El Periodismo frente al trabajo infantil en Colima
Por Arnoldo Delgadillo Grajeda
En marzo de 2015, la entonces Secretaría del Trabajo y Previsión Social rescató a 13 niñas, niños y adolescentes, junto con 36 jornaleros indígenas mixtecos más, de las condiciones de explotación laboral en las que eran víctimas, en campos de cultivo de pepino cerca del Ejido El Diezmo, en el municipio de Colima. Los menores trabajaban jornadas de más de 10 horas, expuestos a plaguicidas sin equipo de protección, viviendo hacinados en casas de cartón, pasando hambre y sin acceso a atención médica. Recibían 3 pesos por cada cubeta de pepino recolectada. Apenas llevaba unos meses como periodista, y esa fue la primera vez que comprendí con crudeza qué significaba el trabajo infantil: una forma de esclavitud contemporánea, amparada por el silencio y la omisión institucional.
La nota alcanzó los titulares en noticieros nacionales por un par de días y luego se olvidó. Me apena reconocerlo, pero antes de esa cobertura ni yo -que me consideraba una persona crítica y con sentido social- había sido realmente consciente de que, en pleno siglo XXI, la infancia pudiera seguir expuesta a condiciones tan brutales. Por eso me impactó tanto. Decidí volver, días después, al sitio del rescate. Ante lo desolador de la vuelta a la normalidad, publiqué una nueva nota: “En los campos de pepino en Colima la vida sigue”. Y sí, seguía. Todo seguía: la explotación, la indiferencia, la precariedad. Desde entonces, me convencí de que el trabajo infantil no es una anécdota aislada ni un problema ajeno: es una herida estructural de México, sostenida por la pobreza, la impunidad y una profunda desigualdad.
Con el tiempo, además de seguir ejerciendo como reportero, me convertí también en un estudioso del Periodismo, no solo como una actividad profesional, sino como herramienta ciudadana. Lo entendí entonces como “un método sucesivo de interpretación de la realidad social”, con capacidad no solo para denunciar, sino también para activar la agencia colectiva -esa fuerza que permite decidir, transformar, resistir-. Fue desde esa perspectiva que comprendí con mayor claridad cómo el Periodismo en México ha estado históricamente marcado por la cobertura de los llamados “grandes temas”: la política, la violencia, la corrupción, el narcotráfico. Estas agendas han dominado portadas, encabezados y transmisiones especiales durante décadas, moldeando tanto la producción como el consumo informativo.
Pero hay otras realidades que han permanecido sistemáticamente fuera de foco, como los derechos de niñas, niños y adolescentes. El trabajo infantil es uno de ellos. Y justo esa es la premisa de este ensayo: en Colima sucede lo mismo. A pesar de hallazgos documentados de explotación laboral infantil, las coberturas son esporádicas, los seguimientos casi inexistentes y las voces de niñas y niños, prácticamente borradas del mapa informativo. El llamado es a hablar de lo invisible.

El Periodismo de infancias en México es una agenda postergada, pero urgente. En un país donde más de 38.2 millones de personas son niñas, niños y adolescentes, los medios de comunicación siguen sin asumir un enfoque sistemático de derechos al momento de cubrir sus historias. De acuerdo con “Tejiendo Redes Infancia”, persiste una representación reducida, adultocéntrica y estereotipada de las infancias en los noticieros, donde rara vez se les reconoce como sujetas y sujetos de derecho, con voz propia y agencia. Incluso cuando hay periodistas que sí se han atrevido a mirar hacia las infancias, el enfoque muchas veces sigue atrapado en las grandes narrativas del dolor. Su Periodismo es necesario, pero también revela una paradoja: para que las infancias entren en la agenda pública, primero deben estar atravesadas por “los grandes temas”.
Aunque Colima aparece en los últimos lugares a nivel nacional en cuanto a proporción de niñas, niños y adolescentes en ocupaciones no permitidas, la problemática persiste. De acuerdo con el Módulo de Trabajo Infantil de la ENOE 2015, existen 2,086 menores en ocupaciones no permitidas en el estado, lo que representa el 0.9% del total nacional. De ellos, el 67.96% son niños y el 32.04% niñas, y más de la mitad (52.3%) realiza actividades catalogadas como peligrosas.
El riesgo de trabajo infantil se concentra en municipios con alta población indígena y bajos ingresos -incluso migrantes-, como en el caso de los campos de pepino. Las comunidades donde la mayoría de la población gana menos de dos salarios mínimos o carece de servicios básicos son también las que concentran mayores índices de ocupación infantil, especialmente en actividades agrícolas. En enero de 2025, el INEGI reiteró que las zonas rurales siguen concentrando el mayor número de niños trabajadores en todo el país. A esto se suma que solo en lo que va del 2025, el DIF Colima reportó 30 nuevos casos de trabajo infantil detectados en la entidad.
En este contexto, reitero la premisa del ensayo: siendo un actor clave en la construcción de la agenda pública, los medios han tenido una deuda histórica con las infancias. Cuando hablamos de trabajo infantil, muchas veces lo que aparece en la prensa es el “caso escandaloso”, la redada, el operativo, la excepción. Rara vez se visibilizan las causas estructurales: la pobreza, la informalidad laboral, la falta de acceso a servicios de cuidado infantil o la migración forzada. A menudo, las niñas y los niños trabajadores son retratados como víctimas anónimas, sin historia, sin voz, sin contexto. Se pierde así la oportunidad de informar con profundidad y de generar una conversación pública transformadora.
Además, el tratamiento mediático tiende a reforzar estigmas o a reproducir discursos que normalizan la explotación infantil. En lugar de indignarse por ver a un niño vendiendo dulces en la calle, se le toma como parte del paisaje urbano. En lugar de exigir políticas públicas integrales, se recurre al sentimentalismo o a la “nota humana”. Así, el Periodismo corre el riesgo de ser parte del problema cuando no asume su responsabilidad social con rigor, con enfoque de derechos y con perspectiva de infancia.
Más allá de los campos agrícolas, hay formas de trabajo infantil que permanecen fuera del foco mediático. En Colima, cada vez es más común ver a niñas, niños y adolescentes en los cruceros, limpiando parabrisas, vendiendo productos, o acompañando a sus madres en jornadas de trabajo informal, como parte de una economía callejera que se alimenta de la desigualdad. Muchas veces ni siquiera son reconocidos como trabajadores: se les ve como ayudantes, como acompañantes, como parte de una estrategia de sobrevivencia familiar.

Sin embargo, ahí también hay una violación de derechos. Ahí también hay explotación, exposición a violencia, accidentes, consumo de sustancias, abuso. Es ahí donde la cobertura periodística puede ser más potente: no para criminalizar la pobreza, sino para evidenciarla, para cuestionar su normalización, para contar las historias que nadie quiere ver.
Antes de concluir, y porque el afán no es construir un ensayo basado en quejas y agendas pendientes, es importante reconocer que en Colima se han implementado políticas públicas relevantes en esta materia. El DIF Estatal ha desplegado una estrategia integral para reducir el trabajo infantil en sus peores formas. Entre los logros destacan la reincorporación escolar de más de 1,300 menores, la creación de dos albergues para adolescentes en situación de riesgo, la prohibición del trabajo infantil en la vía pública a través de reglamentación municipal, y el otorgamiento de servicios de transporte, alimentación y salud para hijos e hijas de madres trabajadoras en zonas como Tecomán y Manzanillo.
Además, se logró certificar a una empresa agrícola libre de trabajo infantil y existen otras en proceso. También se ha fortalecido la coordinación institucional mediante el Comité Estatal COMPARTE, que reúne actualmente a más de cien organismos públicos y privados. Son pasos firmes que deben ser reconocidos y fortalecidos, pero también visibilizados y acompañados por la prensa.
A manera de conclusión, queda claro que, como periodistas, en México y en Colima en particular, tenemos una deuda con las infancias: contar sus historias desde sus derechos. Investigar las causas estructurales del trabajo infantil, dar seguimiento a los casos, cuestionar las políticas públicas, presionar por presupuestos con perspectiva de niñez. Porque lo que no se nombra, no existe. Y lo que no se cuenta, no se transforma.

Pero también nos toca cambiar el enfoque narrativo: dejar de ver a las niñas y niños como víctimas pasivas y reconocerlos como sujetos de derecho. Organizaciones como la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) y proyectos como Ollin: Periodismo de infancias han insistido en que los medios pueden y deben jugar un papel fundamental en la promoción, difusión y defensa de los derechos de niñas, niños y adolescentes. No se trata solo de reportar sobre ellos, sino de reportar con ellos, de escuchar sus voces, de narrar su diversidad y complejidad. Significa ir más allá del caso dramático o la efeméride para generar narrativas que acompañen sus vidas, no que las reduzcan.
En un país con brechas tan profundas, contar bien a las infancias es una forma de justicia narrativa. Y en contextos como el de Colima, donde la explotación infantil persiste aún en silencio, el periodismo tiene la oportunidad -y la responsabilidad- de ser ese eco incómodo que se niega a aceptar la normalización de lo inaceptable. Que hable de lo invisible. Que mire donde nadie más mira. Y que al hacerlo, contribuya no solo a informar, sino a transformar.
[1] Noticia disponible en: https://animalpolitico.com/sociedad/ahora-en-colima-rescatan-a-49-jornaleros-que-eran-explotados
[1] Noticia disponible en: https://www.afmedios.com/en-los-campos-de-pepino-en-colima-la-vida-sigue/
[1] Delgadillo Grajeda, A., & Arellano Ceballos, A. C. (2021). La interpretación de la realidad social a través del periodismo: reflexiones epistemológicas. Estudios de la Ciénega, (1), 5–12. https://revistaestudiosdelacienega.com/ojs/index.php/rec/article/download/2/1
[1] INEGI. Censo de Población y Vivienda 2020 (Censo 2020).
[1] Tejiendo Redes Infancia. (2023, junio 21). Acercar el enfoque de derechos de infancia y la perspectiva de género, reto para avanzar en la igualdad en los medios de comunicación.
https://tejiendoredesinfancia.org/sala-de-prensa/acercar-el-enfoque-de-derechos-de-infancia-y-la-perspectiva-de-genero-reto-para-avanzar-en-la-igualdad-en-los-medios-de-comunicacion/
[1] Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) & Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2015). Módulo de Trabajo Infantil (MTI) 2015: Datos relevantes del estado de Colima. Iniciativa Regional América Latina y el Caribe Libre de Trabajo Infantil.
https://www.stps.gob.mx
[1] ABC Noticias. (2025, enero 27). Más niños trabajan en zonas rurales, asegura el INEGI.
https://abcnoticias.mx/nacional/2025/1/27/mas-ninos-trabajan-en-zonas-rurales-asegura-el-inegi-238399.html
[1] Colima Digital. (2025, mayo 20). Detectan 30 casos de trabajo infantil en Colima.
https://colimadigital.mx/2025/05/20/detectan-30-casos-de-trabajo-infantil-en-colima/
[1] DIF Estatal Colima. (s.f.). Desaliento al trabajo infantil en sus peores formas en Colima [Documento interno].
https://www.col.gob.mx/Portal/detalle_noticia/NjI0MDI=
[1] REDIM. (s.f.). Sobre nosotros. Red por los Derechos de la Infancia en México.
https://investigaciones.derechosinfancia.org.mx/sobre-nosotros/
[1] Ollin TV. (2022, septiembre 6). Periodismo de infancias en la promoción, difusión y protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes.
https://ollin.tv/periodismo-infancias/notas-de-prensa/periodismo-de-infancias-en-la-promocion-difusion-y-proteccion-de-los-derechos-de-ninas-ninos-y-adolescentes/