Portada mundial este jueves, decidido a salir del PSG este verano, en cuanto concluya su contrato el próximo 30 de junio, con el Real Madrid como destino más visible en el horizonte, Kylian Mbappé fue suplente y entró al campo en el minuto 61, justo después del 0-1 con el que Lucas Hernández resolvió un triunfo trabajado, sentenciado por el delantero, con un penalti que él mismo promovió y transformó en el 0-2.
Sin Mbappe, el París Saint Germain es mucho menos concluyente. En el filo imprevisible en el que se mueve en muchos de sus partidos, encomendado a la genialidad de una estrella que pronto brillará lejos de la capital francesa, su control del balón en el primer tiempo fue absolutamente improductivo en los últimos metros. Ni una sola ocasión. Ni un solo desborde. No tiró a portería en más de 45 minutos. Una evidencia.
Ni Kang in Lee ni Barcola (reemplazado luego al descanso por Gonçalo Ramos) ni Kolo Muani ni Marco Asensio ni ninguno de los futbolistas con los que contó Luis Enrique para sus maniobras ofensivas, sin mención para ninguno de ellos en momentos decisivos de la primera parte; al contrario que sus defensas Lucas Hernández y Marquinhos, providenciales para mantener el 0-0, o el portero Donnarumma, también crucial todo el encuentro, primero en las 2 oportunidades más claras de todo el primer acto. Las 2, del Nantes.
Hubo una tercera que terminó en gol, ya al borde del descanso, cuando Pallois remató completamente solo en el segundo palo, sin que nadie se percatara de su presencia tan solitaria para conectar la volea. Le salvó al PSG que el juez de línea detectó un fuera de juego previo de Chirivella, que fue, finalmente, el pasador para el tanto de su compañero.
Un alivio para el París Saint Germain, al que le sobró posesión y le faltó velocidad hasta entonces. La mejor opción, en el inicio del segundo tiempo, había sido hasta ese momento para Marquinhos a la espera de Mbappé, que ya calentaba en la banda. Desde ahí observó el zurdazo lejanísimo de Pallois que repelió Donnarumma, aún dentro del 0-0.
Sin intuirlo, de repente, Lucas Hernández marcó el 0-1. Un zurdazo desde fuera, quizá un centro, quizá un tiro, que se transformó en gol por el rebote en Sissoko, que lo transformó en una parábola compleja a la que no alcanzo Descamps; justo antes de las entradas de Dembele, Achraf y Mbappé, capitán y capital, al inventarse un regate y un penalti de la nada para sentenciar el choque y hacer más líder al PSG, con 14 puntos de renta sobre el Niza.