-victimización merecen colaboración aparte
*Coordinador del Semillero de Formación de Jóvenes en investigación Jurídica.
Esta columna es un espacio de formación y difusión de conocimiento jurídico generado en el semillero en la Facultad de Derecho de la Universidad de Colima.
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

