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ARTÍCULO: Las estadísticas del terremoto del 31 de mayo de 1818

Por Redacción May31,2024 #Opinión

Por José Luis Larios García

A las 3:07 de la madrugada, un terremoto sacudió la tierra de los pueblos de Colima. El Centro Nacional de Prevención de Desastres, considera al temblor como de magnitud 7.7, tipo oscilatorio y trepidatorio; se sintió en diferentes partes como Puebla, Tlaxcala, Ciudad de México, Jalisco, Oaxaca, Morelos, Veracruz y Colima.

José Miguel Romero de Solís y Paulina Machuca describen el desolado y caótico suceso que dejó la noche del sismo:

“Todos los vecinos sufrieron daños y la mayoría perdieron, en instantes, todo cuanto poseían. Las sacudidas del sismo echaron abajo las casas principales, las grandes fincas de piedra y las chozas de carrizo y palapa de los más pobres. Las casas reales y los templos, de modo especial la iglesia parroquial, padecieron grandes daños”. (Romero y Machuca, 2011: 78).

Las condiciones de sobresalir ante el desastre, se vieron empañadas por las víctimas del terremoto. Durante el sismo, “quedaron las casas derruidas, los heridos, las viudas y huérfanos, la vida a la intemperie, el silencio del paisaje y los aullidos de los perros”, todo cambió al instante (Ibid). Se había escrito el desastre más mortífero y dañino que se ha registrado en la historia de Colima ocasionado por un terremoto.

En los libros de entierro resguardados en el Archivo Histórico de la Parroquia de San Felipe de Jesús (Beaterio), se asentaron los difuntos acaecidos en la Villa de Colima. Según las estadísticas recabadas, de las 91 víctimas, 54 fueron mujeres y 37 hombres, de los cuales, 59 eran adultos, 28 párvulos, 2 doncellas y 2 infantes. Entre los muertos se encuentran 46 españoles, 31 mulatos, 6 mestizos, 4 indios, 2 coyotes y 2 más no tienen registro de casta.

Los datos dan cuenta de la magnitud que se vivió en la madrugada del 31 de mayo de 1818. Hubo casos en donde todos los miembros de una familia perecieron bajo las ruinas de sus viviendas, frágiles e irreparables, que estaban edificadas con paredes de adobe y techos de teja, quizá estos fueron algunos de los factores que propiciaron el índice de víctimas, así como el horario de lo acontecido.

Un caso lamentable fue el de la familia Barajas Jara, donde todos perecieron la noche del temblor: María Juliana -adulta-; Pedro, Juana María y María Guadalupe -párvulos-, fueron sepultados en el camposanto bajo limosna, es decir, un entierro humilde. Asimismo, ese día, los hermanos Ramírez Salas: Marcelino, Petronilo y Toribio -todos párvulos-, se encontraban entre las víctimas, el techo de su casa colapsó y quedaron bajo los escombros. Sus padres, mulatos, sobrevivieron a la desgracia, pero con la pena de sepultar, también bajo limosna, a sus hijos en el camposanto.

Uno de los lugares más devastados fue el barrio de “La Soledad”, colindante con el barrio del “Hueso”, aquí murieron 13 personas, como los hermanos Isabel, Manuela y Francisco Baldobinos (sic).  La capilla quedó severamente dañada y reducida a escombros. No se volvió a reconstruir para los servicios devocionales. De igual manera, se derrumbó una casa que servía como escuela de primeras letras, se cayó parte de la sala, donde sufrieron daño algunos objetos como “una mesa vieja de parota de 4 varas, 5 bancos de madera de chico con escopleaduras, una mesa nueva de 2 varas de madera blanca, un estante mediano con divisiones para libros”.

En el cementerio de la capilla del Dulce Nombre de Jesús fueron sepultadas 12 víctimas, 11 eran españoles y una mulata. Además, en ocasiones, el recinto católico prestaba los servicios sagrados para recibir el Santísimo, sobre todo en tiempos de crisis.

Juan Linares, subdelegado de Colima, informó al teniente coronel Juan Antonio Fuentes, que en el convento-hospital San Juan de Dios, fallecieron 4 personas con heridas de gravedad; en tanto que, algunos heridos eran colocados en petates para otorgar los primeros auxilios, por no haber camas suficientes.

El estado de emergencia duró por varias semanas en la Villa de Colima, se establecieron jacalones provisionales en el jardín principal y plaza nueva para las autoridades civiles y militares, se emitieron decretos con el objetivo de levantar lo más pronto posible los escombros de las calles y, como todo pasa, la población continuó con su vida cotidiana, incluso con la guerra a cuesta por la lucha de la Independía.   

Fuentes consultadas

Archivo Histórico del Municipio de Colima.

Archivo Histórico de la Parroquia de San Felipe de Jesús (Colima).

José Miguel Romero de Solís y Paulina Machuca, Colima: historia breve, México, Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México y Fideicomiso Historia de las Américas, 2ª ed.

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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