Irene Vallejo, en Colima
Por Alberto Llanes
Definitivamente necesitamos más gente, más personas como Irene Vallejo. Esas personas que sean dulces, pero que nos abracen con las palabras, que nos hagan vibrar, pero también que nos pongan a pensar y que, también, nos hagan viajar y traigan a colación cosas, autores/as, clásicas, pero también muy actuales, donde de pronto se cite a Safo, Sófocles, la Biblia, pero en donde también se mencione a Pink Floyd, U2, The Rolling Stones y demás.
Irene Vallejo a catalogado este día, 3 de diciembre de 2024 como un día inolvidable y si para ella así lo fue, para quienes estuvimos de público en los 2 eventos que organizó la Universidad de Colima “mí, nuestra alma máter”, también lo fue. Resulta que la Universidad de Colima le entregó, merecidamente, el Doctorado Honoris Causa a esta distinguida autora española, para muchos, ya convertida en todo un clásico que, seguramente, lo seguirá siendo durante mucho tiempo más.
El recinto donde se llevó a cabo la entrega de este merecido reconocimiento por parte de nuestra Universidad de Colima -no hay mejor lugar al que yo vaya o donde me sienta mejor, que en la Universidad de Colima-, fue el Teatro Coronel Pedro Torres Ortiz que, por otro lado, lució pletórico; ahí nos dimos cita universitarios y público en general.
No me esperaba todo lo que sucedió ahí dentro, por eso Irene Vallejo, nuestra distinguida maestra de ahora en adelante, ha dicho en repetidas ocasiones que fue/ha sido un día inolvidable. Y vaya si lo fue.
Para ella ha sido trepidante por el cúmulo de emociones, le decía a mi amiga Krishna Naranjo -con quien compartí el evento-, le decía: -¿Qué sentirá Irene Vallejo al tener el teatro lleno y con toda la gente expectante, emocionada y demás… que nos dimos cita ahí?-, la respuesta puede ser obvia, quizá Irene ya esté acostumbrada. Sin embargo, somos humanos y los nervios están presentes y al momento de su discurso lo dijo -estaba emocionada- y nosotros también, luego salió el Ballet Folklórico de la Universidad de Colima junto con el mariachi, Irene disfrutó, en primera fila, de estos 2…
Para nosotros, fue la oportunidad, quizá única, quizá no, de tenerla en nuestro terruño, en nuestra universidad, en nuestra entidad, en nuestra casa, en nuestro territorio loro/a.
Su discurso de aceptación fue un abrazo al alma, al cuerpo, a las humanidades; fue una clase magistral en breves minutos de la grandeza de pensamiento, alma y de la persona que se desprende de Irene Vallejo.
Sus libros son horas de estudio, de reflexión, de lectura, de investigación, de escritura, para poder aterrizar todo esto, convertirlo en palabras y regalárnoslo en hermosos libros que son un apapacho al corazón, que son punto de reflexión y son pequeñas cápsulas para enamorarnos por siempre y para siempre de la lectura y de la escritura, procesos inherentes uno del otro.
En España, El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo se publicó a finales del año 2019, a México, en tapa blanda y editado por Siruela llegó a inicios de 2020, en ese año la pandemia estaba a tope y yo no soy lector de modas y lo dejé para después. Sin embargo, este libro no es ninguna moda, me refiero a que no me gusta leer lo que de pronto, todo Mundo lee, 2021 lo utilicé para sanar, sanar de la pandemia y sanar de la tremenda pérdida física de mamá. El año 2022 llegó con nuevos bríos y, entonces, aproveché para lanzarme a la aventura de leer; no pude conseguir el documento en físico por ningún lado, lo conseguí virtual.
Si en físico el infinito era infinito, en virtual se volvió más infinito, eran alrededor de mil páginas, pero llevaba el infinito en mi bolsillo, en mi dispositivo que leía en mi aplicación ReadEra. Me gusta rayar, hacer anotaciones y comentarios en los libros que me atrapan, este no podía ser la excepción, así que, en físico, le hacía notas, iba escribiendo dentro de lo ya escrito y, también, lo fui citando vía redes sociales.
Como por arte de magia -porque así son los libros- de no tener ningún ejemplar en físico llegué a tener 2 que me cayeron así, de pronto, uno lo conservo porque fue regalo de mi amigo Jaime Velasco, el otro lo ofrecí en venta y así como lo ofrecí, se fue, voló al infinito de manera veloz, a otros ojos, a otro estante, a otra casa y a otra vida.
Cuando me sentía aburrido, abría mi celular y leía. Recuerdo que estaba en el concierto de Pancho Barraza y, en tanto el cantante salía a dar su espectáculo, yo estaba entrado lee y lee, así fue como avancé. Tenía el infinito en mis manos.
Jamás imaginé que la autora que disfruté años atrás estuviera en Colima, la pudiera ver y, sobre todo, oír… Conforme hablaba, en esta visita que tuvo en nuestra ciudad, recordaba pasajes del libro, de las columnas que he leído. Qué dicha este día, me voy con el corazón contento, tranquilo, de saber que hay poquita o mucha esperanza en la humanidad, que las cosas no se tienen que hacer al vapor, de rápido, que todo lleva un proceso y va poco a poco. Espero que, con este doctorado, Irene Vallejo se sienta cobijada por una universidad pública y, sobre todo, deseo, añoro, que cumpla su sueño de ser catedrática en una universidad como la nuestra y, si fuera en la nuestra mejor qué mejor…
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