En el suroeste de Colombia, a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar, un grupo de indígenas libra una batalla contra el hambre con un objetivo claro: conservar las semillas ancestrales que han dado de comer a generaciones.
“Recuperar las semillas es recuperar el territorio. En Cumbal hoy somos potencia en producción de leche, pero pronto seremos potencia en producción de comida saludable y ancestral”, comenta a EFE Segundo Gilberto Peregüez, indígena del resguardo indígena Gran Cumbal.
En esa comunidad del sur del departamento de Nariño, fronterizo con Ecuador, la expansión ganadera fue ocupando las montañas y desplazando las parcelas donde antes se sembraban alimentos.
En los últimos años, muchas familias se volcaron a la producción de leche, un negocio que transformó la economía local, pero que también puso en riesgo la alimentación de miles de personas.
“Hace unos 50 años, nuestros mayores se dedicaban al cultivo de alimentos, a hacer trueques. No les importaba mucho el dinero, pero sí la comida. Hoy vemos comunidades dedicadas a producir leche. Han desplazado los cultivos y con él nuestras tradiciones”, explica Peregüez.
La pandemia de Covid-19 dejó esa crisis al descubierto, recuerda el adulto mayor, de 78 años: “Había dinero para comprar, pero nunca se preocuparon por sembrar. La gente tenía tierras, vacas, pero no había que echarle a la olla en los confinamientos”.
Variedades de semillas
Ante este panorama, un grupo de docentes del Instituto Educativo Técnico Agropecuario Indígena Cumbe pidió a sus estudiantes una muestra de todas las semillas que tuviesen en casa y hacer un banco para cultivarlas, preservarlas y distribuirlas a los hogares rurales.
“El ejercicio fue sorprendente. Encontramos decenas de variedades de papa, frijol, maíz y otros tubérculos. Allí vimos la importancia de lograr que esas semillas no murieran, de hacerlas retornar a las casas, de sembrarlas y conservarlas por generaciones”, indica a EFE Esteban Gargotena Rosero, profesor del colegio.
El proyecto fue tomando fuerza y hoy hace parte del programa Biodiversidad para Ecosistemas Resilientes en Paisajes Agrícolas, financiado por el Gobierno de Canadá y liderado por la Alianza Bioversity Internacional y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), que impulsa la conservación de semillas nativas a través de bancos comunitarios.
Este proceso ha permitido identificar más de 30 especies de cultivos de alimentos y vegetales, 30 especies frutales y un centenar de especies aromáticas y medicinales.
Además, los profesores encontraron diversas variedades de alimentos que parecían desaparecidos y que hoy buscan recuperar mediante huertos escolares, concursos de conservación y actividades gastronómicas.
“El proceso ha sido muy bueno, pues los niños del colegio se han apropiado de estos conocimientos y han logrado llevarlo a sus hogares, cuidar las semillas y cambiar el chip en sus casas”, afirma Ronnie Vernooy, científico senior de agrobiodiversidad de la alianza Bioversity CIAT.
Un banco para todos
Para llevar las semillas a todos los caseríos, el colegio creó la Casa de Semillas Yar Pue Cumbe, que funciona como centro de conservación y alimenta otros nueve “bancos nodales”, ubicados en escuelas rurales de distintos caseríos.
El rescate de estas semillas permitió que los platos vuelvan a ser variados en las cocinas y se llenen de productos como la papa, habas, quinuas, cebada, trigo, ollucos (tubérculo), maíces, plátanos y tomates de árbol, los cuales son aprovechados por cocineras tradicionales que explotan sus sabores.
“Hemos recuperado el sabor que nos heredaron nuestras abuelas y hoy preparamos comidas con papas de colores, sabores y texturas deliciosas. Las semillas en los platos fortalecen nuestra seguridad alimentaria”, insiste a EFE María Rosero, cocinera tradicional nariñense.

