La presencia de enjambres de abejas africanas en Colima representa un peligro constante para la población. Sin embargo, son los propios apicultores quienes atienden las emergencias, sin recibir apoyo oficial.
Al respecto, el apicultor Roberto Chávez detalló que existe un convenio entre los mismos productores para acudir a los reportes que emite la Unidad Estatal de Protección Civil o los municipios, con el fin de reubicar y tratar los enjambres.
“Nosotros actuamos por convencimiento. Les juro que nadie nos apoya con un dorito de gasolina ni con una paga, porque en primer lugar no les cobramos, y en segundo lugar estamos convencidos de que si tenemos esta actividad que amamos, también tenemos que poner nuestro granito de arena para contribuir a la protección de la ciudadanía”, dijo.
Las altas temperaturas incrementan la enjambrazón, es decir, la división natural de las colmenas que genera enjambres silvestres. Muchas veces, explicó Chávez, esos casos se confunden con los cajones de los apicultores, lo que provoca señalamientos injustos hacia el sector “Las africanas son las que nos causan problemas hasta de muerte, con ataques muy fuertes en los que hemos tenido que intervenir de forma personal”, advirtió.
Los productores han creado espacios denominados hospitales, donde se trasladan los enjambres reubicados para su tratamiento sanitario. Sin embargo, cuando el trabajo implica riesgos mayores -como retirar colmenas entre bardas, muebles o dentro de viviendas- algunos apicultores piden un apoyo simbólico para cubrir gastos de traslado y herramientas.
Pese a ello, la atención sigue dependiendo de la voluntad de los propios apicultores. “La ciudadanía debe saber que lo hacemos porque creemos en la importancia de proteger tanto a las abejas como a la gente, pero sería justo que existiera respaldo institucional”, concluyó.
