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COLUMNA: Cotidianas

Por EFE May29,2024 #Opinión

Puertas: Periodismo y poesía

Por Jorge Vega

Dice un investigador, que también es psicólogo, que las causas por las que la gente se drogaba hace 15 años no son las mismas de ahora. Todo cambia, todo es impermanente, como propuso Buda. Lo mismo aplica para 2 oficios en apariencia contrapuestos, pero en esencia lo mismo: el periodismo y la poesía. Los motivos por los que la gente abrevaba en el periodismo y la poesía, ya no son los mismos que antes.

Todavía hace 20 años, la poesía y el periodismo tenían cierto prestigio entre las y los jóvenes. Algunos querían ser poetas, periodistas, escritores. Ahora los muchachos, incluso algunos adultos, sólo quieren ser famosos en las redes sociales. La moda es convertirse en influencers, así, en inglés.

Vivimos una época del menor esfuerzo. Sin embargo, el buen periodismo, y sobre todo la poesía, necesitan de personas atentas, entrenadas, imaginativas, sensibles, conectadas con su época, disciplinadas y amantes de la lectura. Personas con buena capacidad de concentración para ir desglosando y entendiendo una idea.

En las redes sociales basta con saber hablar de corridito, sin pausas. Ante un o una influencer ni siquiera hay que ponerle atención para saber lo que dice. Lo mismo puede hablar de cómo baña a su perro que cómo elimina sus espinillas en la zona T del rostro.

Antes, la poesía y el periodismo tenían su encanto. Solían ser esenciales para iluminar porciones oscuras de la naturaleza humana. Todavía lo son, aunque muy pocos lo saben o lo recuerdan. Se siguen empleando para lo mismo, para entender el misterio de la vida, de la muerte, aunque a muy pocos les interese.

Son una ventana amplia para mirar, una puerta para ir más allá de nosotros mismos, de nuestro complicado ego, de nuestras percepciones. Pero para que sean eficaces hay que estar presentes, estar en el presente.

El periodismo, el buen periodismo, más allá del amarillismo, implica capacidad de observación, sentido de la lógica, claridad, sencillez y estar abiertos para cuando la inspiración nos guíe por las frases adecuadas, aquellas capaces de conjurar el fuego del entendimiento.

La poesía también requiere ese nivel de atención. Aunque la imagen popular de los poetas es la de alguien casi loco, perdido en la contemplación de las esferas, la poesía que mueve es aquella que se escribe con todos los sentidos y emociones, y para ello es necesaria no sólo la claridad, la capacidad de observación y cierto tipo de disciplina, sino una lucidez quemante, viva, capaz de iniciar por sí misma la germinación de las semillas.

Todos tenemos algo de poetas y locos, como dice la frase, pero no todos ni todas podemos dedicarnos al periodismo o a la poesía, igual que no todos, aunque podamos correr, podemos ser atletas profesionales. Uno vive dormido normalmente, y la poesía o el buen periodismo consisten en abrir los ojos, aunque lo que se mire sean los jardines del cielo o las áridas llanuras del infierno.

Ser poeta, en muchos sentidos, es una especie de maldición; es ver a través de la máscara de los demás. Es asomarse al mundo sin el filtro de la ilusión, sin el velo seductor de Maya. Esto es complicado de decir en un lugar como Colima, donde hemos crecido como esclavos y donde pasamos mucho tiempo ignorando nuestra sombra, nuestra ira.

Hay gente para quien la poesía es escribir versos bonitos, de 8 sílabas, donde riman pasión con corazón y bovina con latina. La poesía, lo han dicho mejor otras voces, es un relámpago, un espejo donde se mira el que cambia, como escribió el siempre recordado Víctor Manuel Cárdenas.

Más que combinar 2 oficios, hay temas que piden salir en forma de reportajes, de crónicas o artículos, y emociones, intuiciones y fragmentos de oscuridad luminosa que sólo pueden salir línea tras línea, en la extensión siempre renovada del poema.

Pero antes que poeta, antes que periodista, uno debe ser un ser humano, no bueno, no malo sino completo, como recomendaba C. Jung.

Ahora, las redes sociales son como esas sirenas que quisieron distraer a Odiseo de su regreso a Ítaca y el poema, bien mirado, es ese barco al que Ulises se ató para cruzar de un lado a otro del espanto.

No estoy hablando de caminos buenos o caminos malos, de que el periodismo y la poesía son mejores que las redes sociales o que cualquier oficio. Hablo sólo de las elecciones que hacemos en la vida. Hablo de seguir los caminos con corazón que en su momento señaló el ahora impopular Castaneda, y para seguirlos existen muchos caminos llenos de corazón, dos de ellos son el periodismo y la poesía, pero también están la pintura, la música, el baile, la cocina, la vida en el campo, la contemplación, la meditación o el silencio.

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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