El calentamiento global aumenta exponencialmente la probabilidad de lluvias torrenciales en el Mediterráneo y Libia, donde los daños causados por las precipitaciones se ven agravados por construir en zonas inundables o la falta de mantenimiento de infraestructuras, en especial de las presas.
Según el análisis realizado por un equipo internacional de climatólogos de la red World Weather Attribution (WWA), el calentamiento provocado por la actividad humana ha multiplicado por 10 la probabilidad de lluvias torrenciales en Grecia, Bulgaria y Turquía, y por 50 en Libia.
El estudio concluye también que la destrucción causada por las fuertes lluvias ha sido mucho mayor debido a “factores humanos”, como la construcción en zonas propensas a las inundaciones, el mantenimiento deficiente de presas, la deforestación o las consecuencias del conflicto en Libia.
España, expuesta a que se repita cada 40 años
A principios de septiembre, una depresión aislada en niveles altos (DANA) y el ciclón Daniel dejaron grandes cantidades de lluvia durante 10 días en países como España, Grecia, Bulgaria, Turquía y Libia.
Las lluvias torrenciales provocaron inundaciones masivas en toda la región, y provocaron la muerte de 4 personas en Bulgaria, cinco en España, 7 en Turquía y 17 en Grecia.
El mayor desastre se produjo en Libia, donde las inundaciones provocaron el colapso de 2 presas y se contabilizan más de 4 mil muertos y 10 mil desparecidos, según WWA.
Para cuantificar el efecto del calentamiento global en las lluvias torrenciales en la región, los científicos han analizado datos climáticos y simulaciones de modelos informáticos para comparar el clima actual, tras un calentamiento global de aproximadamente 1.2°C desde finales del siglo XIX, con el clima del pasado.
El análisis fue dividido en 3 regiones: el noreste de Libia, que concentró gran parte de la lluvia en el país; Grecia, Bulgaria y Turquía, donde el análisis se centró en las precipitaciones máximas durante 4 días consecutivos; y España, donde la mayor parte del agua cayó en sólo unas horas.
En el caso de Libia, los científicos concluyen que el cambio climático provocado por las emisiones de gases de efecto invernadero aumentado hasta 50 veces la probabilidad de lluvias torrenciales y en un 50% la cantidad de agua.
No obstante, con el clima actual, el fenómeno sigue siendo extremadamente inusual y sólo puede esperarse que ocurra en la región una vez cada 300/600 años.
En el caso de Grecia, Bulgaria y Turquía, el análisis señala que el cambio climático aumentó hasta 10 veces la probabilidad de lluvias torrenciales, con hasta un 40% más de precipitación.
En esta zona, el fenómeno es “razonablemente común”, y puede esperarse que ocurra, aproximadamente, una vez cada 10 años.
Para Grecia central, donde se produjeron la mayoría de los impactos, el evento es menos probable y sólo se espera que ocurra una vez cada 80/100 años.
En España, donde la mayor parte de la lluvia cayó en pocas horas, los científicos aseguran que pueden darse precipitaciones tan intensas una vez cada 40 años, aunque, según la misma fuente, no han podido hacer un análisis completo de atribución porque los modelos climáticos disponibles representan mal las precipitaciones intensas en escalas temporales inferiores a un día.
Aunque no se pueda descartar por completo la posibilidad de que el cambio climático no haya afectado a la probabilidad e intensidad de fenómenos como éstos, los científicos aseguran que lo ha hecho por varias razones, como que el aumento de temperaturas suele provocar lluvias más intensas.
Una de las principales conclusiones del estudio, añaden desde WWA, es que los grandes impactos observados en algunas regiones se debieron a una combinación de alta vulnerabilidad de la población y su exposición al fenómeno.
En la zona afectada de Grecia central, la mayoría de las ciudades y comunidades y gran parte de las infraestructuras están situadas en zonas propensas a las inundaciones.
En Libia, la combinación de varios factores, como un conflicto armado de larga duración, la inestabilidad política, posibles fallos de diseño y un mantenimiento deficiente de las presas, contribuyeron a una catástrofe que ha provocado “destrucción extrema”.