Por Hanly Ramírez
Este viernes se cumplen 25 años del fallecimiento de Joe DiMaggio y toma a los Yanquis de Nueva York en medio de una gran apuesta por recuperar su mística ganadora, la cual representa en su más alto nivel la figura del inmortal Yankee Clipper, miembro del Salón de la Fama de las Grandes Ligas.
Los Yanquis son el equipo más ganador en el deporte profesional, con una colección de 27 títulos de la Serie Mundial, un éxito que DiMaggio ayudó a cimentar con su desempeño, entrega y pasión por el uniforme que llevaba al terreno de juego.
Antes de partir de este mundo a los 84 años en Hollywood-Florida y luego de una feroz lucha de 5 meses contra un cáncer, DiMaggio enseñó en Nueva York, que su nombre es el sinónimo de la palabra victoria.
El estelar jardinero central, en sus tiempos como jugador, llevó a los Yanquis a la conquista en 9 oportunidades de la Serie Mundial, en las 10 visitas que tuvieron durante su carrera de 13 temporadas vistiendo la franela a rayas.
Mirando el referente que es DiMaggio, en la actualidad los Yanquis no conquistan la corona de campeones desde el año 2009, un periodo de 15 años, en los que no han podido ni siquiera pisar el terreno de juego en el llamado “Clásico de Otoño”.
Para derrumbar esta barrera que les ha impedido avanzar a un terreno ansiado, la gerencia de los Yanquis ha apostado por reunir un grupo de talentos de primer nivel integrados por jugadores como Aaron Judge, el dominicano Juan Soto, el diestro Gerrit Cole, Giancarlo Stanton, Anthony Rizzo, Gleyber Torres y Marcus Stroman, quienes están llamados a tomar de referente el ideal de DiMaggio.
“Soy sólo un jugador con una sola ambición: dar todo lo que tengo para ayudar a mi club a ganar. Nunca he jugado de otra manera”, afirmó el Yankee Clipper, en su tiempo como jugador activo.
El sacrificio puesto en escena por DiMaggio estuvo por encima de todo, llevándolo a jugar con múltiples lesiones e incluso se ausentó del juego por 3 años para brindar servicio en la guerra, pero siempre estuvo dispuesto a dar el paso al frente como el líder que era en el equipo de Nueva York.
Para el histórico bateador de los neoyorquinos, estar en el terreno constituía marchar a todo tren, mostrando respeto al juego y a aquellos que también disfrutan de él, como lo explicó al ser cuestionado sobre la intensidad que solía colocar en escena, sin importar que la victoria no cambiara nada en el resultado general.
“Porque siempre hay algún niño que puede verme por primera vez. Le debo lo mejor de mí”, explicó DiMaggio.
Más allá del éxito particular, DiMaggio, quien cuenta con el récord de 56 partidos consecutivos pegándole a la pelota por terreno de nadie, valoró el triunfo colectivo al que pudo llevar a los Yanquis cuando defendió su camiseta en el campo de juego.
“56 es un récord tremendamente bueno, pero lo más importante para mí es que ganamos 10 banderines y 9 títulos mundiales en mis 13 años”, expresó el miembro del Salón de la Fama de Cooperstown, en una reseña recogida por American experiences, sobre su increíble racha y lo que en verdad significaba para él ganar.
El Yankee Clipper, nombre que se le endosó debido al surgimiento del modelo de avión denominado Clipper, ya que ambos eran la sensación en dicho momento, el avión en los aires y DiMaggio en el suelo, se encargó de demostrar que la clave de su éxito al frente de los Yanquis estuvo en sobrepasar su nivel cuando el equipo más lo necesita.
En su carrera en las Grandes Ligas, el promedio de bateo en temporada regular de DiMaggio fue de un envidiable .325, mientras que en Serie Mundial lo situó en .425, una evidencia de cómo crecía su juego en busca de la victoria.
Pero el punto más alto de las enseñanzas de DiMaggio está en cargar con orgullo el hecho de ser parte de los Yanquis de Nueva York, sentimiento que eternizó con su icónica frase: “Quiero darle gracias al Señor por hacerme un Yankee”.
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