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El adiós de Audelino Flores, último líder de la vieja guardia

Pocas generaciones en Tecomán tendrán la gracia de decir que conocieron a los hombres que le dieron identidad al municipio, una ola de personajes que, tras años de ejercer el poder, hoy se ve difícil que pueda darse de nuevo una camada con ese estilo.

Justo este sábado 23 de diciembre de 2023 se fue una de esas figuras cuyo nombre seguramente resonará por generaciones, más allá de su personalidad polémica pero genuina: Audelino Flores Jurado.

El 8 de abril próximo cumpliría 70 años. Fue el hombre de Rancho Solo, municipio de Ixtlahuacán; también el pequeño campesino que a lomo de burro iba a la escuela y que con tan solo 22 años tomó las riendas del naciente Sindicato de Trabajadores al Servicio del Ayuntamiento, DIF y Comapat, un encargo en el que dejó sus mejores años, pero también los más difíciles. En suma, toda su vida.

Desde el anuncio de su deceso, organizaciones, instituciones y la clase política se movilizaron y presentaron sus respetos y las debidas esquelas. Mientras, el cuerpo del líder llegaba a su sepelio tras perder la batalla de semanas en el hospital, porque no se iba a ir sin dar pelea, no se iría sin el último intento, no daría un paso atrás, nunca. Sus restos se velaron en su hogar, una casa promedio de la calle Aeropista, no en una funeraria ni en el edificio sindical. Audelino era un Don de casa, de familia y campo y sería en la suya donde se despediría de los suyos.

La misa fue oficiada en el Santuario Mariano de la Candelaria. Allí también sirvió como misionero. La clase trabajadora ocupó el recinto religioso confundida, con miradas buscándose entre uno y otro, haciendo guardias con rostros encogidos y cristalinas gotas que a veces caían y otras se aferraban a la mirada quizás recordando anécdotas, tal vez recorriendo cómo llegaron a ese momento; algún regaño o una de esas veces que tocó hacer un paro como parte de la lucha sindical, o aquel día en que caminaron todos desde Tecomán a Colima exigiendo el cumplimiento de sus derechos. Nadie lo sabemos, solo esos que fueron compañeros de lucha, solo ellos.

Al mismo tiempo, el sacerdote recordaba al hombre religioso, al Audelino devoto de la Virgen, al que iba a pintar capillas y se ofrecía a apoyar previo a la fiesta grande de Tecomán.

Un camión de Bomberos encabezó el cortejo al edificio del Sindicato de Trabajadores. Hasta ahí llegó por última vez el cuerpo de Audelino. Ante su gremio se nombró lista: “¿Audelino Flores Jurado?”, “¡Presente!”, fue la respuesta, la misma que desde hace 47 años. En ese lugar se habló del líder, de cada lucha y su legado, de los encargos que dejó por hacer porque ya no tuvo tiempo; también de cómo estuvo siempre cerca de otros líderes que en Tecomán dejaron huella, como Gustavo Vázquez y Silverio Cavazos.

Se dijo mucho del hombre recio y aguerrido, de cómo no claudicó en cada batalla y de sus últimas semanas antes de partir, cuando en convalecencia pedía conocer la iniciativa de la nueva Ley de Pensiones para estudiarla y marcar dónde actuar para que no se vulneraran los derechos de las y los trabajadores. Su hijo contó cómo Audelino pedía apoyo para sus vecinos de cama en el hospital, porque esa era su naturaleza y aún ahí se encontraba liderando a los de su pabellón hospitalario.

Se le despidió entre aplausos y vivas, como quisiéramos muchos ser despedidos, recordados, siempre a lo grande y en una fecha imposible de olvidar: Navidad.

La última parada fue en el PRI municipal, de quien también fue presidente. Allí se reunieron exlíderes, antiguas autoridades y actuales dirigencias. Audelino tenía un corazón priista, pero eso nunca fue obstáculo para exigir a las y los alcaldes lo que a su juicio y amparado en la ley era necesario, así fueran de su propio partido.

No hubo muchos políticos en los homenajes, un solo diputado, David Grajales, nadie en representación de la autoridad municipal. Posiblemente ya habrían presentado sus respetos en el domicilio, tal vez la fecha festiva navideña impidió su presencia, lo cierto es que tampoco era algo que le hubiera quitado el sueño al líder, que tampoco se deslumbraba por protocolos políticos. Al final del día, la misión de su existencia se cumplió y sea amado o no, apreciado por algunos políticos, incluso calumniado para reducir la lucha gremial, se le despidió como a los grandes lo han hecho en Tecomán.

El gremio sindical está de luto. A ellas y a ellos les corresponde arropar a lo más preciado de su líder: a la familia, lo demás traerá sus retos, después de todo, dicen que cualquiera puede sostener el timón cuando el mar está en calma, pero estos tiempos son de tempestad y requerirá un sindicato unido.

Gracias y adiós, Don Audelino, que le vaya más o menos, ya usted sabe. Que su gremio lo recuerde como el verdadero líder que tuvo la confianza para estar solo, el coraje para tomar decisiones difíciles y la compasión para escuchar las necesidades de los demás.

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