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Estudiantes de la UdeC y “Otis”: la tragedia que les demostró su valor

Por César Barrera Nov7,2023 #Otis

A Valentín Ibarra, catedrático de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Colima, no sólo le sorprendieron los vientos de más de 300 kilómetros y la escena de devastación -que calificó como de película-, sino también la madurez y organización que mostraron en Acapulco, Guerrero, sus 25 estudiantes durante los momentos más convulsos del huracán Otis y cómo sobrellevaron, al día siguiente, la tragedia humana. 

“Los alumnos, dentro de lo normal, creo que hay que felicitarlos. Aprendieron y maduraron mucho. Fue algo difícil. Es difícil para uno estar con todos. Ahora sí que estábamos con los más chicos y los más propensos. Pero la mayoría se portó bien”, expuso en una entrevista exclusiva para El Comentario.

Lo anterior tiene un doble mérito para las y los estudiantes y el profesor de la Universidad de Colima, máxime si se tiene en consideración la celeridad, inédita hasta ese momento, sin parangón en la historia de la meteorología, con la que Otis pasó de huracán categoría 3 a 5, en tan sólo 3 horas.

Como las autoridades de los 3 niveles de Gobierno no alertaron con exactitud y precisión sobre la peligrosidad del huracán, ni tampoco se suspendió el congreso al que asistían las y los alumnos y el profesor, la lluvia de ese martes 24 de octubre fue un elemento anecdótico: se dirigieron al Congreso Internacional de Minería, en la Expo Mundo Imperial de Acapulco, a sólo unos pocos minutos del Hotel Copacabana, donde se hospedaban. Ese hotel tiene más de 2 décadas de haber sido construido, 15 pisos y pocas ventanas.

“En realidad el hotel estuvo en muy buenas condiciones. Mientras en la mayor parte del puerto no había servicio de internet ni de telefonía, nosotros, a las 24 horas, recuperamos el internet WiFi, y gracias a eso pudimos comunicarnos con los familiares”, recuerda Valentín Ibarra luego del azote de Otis.

Luis Mendoza, estudiante de la Universidad de Colima, documentó con su dispositivo los primeros momentos de ese viaje académico que se convertiría, con el paso de las horas, en toda una odisea. Primero fueron las fotos de los amigos llegando al hotel: sus rostros sonrientes formando un círculo, viendo directamente hacia el celular. Nada presagiaba la tragedia que acaecería horas después.

Acercándose, el peligro viene ya

El lunes 23 de octubre llegaron a la inauguración del Congreso Internacional de Minería. La lluvia, no se escuchó al interior, donde el mariachi cantaba, a toda voz el “¡Negrita de mis pesares/ hojas de papel volando/ Negrita de mis pesares/ Hojas de papel volando/ A todos diles que sí/ Pero no les digas cuándo/ Así me dijiste a mí/ Por eso vivo penando!”.

Tractores gigantes como bestias prehistóricas: Luis posa junto a una de ellas, sonriente, en shorts color beige y camisa azul, de mangas cortas. Luego, en otra foto, se aprecian sofisticados mecanismos, cuya finalidad es desconocida para un lego en la materia, y es que el estudiante de la Facultad de Ciencias Químicas sólo etiquetó, en la publicación, “Este circuito me gustó mucho”.

Una compañera de Luis sube a una especie de simulador de manejo, de esos vehículos iguanodontes, cuyas llantas son más grandes que un ser humano. Luego, en otra publicación, el estudiante de la UdeC expuso: “Alex y yo cuando nos evacuaron de la convención”. Ambos sonríen para la foto.

En otra de las fotos que publicó en su cuenta de Facebook, Luis tituló: “La calma antes de la tormenta”. Ironizó con una de las letras del opening de Dragón Ball Z, pues en la imagen peleaba Piccolo con Cell. La letra de la canción, para quien no la conoce, dice: “¡Acercándose, el peligro viene ya!”.

El joven también publicó imágenes de cómo, 2 horas antes, medios de comunicación como El Financiero, alertaban que Otis alcanzaba categoría 5 y se dirigía hacia las costas de Guerrero. Esa nota se había publicado, cuando las y los estudiantes estaban en la convención, pero ninguna autoridad alertó con antelación la peligrosidad de lo que acechaba desde el océano Pacífico.

Se ven, luego, imágenes de los estudiantes dentro del hotel. Valentín Ibarra, al respecto, mencionó que primero se colocaron en uno de los pisos intermedios, pues ahí el personal del hotel les aseguró que era el área más protegida. Ahí se quedaron hasta que una ventana, la única de ese cuarto, se hizo trizas por la fuerza huracanada de los vientos y los fragmentos de vidrio se convirtieron en esquirlas en el aire.

Posteriormente, relata el maestro Ibarra, se trasladaron al sótano del hotel, la siguiente parte más segura, de acuerdo a las consideraciones del personal del Hotel Copacabana. Al respecto, el maestro Ibarra criticó que, desde el primer momento, cuando llegaron al hotel, el personal los debió haber trasladado a ese sitio. No fue así y estuvieron en varios espacios, quedando patente en las videograbaciones y en testimonio del maestro el liderazgo que asumieron las y los universitarios en ese momento crítico.

El sótano fue el lugar más seguro, y eso se colige porque, horas después, decenas de turistas del Hotel Prestige, acompañados de la Guardia Nacional, arribaron al sótano del Copacabana. Para ese tiempo ya estaba el agua a ras de piso, a pesar de que las bombas trabajaban a toda máquina. Las imágenes que grabó Luis, de ese momento, parecen sacadas de la película Titanic, cuando comienza a hundirse el barco.

Un escenario de terror

Lo que sigue en las imágenes y videos que comparte Luis en su Facebook, coinciden con el relato que el maestro Ibarra narra de un escenario post-apocalíptico: destrucción y aniquilación total; imágenes que sólo se ven en series como Walking Death o The last of us. Eso es Guerrero: la escenografía de una tragedia humana, hasta su más alto nivel de aniquilación.

Esto refuerza aún más la percepción de que no hubo planeación por parte de las autoridades y, de nueva cuenta, pone de relieve el mérito de las y los estudiantes de la Universidad de Colima, así como del profesor, quienes no sólo sobrellevaron la situación con entereza y valentía ante una eventualidad inédita, sino que también ayudaron a otras personas a superar esa crisis.

De ahí que en los videos se vea al maestro Ibarra guiando a los estudiantes, entre la oscuridad, donde además de su voz se percibe el rugir de aire huracanado. Con voz firme y clara da instrucciones, los llama a la calma. En esos momentos en que pareciera que el Mundo se va a acabar, su voz es una mano que se tiende y reconforta hasta cierto punto.

En otra prueba de la calidad humana del estudiantado de la UdeC, se ve en un video a Luis haciendo uso de sus habilidades de carnicero, una profesión que aprendió de muy joven, y que, según sus palabras, en ese momento lo llenó de orgullo, porque pudo ayudar a otras personas. Se le ve cortando con maestría la pieza de carne y dejándola en un plato.

Si no fuera por la devastación total que los rodeaba, el video que subió Luis ese día parecería una carne asada más, una barbacoa entre amigos, algo que se hace cotidianamente un sábado. Se le veía sonriente a Luis. Las demás personas que lo rodeaban también reían, lo que habla de la insospechada capacidad de resiliencia

“Hubo quienes estuvieron tomando grabaciones y todo, documentando. Hubo quienes estuvieron apoyándonos en la parte de la logística, de acomodar habitaciones y chavos que estuvieron buscando víveres para almacenar”, detalla el maestro Ibarra en la entrevista, al resaltar la iniciativa que tomaron los estudiantes.

Respuesta del Rector

Acá en Colima, desde un primer momento, quien asumió el liderazgo de las gestiones y quien giró instrucciones para el regreso de las y los universitarios, fue el Rector de la Universidad de Colima, Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño. Eso lo confirma en su testimonio el maestro Ibarra, quien ponderó la reacción de las autoridades universitarias.

“Fue excelente. Fue algo muy rápido. Nosotros, en cuanto tuvimos comunicación, le dejé un mensaje a mi esposa e igual le dejé un mensaje a la directora (Hortencia Parra), y en la mañanita prácticamente me estaban contactando para ver qué habíamos planeado”, expuso.

Ante el adverso escenario de incomunicación, las decisiones que tomó el Rector en los primeros momentos adquirieron un valor estratégico: sin tener comunicación ya había contratado un servicio de camión externo al alquilado para que trasladara a los jóvenes de regreso a sus hogares y con sus familias.

Francisco Coello Aguilar, Secretario Privado del Rector, explica en una entrevista que, incluso, el Rector Torres Ortiz firmó un documento en el cual acreditaba que el camión no tenía objetivos turísticos, sino que iba a recoger a estudiantes para regresarlos a Colima. Era, pues, de alta prioridad.

“Esto dio una facilidad de ingreso y evitó inconvenientes al ingresar a la ciudad de Acapulco. Se contrató a una empresa de transporte ajena y distinta a la que se había ido con ellos, y el viernes (27 de octubre), a las 6 de la mañana, llega el camión a Acapulco”, relata Coello Aguilar.

La travesía de regreso a Colima duró 22 horas, pues los caminos eran casi intransitables; se tuvo que rodear y llegar hasta la Ciudad de México y de ahí hacia Colima. El maestro Ibarra fotografió a las y los estudiantes en el camión. Se les ve cansados, pero sonrientes. Esta imagen luego la publicó el Rector en sus redes. 

“¡Extraordinaria noticia! Nuestros estudiantes de la Facultad de Ciencias Químicas y su Mtro. Ibarra ya vienen de regreso de la ciudad de Acapulco. Acaban de subir todos al camión.  La empresa contratada y el operador del camión calculan entre 18 y 20 horas para llegar a Colima”, escribió. En esa fotografía, que tuvo gran resonancia mediática, se ve a Luis en el centro, haciendo con la mano la V de la victoria.

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