Salir para sobrevivir: La dura ruta de la niñez migrante
Por María Elizabeth Verdía Sánchez*
La migración de niñas, niños y adolescentes no acompañados en México cada vez se acrecienta más. Gran cantidad de ellos y ellas atraviesan por distintas condiciones que, a su edad, no deberían estar viviendo. Se enfrentan día con día a la violencia, la discriminación y la pobreza, afectando su desarrollo integral, además de sufrir diversas vulneraciones a sus derechos humanos.
Los motivos por los cuales los menores migran son muy diversos. Predomina la falta de recursos, ya que, en busca de oportunidades, cambian su residencia de un lugar a otro, todo con el propósito de tener una mejor calidad de vida y contar con los elementos mínimos y básicos para sobrevivir. La violencia familiar es otro de los factores; muchos de ellos migran por miedo, ya que la única manera de mantenerse vivos es alejándose del peligro, sin importar que este provenga de su propia familia. También existen factores de riesgo como el reclutamiento forzado por pandillas, el abuso o las amenazas.
¿Por qué no se está actuando adecuadamente sobre este tema? No es necesario que se viralice o se haga conocido, dado que son un grupo vulnerable y prioritario, en el que las actuaciones necesarias deben realizarse de oficio. Sin embargo, se está ignorando que esto está sucediendo. La falta de empatía nos hace olvidar que también tienen derecho a una vida digna.
Existe normatividad con el objetivo de protegerlos y ampararlos. Un claro ejemplo de esto es el “interés superior del menor”, en el que se busca juzgarlos, en primer lugar, como niñas, niños y adolescentes, es decir, como personas menores de edad, antes que señalarlos como migrantes. La realidad, sin embargo, es otra, ya que se les está tratando de forma inadecuada según los protocolos, se les minimiza y se les ignora.
Las autoridades no son los únicos sectores que los ignoran, sino también la sociedad. Día a día se ha normalizado verlos y verlas solos, sobreviviendo, y nuestra reacción ha sido evadir el tema, dado que la preocupación no existe cuando no es una realidad propia. Sin embargo, no es responsabilidad de un solo grupo de personas, sino de todos aquellos organismos e instituciones encargados de este sector.
La cultura y las estructuras sociales tienen una gran relación con todo esto, porque influyen tanto en las causas por las cuales migran como en la forma en que son tratados y recibidos en el nuevo lugar donde residen. La violencia, la desintegración familiar, la pobreza extrema y la exclusión social se han normalizado en la sociedad, por lo que es complejo percibir que algo no está sucediendo de forma adecuada. Por ello, los menores no ven otra opción que salir por su cuenta, es decir, buscar una mejor solución a sus vidas solos.
La migración de menores no acompañados en el país refleja la vulnerabilidad de las niñas, niños y adolescentes frente a diversas situaciones injustas, cuyo origen les es ajeno. Todo este sector vulnerable merece desarrollarse con bienestar y estabilidad, además de disfrutar de sus derechos humanos, como acceder a una vida digna, educación, seguridad y cuidado.
Aunque existan leyes que buscan garantizar su bienestar, en la práctica muchos enfrentan diversos riesgos durante su trayecto. Por ello, es importante que se aplique una justicia formal y material en la misma sintonía.
*Estudiante de quinto semestre de la Facultad de Derecho U de C.
Forma parte del “Semillero de Formación de Jóvenes en Investigación jurídica” coordinado por el Doctor Amado Ceballos Valdovinos
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