El nuevo primer ministro francés, Michel Barnier, dijo este viernes que quiere controlar los flujos migratorios y advirtió de la situación “extremadamente grave” del déficit presupuestario.
En su primera entrevista tras llegar este jueves al cargo, el conservador Barnier dijo también que quiere abrir un debate sobre “la mejora” de la polémica reforma de las pensiones del año pasado, pero siempre “dentro del marco presupuestario”.
El nuevo jefe del Gobierno francés aseguró al canal TF1 que quiere incluir en su futuro Ejecutivo a miembros de su familia política, Los Republicanos, pero también procedentes del macronismo y a “personas de izquierda”.
“El sectarismo es una forma de debilidad”, afirmó.
La supervivencia del Gobierno de Barnier dependerá de la extrema derecha encabezada por Marine Le Pen, que por ahora le ha dado el beneficio de la duda.
El primer ministro señaló que se reunirá con Le Pen, igual que con otros dirigentes de grupos parlamentarios, pero trató de marcar distancias con ella.
Aunque dejó claro que “no tengo gran cosa en común” con Le Pen, sí reconoció su “respeto” por los 11 millones de ciudadanos que votaron por su partido en las recientes elecciones legislativas “y su voz cuenta”, dijo.
Barnier, que llega al Gobierno con 73 años -la edad más elevada de un primer ministro durante la V República instaurada en 1958-, reconoció que no necesitaba el cargo “con la edad que tengo”.
Pero sí dijo que aceptó el encargo del presidente, Emmanuel Macron, por la “difícil” situación política que vive el país, con una Asamblea Nacional fragmentada como nunca en muchas décadas.
Frente a esa situación, Barnier esgrimió su “capacidad para negociar” como según él demuestra su experiencia política como ministro en 3 ocasiones, comisario europeo en otras 2 y negociador de la UE para el Brexit.
En cuanto a las prioridades de su programa, que tendrá que presentar a las 2 cámaras del Parlamento, aseguró que “no hay líneas rojas”.
Preguntado expresamente sobre la inmigración, un asunto sobre el que pidió una moratoria en su programa para las primarias de su partido de cara a la elección presidencial de 2022, Barnier dijo que existe “el sentimiento de que las fronteras son coladeros y de que los flujos migratorios no se controlan”.
Frente a ello, apostó por “un control migratorio vigoroso” a través de “medidas concretas”.
También citó otras prioridades como la subida de los salarios o la mejora de los servicios públicos.
El control de las finanzas públicas será un punto clave, con el déficit público que amenaza con subir este año al 5.6% del PIB a pesar de numerosas medidas de control que el anterior Ejecutivo aplicó tras el 5.5% de 2023.
“La situación es extremadamente grave”, admitió claramente Barnier, ya que Francia ya está sometida a un procedimiento de la Comisión Europea por déficit excesivo, abierto este mismo año.
Preguntado sobre si prevé una subida de impuestos, que sería sobre los más ricos ya que la clase media sube ya una fuerte presión fiscal, Barnier aseguró que no descarta “una mayor justicia fiscal”.
Al proceder de un partido diferente al de Macron, Barnier hizo un voto de independencia, al decir que “el presidente va a presidir y el Gobierno a gobernar”.
