A comienzos de 2020 se desencadenó la pandemia de Covid-19. Hoy, casi 4 años después, han recibido el Premio Nobel de Medicina Katalin Karikó y Drew Weissman, los científicos que pusieron las bases para el rápido desarrollo de las vacunas basadas en ARN mensajero que salvaron millones de vidas.
Ambos investigadores, junto al resto de premiados, tomaron la medalla que les acredita como nuevos nobel de manos del rey Carlos Gustavo de Suecia, en una ceremonia celebrada este domingo en la Sala de Conciertos de Estocolmo, el mismo día en que se conmemora la muerte de Alfred Nobel.
Durante el acto los premiados no toman la palabra y al recibir el galardón solo hacen 3 reverencias: al monarca, a los miembros de las academias y al público, momento en que la bioquímica húngara Karikó y el inmunólogo estadounidense Weissman recibieron el aplauso más largo y cerrado.
En esta ocasión, ocupaban el lugar de honor 7 hombres y 3 mujeres. La cuarta era Narges Mohamnadi, presa en Irán y que hoy mismo comenzó una nueva huelga de hambre, para quien fue el Nobel de la Paz, que se entregó unas horas antes en Oslo.
La presidenta de la Fundación Nobel, Astrid Söderbergh, abrió el acto recordando a la activista contra la opresión de las mujeres en Irán, encarcelada “junto a muchos otros presos de conciencia”, en la prisión Evin de Teherán, y reiteró su mensaje: “La victoria no es fácil, pero es segura”.
Y de los 10 nuevos nobel presentes en Estocolmo aseguró que dan testimonio, “cada uno de ellos de una forma única”, del poder de la ciencia y la literatura. Nos muestran que, individualmente y juntos, tenemos dentro de nosotros la capacidad de cambiar el Mundo”.
La ceremonia había empezado minutos antes, con la asistencia de los reyes Carlos Gustavo y Silvia, junto a la princesa heredera Victoria y su esposo, el príncipe Daniel, así como unos 1,560 invitados.
Karikó y Weissman merecieron el Nobel de Medicina por sus descubrimientos sobre el ARN mensajero que, 15 años más tarde, “permitieron desarrollar vacunas que ayudaron a controlar una pandemia devastadora y salvar millones de vidas”, dijo al presentar el premio Gunilla Karlsson, de la Asamblea Nobel.
La pandemia hizo que la confianza de los ciudadanos en la ciencia aumentara, al igual que su concienciación y conocimientos “sobre las amenazas infecciosas”. La investigación básica realizada por los nuevos nobel “sin duda contribuyó a ello”, aseguró Karlsson.
En Química, el francés Moungi Bawendi, el estadounidense Louis Brus y Alexei Ekimov (antigua Unión Soviética) descubrieron y sintetizaron puntos cuánticos, que han contribuido “decisivamente” al campo de la nanociencia y ya se usan para mejorar las pantallas o para marcar el tejido tumoral durante la cirugía.
El Nobel de Física fue para los franceses Anne L’Huillier y Pierre Agostini y el húngaro Ferenc Krausz, por sus trabajos para generar con láser pulsos de luz de una duración de attosegundos e investigar así la dinámica de los electrones dentro de los átomos.
L’Huillier es la quinta mujer en la historia de estos premios que lo gana en Física. Residente en Suecia, donde desarrolla su labor universitaria, el rey la saludó largamente al entregarle la medalla y el diploma.
La estadounidense Claudia Goldin es la tercera mujer que lo logra en Economía y la primera en hacerlo en solitario en esta categoría. Su investigación ha cambiado “radicalmente lo que sabemos sobre las mujeres en el mercado laboral y cómo entendemos lo que sabemos”, destacó Kerstin Englo, del Comité Nobel.
El dramaturgo y novelista noruego Jon Fosse recogió el Nobel de Literatura por su capacidad de “dar voz a lo que no se puede decir”, destacó Anders Olsson, del Comité Nobel.
El autor de ‘Septología’ usa las palabras más sencillas y escribe sobre experiencias con las que todos nos identificamos: la separación, la muerte, la vulnerabilidad del amor, pero es también -destacó- “el maestro de la ambivalencia y de lo no resuelto. En su Mundo, la incertidumbre late con una luz secreta”.
En los alrededores de la Sala de Conciertos se concentró un grupo de varias decenas de personas que, con fotos y pancartas, recordaban que la nobel de la Paz está en prisión y pedían su liberación.
Casi junto a ellos un segundo grupo, concentrados por la organización Scientist Rebellion, llamaban la atención sobre el cambio climático y advertían de que la COP28 de Dubái podría ser “otro fracaso”.