El trabajo “invisible” que sostiene la economía
Por Marian Ortiz Maciel*
En las últimas 2 décadas, las mujeres han podido acceder al entorno laboral de manera creciente, pero no tan significativamente como pudiera pensarse. De acuerdo con datos del Centro de Investigación en Política Pública del IMCO, en México, entre 2005 y 2023 la participación de las mujeres en el mercado laboral creció solo 5 puntos porcentuales, de 41% a 46%. Se señala que, a este ritmo, tomaría 119 años que las mujeres alcancen la tasa en igualdad con sus colegas hombres.
Cuando hablamos de un tema tan importante como es la igualdad de género, hay muchos factores que cobran gran relevancia. Se puede tener los datos y los números correctos, pero se debe analizar también el trasfondo del problema.
Los personales y los político, porque en la construcción de la cultura de lo cotidiano, es un resultado de ciertas estructuras de poder construidas, sí, por el beneficio de un crecimiento económico (en economía y en la práctica diaria, no es lo mismo, crecimiento con desarrollo y menos desarrollo con equidad) pero perpetuando estereotipos y roles de género, en este caso, a costa de que quienes trabajan día con día para sostener las familias, que son la base de la sociedad, no puedan acceder a las mismas oportunidades de manera equitativa.
Katrine Marcal lo desarrolla en su libro “¿Quién le hacía la cena Adam Smith?”; la economía no puede verse ni explicarse únicamente desde el interés individual, por el contrario, desde una perspectiva más altruista, el ser humano no siempre actúa por interés propio. Pues, aunque Smith afirmaba que su cena llegaba a su mesa gracias al interés egoísta del panadero, en realidad, su cena la preparaba su madre.
“Lo que no se nombra no existe”, porque, históricamente, el trabajo no remunerado (ahora ya tiene nombre), no fue reconocido como pilar clave de la economía, perpetuando roles que no nos han permitido avanzar en temas de igualdad.
En los últimos años, se habla de un “Sistema nacional de Cuidados”, una propuesta ambiciosa que pretende, a través de instituciones, leyes y política públicas, atacar el problema de raíz. Cabe recalcar que, si bien es importante que el Estado legisle sobre ello, como sociedad, es fundamental que aprendamos a reconocer su importancia y trabajar día con día en favor de una sociedad más justa, equitativa y con mayores oportunidades para todas y todos.
Reconocer y valorar el trabajo no remunerado es esencial para construir una sociedad más justa e igualitaria desde el presente, no es únicamente un asunto de “justicia de género”, sino que, desde la perspectiva económica, ha de verse como una estrategia de desarrollo sostenible, un paso hacia una economía resiliente. Invertir en una economía del cuidado es invertir en las personas, en las familias, y por lo tanto, en la sociedad. El cuidado debe dejar de ser un costo oculto y debe convertirse en una inversión visible y valorada.
*Estudiante del noveno semestre en la Facultad de Derecho de la Universidad de Colima.
Esta columna forma parte del “Semillero de Formación de Jóvenes en Investigación Jurídica”, coordinado por el Doctor Amado Ceballos Valdovinos, profesor investigador de tiempo completo de la Facultad de Derecho de la Universidad de Colima
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