Randy Arozarena, primer pelotero cubano con 3 campañas seguidas con al menos 20 jonrones en Grandes Ligas, comenzó a batear de niño golpeando los mangos del árbol familiar en el remoto pueblo costero de Arroyos de Mantua, en el occidente de Cuba.
Así es como lo recuerda su abuelo materno, Alberto González, de 77 años, quien recibió a EFE en su casa. “Yo le decía: ‘¡Oye, vete pa’l terreno de pelota que esto no es terreno!’”, asegura mientras ríe.
“Él venía y jugaba, venía y jugaba…”, agrega su abuela, Pastora Izquierdo, de 74.
Arozarena, el mayor de 3 hermanos, todos deportistas, se ha convertido en una estrella global desde su debut en la mejor liga de béisbol del mundo en 2019 con los Cardenales de San Luis.
Pero en Arroyos de Mantua, una localidad rural, con casitas de madera, calles sin pavimentar y con unos 3 mil habitantes, el nombre Randy Arozarena significa más que eso.
Para muchos, su mayor mérito ha sido no olvidar sus orígenes. O como se dice en Cuba, no beber “la Coca-Cola del olvido”.
Los habitantes resaltan cómo todos los años, con la temporada de la MLB terminada, el hijo pródigo vuelve y hace una fiesta con vecinos, amigos y familia, en la que invita la comida y la bebida. También dona indumentaria y equipos para los niños y atletas de Arroyos de Mantua.
“Él es un ídolo aquí, la gente lo quiere mucho”, asegura su tío, Osmani González, de 49.
Inicios en el futbol
El salto a la fama no tomó por sorpresa a quienes lo conocen desde niño. Aunque sí llamó la atención que lo hiciera en el béisbol.
“Él comenzó en el futbol a los 7 años”, rememora Nivaldo Castro, de 55, y quien trabaja en el combinado deportivo del pueblo.b
Era el camino natural: el padre del astro cubano, quien milita desde 2020 en los Rays de Tampa Bay, Jesús Arozarena, fue portero en las ligas amateur de la isla.
Aunque cambiar el balompié por la pelota no fue un disparate. El campo de béisbol comparte espacio con el de futbol en un descampado por donde pasa una carreta.
En ese mismo lugar, Arozarena juega aún a ambos deportes con sus amigos cuando está de visita.
“El estadio quizás no tiene la mejor calidad, ni a nivel provincial ni a nivel nacional ni (mucho menos) a nivel mundial pero (Randy) es de ahí. Y él llega con las mismas zapatillas y con la misma ropa… Es muy natural, y hoy se ha ganado al mundo con lo natural que es”, resalta Ramón Hernández, de 54, director del combinado deportivo.
El entrenador local del equipo de béisbol y su mentor, José Gutiérrez -fallecido este año por un trombo-, fue quien se lo “robó” al futbol porque notó que tenía aptitudes para el deporte del diamante, recuerda su entorno.
“Pasé de delantero a jardinero izquierdo”, bromea Arozarena con sus familiares, quienes lo llaman por WhatsApp desde el punto wifi, la única forma de conectarse a internet en Arroyos de Mantua.
En sus primeros años ya había desarrollado una habilidad para “meterse” en la mente del pícher, estudiarlo y ganarle la partida psicológica con su mirada picaresca.
Muchos lo recuerdan como un niño inquieto, pero con un liderazgo nato. Y en los vestidores le gustaba hablar, alentar a sus compañeros y adelantarles lo que iba a hacer en el campo, según cuenta su amigo y compañero en categorías menores, Nosvaldo Jorda.
Países hermanos
Entre el montón de gente que se agolpa para saludarlo en el teléfono está Mariseli Montano, amiga de la familia y quien no contiene la emoción: “Si Jesús (su padre) te pudiera ver estaría tan orgulloso. Eres el orgullo de todos”.
El padre del pelotero de Tamba Bay, quien se involucraba en las actividades deportivas de la localidad, murió en 2014 tras una reacción alérgica por comer marisco. Antes de fallecer vio jugar a su hijo con los Vegueros de Pinar del Río, su equipo en Cuba.
Un año después, Arozarena migró a México -geográficamente más cercano al pueblo que EUA– en bote, como lo han hecho otros pobladores de la zona.
Ese peligroso viaje no solo cambió su vida, sino que ligó a Arroyos de Mantua con México, el país que le abrió los brazos antes de debutar en EUA y que en 2022 le otorgó la nacionalidad.
Alberto González, abuelo del deportista, no aguanta las ganas y canta una ranchera frente a la cámara. Su tío, Jaime González, de 48, complementa la escena: “Somos pueblos hermanos”.
Esa hermandad se vivió durante el Clásico Mundial de béisbol, torneo en el que Arozarena jugó para México, convirtiéndose en pieza clave para que llegaran a Semifinales. Los vecinos relatan que, en el campeonato, la gente apoyó tanto a Cuba como a los mexicanos.
En los partidos de Grandes Ligas -que no se transmiten en la televisión estatal cubana- solo cambia la logística. Los interesados se reúnen en el punto wifi y ven con sus celulares al vecino más famoso de Arroyos de Mantua.
Elma Castro, de 73, y quien vive justo al lado de la casa donde creció Arozarena, describe así la escena cuando hay un juego del “niño educado” que la saludaba a diario: “Esto es alegría, alegría…”.