La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) informó de la desaparición del obispo emérito del estado de Guerrero, Salvador Rangel Mendoza, quien ha dialogado con grupos de la delincuencia organizada en búsqueda de la pacificación, durante su tiempo en activo en la región centro del estado.
En un comunicado emitido esta tarde, la CEM hizo un “respetuoso pero firme llamado” a quienes lo mantienen en cautiverio para que en un acto de humanidad le permitan tomar su medicamento, dado su delicado estado de salud.
“Reiteramos nuestra solicitud para su pronta liberación y regreso seguro a casa”, agrega al llamado.
El obispo emérito de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, Guerrero, habría desaparecido el pasado 27 de abril en el estado de Morelos, en donde vivía desde su retiro, y se tuvo contacto con él la última vez.
En ese estado se abrió una investigación ante la Fiscalía Especializada en Desaparición Forzada de Personas y Cometida por Particulares, y la CEM solicitó también, de manera enérgica, la intervención del Gobierno federal y del estado de Guerrero para actuar de manera coordinada y eficaz a fin de regresarlo sano y salvo.
En tanto, el Gobierno de Guerrero informó que la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) desplegó un operativo en los municipios colindantes con Morelos para la localización del prelado y dijo estar en espera de algún requerimiento oficial de colaboración de parte de las autoridades de esa entidad.
El obispo en funciones, José de Jesús González Hernández, informó que las investigaciones son coordinadas desde la ciudad de Cuernavaca, capital de Morelos, por el obispo de esa diócesis, Ramón Castro Castro, y pidió guardar prudencia.
Dijo que ese obispo y las autoridades de Morelos piden que “no se utilicen términos inexactos o inadecuados sobre el suceso”. También suplicó a las personas que tengan al obispo que le proporcionen sus medicamentos.
Durante su estancia en Guerrero desde 2015, Salvador Rangel fue un jerarca católico que causó polémica por sus declaraciones políticas, principalmente en 2018 cuando reveló haber tenido reuniones con grupos de la delincuencia organizada para pacificar la región centro, que abarca la capital, Chilpancingo, el municipio de Chilapa, y parte de la sierra de Tlacotepec.
En 2017, durante un tiempo, estuvo a cargo también de la diócesis de Altamirano, región Tierra Caliente, después de que el responsable renunciara por inseguridad, tras el asesinato de 3 sacerdotes.
En ese mismo año el obispo celebró una misa en la comunidad de Tlanicuilulco, municipio de Quechultenango, bastión del grupo delincuencial Los Ardillos, en donde recibió un báculo y un pectoral de plata, así como un anillo.
En 2022 el prelado se retiró de funciones, sin embargo, continuó en escena con temas políticos y de seguridad.
En febrero de este año, cuando la violencia criminal paralizó la capital del estado los obispos de Guerrero revelaron haber intervenido para pacificar la zona, y él declaró en un noticiero de radio estar amenazado de muerte, pero dijo desconocer si por los capos o por el Gobierno.