Alexander Stubb se convirtió este viernes en el décimo tercer presidente de Finlandia tras prestar juramento en el Eduskunta (Parlamento), relevando al también conservador Sauli Niiinistö, quien deja su cargo después de doce años al frente del país nórdico.
Durante la tradicional ceremonia de investidura, Stubb, de 55 años, tomó posesión de un cargo al que accedió tras vencer en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del pasado 11 de febrero, cuando se impuso por un estrecho margen al candidato verde Pekka Haavisto.
De este modo, Stubb, exjefe de Gobierno y exministro en 3 ocasiones, se convirtió en el segundo presidente del partido conservador Kokoomus desde 1956, confirmando el fin de la hegemonía socialdemócrata en la jefatura del Estado nórdico en las últimas décadas.
Nueva era en la política global
En su discurso de investidura, el nuevo presidente constató que Finlandia se enfrenta a una nueva era tras el ingreso del país nórdico en la OTAN, en la que está en juego la redistribución del poder entre Occidente, el Este y el Sur Global.
“La era posterior a la Guerra Fría ha terminado. Terminó con la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania. Las cosas que se suponía que debían unirnos -libre circulación, comercio, tecnología, energía, información y moneda- ahora nos están separando”, afirmó ante el Eduskunta.
Stubb aseguró que con las alianzas militares y el ingreso en la OTAN su país ha dado “el último paso” hacia la comunidad occidental de valores a la que ha pertenecido espiritualmente desde su independencia en 1917.
Según Stubb, la política exterior y de seguridad de Finlandia -la principal competencia del presidente- se fundamenta en el realismo a la hora de mantener una defensa sólida y en valores occidentales como la democracia, el Estado de derecho y los derechos humanos.
“Esta política parte de una fuerte relación de alianza con la Unión Europea y la OTAN. Y al mismo tiempo, de la creencia en que reformar y fortalecer las Naciones Unidas sigue siendo la base del sistema internacional y de la paz”, dijo.
En su opinión, realismo es también comprender que los grandes retos a los que se enfrenta el Mundo no pueden resolverse únicamente entre países que comparten los mismos valores, sino mediante la cooperación global.
“Esa necesidad de cooperación no va a desaparecer, simplemente cambiará de forma. Todo el mundo entiende que sin cooperación global no podremos frenar el cambio climático, resolver conflictos, hacer crecer la economía, mejorar el bienestar o gestionar la inmigración”, afirmó.
Un país amante de la paz
El nuevo presidente finlandés constató además que el debate público ha estado marcado últimamente por los actuales conflictos bélicos en Europa, Oriente Medio y África, pero señaló que esta retórica no debe ocultar el hecho de que Finlandia es un país “amante de la paz”.
En este sentido, recordó que la principal misión del presidente de la República es velar por el mantenimiento de la paz en el país bajo cualquier circunstancia, una tarea que prometió cumplir durante su mandato.
“No obstante, si la situación se complica, también estoy dispuesto a tomar decisiones difíciles para garantizar la seguridad de nuestro país”, dijo.
Stubb optó en su discurso de investidura por no mencionar las crecientes tensiones con Rusia, país con el que comparte 1,340 kilómetros de frontera, a raíz del ingreso de Finlandia en la OTAN y la invasión rusa de Ucrania.
Los valores de la sociedad finlandesa
Stubb centró la parte final de su discurso en destacar los valores de la sociedad finlandesa, cuyas piedras angulares -dijo- son la solidaridad, la confianza, la justicia y la sensación de comunidad.
“Finlandia es el mejor país del mundo según muchos parámetros. Trabajemos juntos para que siga siéndolo”, afirmó.
Finalmente, prometió trabajar con determinación para promover el éxito de Finlandia en el Mundo y hacer del país nórdico un lugar abierto, seguro e internacional.
Además de dictar la política exterior y de seguridad en consenso con el Gobierno, el nuevo presidente finlandés será el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y el máximo representante del país en la OTAN durante los próximos 6 años.
Asimismo, actuará como un “líder moral” ante la ciudadanía, aunque sin interferir en las políticas económicas y sociales del Ejecutivo de turno.