Por Rodrigo López Sevilla*
Se relamió los bigotes grises pausadamente. Con sus diestras manos apretó el serrucho oxidado con el que llevaba muchos años sacando filo a los dientes. Sonreía para sí mismo, con el recuerdo de cuántas piezas ya había cortado. Era un viejo incansable, con una energía envidiable, y con la misma gracia y audacia para blandir la herramienta que tenía enfrente.
En esta ocasión se colocó parsimoniosamente el mandil, provisto de tercas manchas, tieso, sin sacudir. Volvió hacia una de las ventanas que aún no despedía el día. Vio a contraluz cómo las puntas del carril del serrucho se despedían del sol. Pasó por su pensamiento una frase: “El destino me ofrece hoy realizar una obra maestra, y aunque vivo lejos, el pueblo entero comentará por mucho tiempo mi acción”.
“No voy a dejar más que la huella de la agitación y la sorpresa. Será más espectacular que las pasadas veces”, y regresaba la sonrisa a dibujarle las mejillas marchitas.
El espejo también hacía lo suyo, con un catálogo de arrugas uniforme y de diferente escala. La dentadura, aunque le faltaba alguna pieza, predominaba por los amarillos. Lo tupido del bigote se acompañaba con las recargadas barbas que se desprendían de su barbilla.
“Hoy me consagro para siempre. Hoy marcaré la nota principal de las noticias”, mientras continuaba sacándole filo a la hoja furiosa de sierrillas crujientes, al paso despiadado de la piedra de esmeril.
Se dirigió a la cueva, donde tenía su taller, tras una puerta que conducía a un sótano totalmente húmedo y con olor rancio. Sacó, desde una bolsa que pendía del acomplejado techo, una fotografía de una mujer desnuda en cuerpo entero, con algunos trazos de medidas encima. Postró su figura sobre un banco ancestral de madera. Empezó a cortar, una por una, cada una de las piezas replicadas en madera, y siguió al armado del cuerpo de quien sería la compañera de su hijo: Pinocho.
*Rodrigo López Sevilla: Originario de Manzanillo, sobreviviente del Ciclón de 1959, arquitecto y mediador certificado. Ha cursado posgrados en Desarrollo Urbano y Valuación de Bienes, y es reconocido cronista cultural. Apasionado por la escritura, el cine y la promoción de la cultura en su comunidad.
Este texto forma parte del Taller de Creatividad y Escritura Audiovisual es un espacio para imaginar, escribir y desarrollar historias en distintos formatos: desde cuentos hasta ideas para cortos o escenas.

