El torero sevillano Borja Jiménez protagonizó, después de 20 corridas de toros, la hasta el momento única salida a hombros de un matador en esta feria de San Isidro. Jiménez logró este honor con casi todo a favor: el típico entusiasmo del público de los viernes y la calidad de un lote en el que destacó sobremanera el segundo toro, un ejemplar de perfecta bravura.
Fue durante la lidia de ese toro, de finas y preciosas hechuras, cuando se produjeron los momentos más interesantes y profundos de la tarde. La bravura casi perfecta que mostró el toro de Victoriano del Río desde que Borja Jiménez lo saludó con una larga de rodillas a portagayola fue impresionante.
Desde ese momento, “Dulce”, el toro, hizo honor a su nombre, embistiendo con el hocico a ras de arena, acompañado de profundidad y ritmo en cada una de sus sublimes embestidas. Tanto a los capotes como a los banderilleros, a quienes se arrancó al galope, como a la muleta del sevillano, “Dulce” demostró su nobleza.
El toro aportó la mayor parte de la emoción que sacudió los tendidos, ya predispuestos al entusiasmo. Sin embargo, salvo en momentos puntuales como en un par de naturales y algún otro adorno, el torero no puso la misma entrega que el animal.
Jiménez, encimado al principio y sin dejar al toro desarrollar su profundidad, ligó y redondeó los pases desde el refugio de la pala del pitón, es decir, sin la necesaria sinceridad. Acompañó, más que toreó, la sublime bravura del toro, por mucho que se le ovacionara.
Tras una estocada defectuosa, se desató una desaforada petición de 2 orejas que el presidente dejó en una, desatando la bronca más sonora de la feria. Nadie reclamó la merecida vuelta al ruedo para “Dulce”.
Jiménez tuvo una nueva oportunidad con el quinto toro, un sobrero de Torrealta que también mostró nobleza y claras posibilidades. Tras una tercera larga a portagayola poco arrogante y una gran media verónica, el torero abrió la faena de muleta con notable firmeza. Primero de costadillo por alto y luego por templados trincherazos, Jiménez realizó un trabajo de dispares aciertos y poca concreción, que fue aplaudido.
Finalmente, tras un pinchazo, se le pidió la primera oreja que el palco no pudo negar, abriendo así la puerta grande de la feria tras 20 corridas con poco que recordar.
En contraste, Roca Rey pasó sin pena ni gloria, realizando un toreo mecánico y lineal al tercer toro de Victoriano del Río y desistiendo con el sexto. Por su parte, Emilio de Justo pasó ciertos apuros con el primero, con viento y calor bochornoso, y no logró entenderse con el cuarto toro, que fue a menos con cada muletazo.