El Bayern Múnich estrenó el Allianz Arena en la nueva temporada con una “floja” victoria ante el Friburgo que le aúpa al primer puesto de la todavía recién comenzada Bundesliga, en un partido en el que mostró algo más de seguridad defensiva que en la primera jornada, pero en el que careció de ideas en ataque.
El que será rival del Barcelona en la Liga de Campeones diseñó un planteamiento más horizontal que de costumbre en el inicio, en perpetua búsqueda de la generación de espacios a través de la circulación de balón, para intentar aplicar los postulados del belga Vincent Kompany, pero que resultaba ineficaz.
En frente se encontró a un oponente perfectamente armado, en dinámica positiva tras un esperanzador comienzo liguero en el que apabulló al subcampeón Stuttgart, y que aguardaba su momento para tratar de sacarle los colores a los bávaros. Lo logró en sentido literal: jugó de rojo en casa de un Bayern que vistió de blanco. En el figurado, que es el importante en el futbol, se quedó por el camino, pese a dar una digna imagen.
El Bayern tenía el esférico. Lo movía y lo sobaba, pero sin tener claro qué hacer con él. La muralla diseñada por el técnico rival Julian Schuster dejaba sin espacios y en continua indecisión a los centrocampistas locales: si ser obedientes a las indicaciones del técnico o sucumbir a la pulsión vertical que les caracterizó toda la vida.
Así hasta que apareció uno que dispone en sus botas de ambas facultades. Hacía falta activar un resorte que agitase el juego y el que lo hizo fue Michael Olise. El francés, tan dotado como potente, puso primero un magistral pase en profundidad con el que Gnabry a punto estuvo de encontrar a Musiala en boca de gol, cortado por un defensa cuando el esférico prácticamente aterrizaba en las botas del extremo.
Un par de minutos después obligó a intervenir por primera vez al meta Florian Müller tras un intencionado remate con su zurda, en una jugada cuya segunda opción, el también galo Mathys Tel no acertó a concluir.
A partir de ahí, pausa de hidratación mediante, otro tramo de futbol tedioso. Los minutos transcurrieron sin peligro alguno, con los bávaros incapaces de descerrajar la defensa del Friburgo y con múltiples dudas en el campo… hasta que llegó la jugada del partido.
Un balón colgado al área pasada la media hora fue cabeceado por Harry Kane, cuyo remate golpeó involuntariamente en el antebrazo izquierdo del defensa Max Rosenfelder. El árbitro, que había ignorado por completo el contacto, fue advertido por el VAR y, tras consultarlo en monitor, dictó la pena máxima. El punta inglés no perdonó desde los 11 metros.
Concluyó la primera parte con la sensación de que los bávaros se habían llevado demasiado premio. Y el Friburgo, demasiado castigo. En la reanudación, el guion siguió por los mismos derroteros: posesión insulsa e inoperante del Bayern y los de Schuster esperando su oportunidad.
A punto estuvieron de materializarla a los 11 minutos del segundo tiempo, cuando un balón servido al área fue reorientado con toda la intención a la zona de castigo por Lukas Kübler, que entró solo por el costado diestro, pero su pase fue interceptado por Neuer cuando el austriaco Adamy ya preparaba la cabeza.
Instantes después, otra ocasión. Esta aún más clara, tras un remate mordido de Osterhage que, tras ser repelido por la defensa bávara, rebotó en su propia cabeza y casi sorprendió al capitán del Bayern.
Desacomplejado por la incertidumbre de los de Kompany, que había dado entrada al campo a Thomas Müller y al discutido Kingsley Coman, el Friburgo se lanzó a buscar el empate. Adelantó las líneas y le comenzó a quitar el esférico al hexacampeón europeo. Ante el panorama, el entrenador belga introdujo más cambios para templar los ánimos de un rival que comenzaba a creérselo y el Bayern recuperó la iniciativa.
Coman estuvo cerca de marcar en segundo disparo y Müller, el día que superaba a Sepp Maier como el jugador con más partidos de la historia del conjunto bávaro, controló con el pie magistralmente en el área un centro servido por Gnabry para fusilar la portería del Friburgo y darle algo de tranquilidad a la angustiada parroquia del Allianz Arena.
En los últimos minutos, en los que la afición local ovacionó sin descanso a su ídolo, los visitantes buscaron un gol que hiciera honor a su actuación a domicilio; pero Höler mandó a las nubes en el descuento el penalti cometido por mano de Pahlinha.
Con este triunfo, aunque sin brillo en el juego, el Bayern aprovecha los tropiezos de Leverkusen -primera derrota en Bundesliga tras 35 partidos- y Borussia Dortmund en la jornada del sábado y se coloca junto al Leipzig, verdugo de los de Xabi Alonso, y el sorprendente Heidenheim como los únicos con los 6 primeros puntos en lo más alto de la Bundesliga.