Con el agua todo, sin el agua nada…
Por Alejandro Bernal Astorga
México vive su peor crisis hídrica en décadas. Al cierre de febrero de 2024, 69% de la población mexicana padeció sequía. Esto amenaza la disponibilidad o calidad del agua y corregir el rumbo hídrico del país será uno de los principales retos que enfrentarán las administraciones federales, estatales y municipales que resulten electas.
Un mal día puede iniciar cuando abres la llave para bañarte, lavarte las manos o lavar ropa y no hay agua; pero lo que para algunos es una eventualidad, para otros es una constante. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que hoy 2,200 millones de personas viven sin acceso al agua potable en el Mundo.
De acuerdo con el Banco Mundial, en México se registra una clara tendencia a la baja en la cantidad de agua dulce disponible por habitante. En 1960, el volumen promedio anual per cápita era de 10 mil metros cúbicos, mismos que se redujeron a 4 mil en 2012, y de seguir así, se prevé que en 2030 cada mexicano dispondrá de menos de 3 mil metros cúbicos al año.
La mayoría de las campañas para cuidar el agua se enfocan en el consumo urbano; además, las redes de agua potable de las ciudades mexicanas pueden registrar pérdidas de entre el 30 al 50% por fugas, dada su obsolescencia. Sin embargo, la Conagua señala que en México el 76% del agua se utiliza en la agricultura, de ahí la necesidad de optimizar su uso en este ámbito para tener un efecto significativo.
Si consideramos que en nuestro país la superficie irrigada es de 6.3 millones de hectáreas, y que el 57% del agua utilizada en la agricultura se desperdicia por infraestructuras de riego ineficientes, en mal estado, obsoletas o con fugas que generan evaporación y filtraciones, el reto de aminorar la huella hídrica es mayúsculo.
A lo anterior habría que agregar que la Ley de aguas nacionales señala que el agua para uso agrícola o ganadero no se cobra, como un incentivo para la producción, por lo que su pérdida no significa una merma en los ingresos de quienes no la optimizan.
Por tanto, invertir recursos públicos y privados en el mantenimiento, reparación o la construcción de obras de captación y sistemas de riego adecuados para cada tipo de cultivo y región, es estratégico para alcanzar una agricultura sostenible.
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.