Ana Karen Martínez Melchor, alumna del Doctorado Interinstitucional de Psicología, dijo que las actividades sexuales femeninas que no tienen como objetivo la reproducción o el cuidado, han sido castigadas y estigmatizadas durante mucho tiempo. Esa fue la razón por la que escogió el tema de su investigación.
Existe, aseguró, “poca aceptación social ante las conductas que buscan la satisfacción del deseo sexual, la excitación y el placer. Es importante saber que la sexualidad de las mujeres sigue siendo un asunto sobre el que existen múltiples prejuicios que, a su vez, generan múltiples tipos de violencia”.
Ana Karen Martínez presentó los avances de su investigación “Vivencias de mujeres jóvenes sobre consumo y producción de material erótico virtual”, en el marco del seminario de investigación del Doctorado Interinstitucional en Psicología del que es sede la Universidad de Colima.
Este doctorado, con casi 15 años de existencia, es posible gracias al esfuerzo conjunto de las 6 universidades que conforman la Región Centro Occidente de la ANUIES: la Autónoma de Aguascalientes, Autónoma de Nayarit, de Guanajuato, de Guadalajara, la Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y la de Colima.
Ana Karen dijo que, para hablar de las prácticas sexuales virtuales, es importante contextualizar lo que se conoce socialmente sobre sexualidad, “que no se limita a una interacción coital con otras personas, sino que la sexualidad se vive de múltiples formas, tiene que ver con aspectos biológicos, de identidad, roles de género, orientación sexual, erotismo, placer, intimidad y reproducción. Se expresa en forma de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, prácticas y relaciones”.
Comentó que los estudios sobre la sexualidad de las mujeres “han sido muy sesgados”, ya que “cualquier actividad sexual que no tengan como objetivo la reproducción o el cuidado ha sido castigada, etiquetada como pecaminosa e incluso como delito o enfermedad”.
Por ello, señaló que “la masturbación femenina comprende un aspecto fundamental y revolucionario en torno a la vivencia de su sexualidad, así como aquellas conductas que busquen la satisfacción del deseo sexual, la excitación y la atracción. Sin embargo, existe poca aceptación social a que las mujeres manifiesten estas necesidades”.
“Las prácticas de autoestimulación son normales, hay estudios que demuestran los beneficios a la salud física y emocional. Sin embargo, para muchas personas sigue siendo motivo de culpa y vergüenza. Las fantasías o pensamientos sexuales son, igual que la masturbación, un indicador de salud sexual, aunque hay ocasiones en que estas fantasías pueden vivirse como inaceptables y displacenteras debido a normas sociales”, añadió.
Ana Karen Martínez dijo que las mujeres son las que más realizan prácticas como el sexting (acto de enviar, recibir o compartir mensajes, imágenes o contenido sexualmente explícito o sugerente a través de dispositivos electrónicos) y el camming (una forma de entretenimiento en línea donde las personas transmiten video en vivo de sí mismas a través de una cámara web para una audiencia en Internet).
A pesar de lo anterior, dijo, “tradicionalmente las mujeres son a las que más se las cosifica y estigmatiza sobre el uso de su cuerpo para los fines que decidan, particularmente si ello implica obtener remuneración económica. Generalmente no se les reconoce como personas con necesidades, deseos y fantasías sexuales”.
De acuerdo con su investigación, en las prácticas sexuales en línea hay diferencias por sexo, “las mujeres buscan la vinculación afectiva y el lazo emocional y los hombres el placer físico con múltiples parejas”.
Los riesgos del sexo en la virtualidad, comentó, son el ciberacoso, el doxxing (práctica donde alguien busca y revela información personal privada sobre otra persona en línea, con la intención de exponerla o causarle daño), la sextorsión, ciberviolencia, chantaje emocional, ciberbullying y la pornovenganza, “que es una nueva forma de peligro y amenaza a la libertad y el placer de las mujeres”.
Comentó que las posibles consecuencias por tener una exposición a materiales eróticos, es el aumento de la frecuencia de cualquier actividad sexual, también el apoyo al tratamiento de dificultades sexuales, al reducir la ansiedad e inhibiciones sexuales, una mejor disposición a hablar de erotismo y sexualidad y la creación de modelos o imitación de roles o estéticas corporales.
Por último, hizo notar que una investigación como la que ella se ha propuesto, de estudiar las vivencias sexuales, requiere de un enfoque integral y contempla elementos sociales, históricos y culturales como psicología y emocionales, “que no denigren o estigmaticen a las diferentes conductas o promuevan la violencia contra las mujeres”.
Finalmente, dijo, “dada la poca evidencia respecto a las formas en que las mujeres viven su sexualidad a través de medios virtuales, y por el estigma que se tiene respecto al deseo y placer sexual de las mismas, mi investigación parte de la teoría del constructivismo social para conocer, comprender y reflexionar sobre sus vivencias, asociadas al consumo y producción de material erótico virtual”.