En un Mundo cada vez más afectado por las crisis ambientales, resulta alentador observar cómo la Universidad de Colima (UdeC) se posiciona como un semillero de soluciones innovadoras. La XLI Semana del Químico, realizada en el Campus Coquimatlán, dejó en claro que la sostenibilidad no es solo una meta, sino una práctica que puede y debe implementarse desde las aulas.
La exposición del investigador Jonathan Sánchez Silva, de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, reveló el enorme potencial de los residuos agroindustriales y sólidos urbanos. Su enfoque en la economía circular no solo subraya la necesidad de reducir el impacto ambiental de los desechos, sino que también abre la puerta a nuevas oportunidades en la generación de bioproductos, como bioenergía, biocombustibles y biofertilizantes.
El caso del maguey y el bagazo es emblemático. Esos residuos, generalmente considerados como desperdicio, pueden convertirse en recursos valiosos mediante procesos como la pirólisis o la carbonización hidrotermal. Este enfoque no solo optimiza el uso de materiales disponibles, sino que también aborda problemas críticos como la contaminación del agua, una de las principales preocupaciones en México.
En un contexto donde nuestro país se posiciona como un importante productor agroalimentario, es imperativo replantear la relación entre producción y residuos. La economía circular, como lo explicó Sánchez Silva, no solo representa una alternativa viable, sino una necesidad urgente para garantizar un desarrollo sostenible.
La UdeC, a través de sus estudiantes de Ciencias Químicas, demuestra que la educación puede ser una herramienta transformadora. Formar ingenieros químicos comprometidos con la innovación sostenible no solo impacta a nivel académico, sino que genera soluciones aplicables a nivel local y global.
Este tipo de iniciativas deben ser apoyadas y replicadas, tanto por el sector público como privado. La sostenibilidad no es un lujo, es una responsabilidad compartida. Desde las universidades hasta las políticas públicas, la adopción de prácticas circulares es clave para garantizar un futuro más limpio y equilibrado.
Que este esfuerzo sirva de inspiración para otros campos del conocimiento y para toda la comunidad universitaria.