Por Marcial Aviña Iglesias
Violencia. Nueve letras que al conjugarse las interpretamos como algo que nos inspira una mixtura entre ira, miedo y desesperación. La escuchamos por la radio, le vemos por televisión e internet, pero lo más triste es que no se acaba apagando el aparato radiofónico ni el televisor o desconectándonos de la red, pues ya ha sido incrustada como un implante en nuestras vísceras, en el carácter de cada individuo.
Existe, y su reputación predomina entre las personas que la utilizan para llamar la atención, para hacerse notar o escuchar. Está en cada uno de nosotros; la vivimos donde sea. En la calle, con el coche que se estaciona en el lugar de las personas con discapacidad o el conductor que cree tener más derechos de vialidad que el peatón. La ñora que al barrer en lugar de recoger su basura la echa a la casa del vecino. En el trabajo, cuando algún compañero le falta al respeto o dejan de tratarlo como ser humano. En la casa cuando estoy enojado y hago un pancho o en el hogar de aquel niño que sus papás se separaron y lo hacen sentir culpable, que de tanto sentimiento busca desquitarse despedazando sus juguetes o agrediendo a sus compañeros de la escuela.
Una pared rayada también es violencia, pues quien lo hizo no se detuvo a pensar que esa barda no es suya y que su dueño debe invertir dinero para reparar el daño. Imagino que esa persona tiene una difusa idea sobre respetar lo ajeno y, lo peor a veces ni arte es lo que dibujó. Da pena que, debido a acciones como estas, tengamos que vigilar violentados nuestras pertenencias, cuidar de los seres que amamos ante cualquier persona. Sintiendo ira y miedo a que nos hagan daño, hacemos de nuestros hogares jaulas por el temor de que alguien te haga daño porque lo viste introducirse a tu casa.
No podemos comprar todos los diccionarios y arrancar la hoja donde se define la palabra violencia, pues con ello no se arreglarían las cosas ni tampoco pedirles a los doctores que inventen la vacuna contra la violencia, pero si podemos regalar una sonrisa, ser amables sin caer en la condescendencia, y lo más importante, intentar ser pacíficos en un mundo agresivo, demostrar que estamos civilizados, y la mejor forma de evitar ser violentos es empezar con nosotros, dejar de maltratarnos.