En el marco del ciclo de “Charlas en el Museo. El futuro” que nos espera, organizado por el Centro Universitario de Gestión Ambiental de la Universidad de Colima, se impartió la conferencia “El futuro de la alimentación. La panza es primero”, que dictó el profesor investigador de nuestra casa de estudios, José Manuel Palma García, en el Museo Regional de Historia de Colima.
Durante su disertación, el académico señaló que históricamente se ha dado en México una migración de las zonas rurales a las grandes ciudades desde la década de los 50 del siglo pasado, debido a un modelo desarrollista de los gobiernos en turno; “a partir de las políticas y gobiernos neoliberales este fenómeno se agudizó, despoblando una gran parte del medio rural; como consecuencia, tenemos un déficit en la producción de alimento y entonces lo que hacemos es importar”.
Citando al político, escritor y filósofo cubano José Martí, señaló que “un pueblo que no logra producir su propio alimento es un pueblo esclavo y dependiente de otro país que lo provee de las condiciones de sobrevivencia” y es importante reflexionar sobre el asunto, dijo, “porque nuestra constitución señala que México es un pueblo libre y soberano”.
Sobre el tema alimenticio a nivel global y con datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, dijo que entre 720 y 811 millones de personas en el Mundo padecen hambre, mientras que una cantidad de 670 millones de adultos, 120 millones de niños entre 5 y 19 años, así como de 40 millones de niños menores de cinco años tienen sobrepeso y obesidad a nivel global.
Resaltó que, entre el hambre, el sobrepeso y la obesidad, “tenemos más de 1,00 millones de personas en el Mundo con trastornos o problemas de alimentación, mientras que México tiene el primer lugar en obesidad infantil en el mundo y nuestro estado, Colima, está entre los primeros con este problema a nivel nacional; todos estos datos son importantes para reflexionar y analizar qué estamos haciendo mal en el tema alimenticio”.
De igual manera, habló de la importancia de cambiar nuestro enfoque hacia la búsqueda de una soberanía alimentaria, “pues tenemos un sistema industrializado que hace que den vuelta los alimentos para llegar hasta las tiendas de autoservicio, mientras que existen otros que podemos tomar con nuestra mano del entorno cotidiano o a través de la elaboración de un huerto en casa. En vez de poner árboles que están destruyendo banquetas, pongamos árboles frutales y que la gente venga y se los lleve y los venda o se los coma”.
Por otra parte, el investigador comentó que actualmente existe una pérdida biocultural porque las nuevas generaciones ya no conocen muchas de los frutos o plantas de la región, que de manera centenaria han formado parte de la riqueza gastronómica y alimentaria de nuestros pueblos; “hay personas que ya no saben preparar plantas milenarias como el nopal, la verdolaga o el quelite, que antes incluso podíamos cortar de parcelas y no nos costaba. En un país tan rico y basto como México, se está perdiendo la cultura alimentaria”.
Propuso que cada uno de nosotros nos convirtamos en productores de alimento desde nuestras casas, en nuestros patios, en macetas, en nuestras paredes o azoteas, con plantas de chile o nopal, árboles de limón, de papaya o de mango; “tenemos que romper con los paradigmas que nos han impuesto, desde la misma idea de que ‘vamos a comprar, porque seguramente es muy difícil producir’ o que si no tenemos mucha tierra no lo podemos hacer, pero la propuesta es que generemos estrategias para producir alimentos en nuestras casas”.
Finalmente, señaló que muchas personas en el país se encuentran impulsando una visión agroecológica de la alimentación; es decir, que la producción de alimentos esté en sintonía con la naturaleza, dejando de forzar la producción a través de fertilizantes, agroquímicos y monocultivos; “lo que ha generado este modelo agroindustrial es hambre, desnutrición, marginación, deterioro ambiental y pobreza alimentaria. Por eso queremos una agricultura que nos genere independencia, haciendo circuitos cortos de comercialización, con alimentos libres de químicos y sobre todo haciendo comunidad”.