Por Gonzalo Domínguez Loeda
Lima no sería lo que es sin Callao, su vecino con una ubicación privilegiada para construir el puerto, que inspiró a Francisco Pizarro a fundar la capital de Perú en sus cercanías. Y, sin embargo, la historia de ese sector de la costa ha permanecido oculta durante años hasta que la construcción de un nuevo aeropuerto ha desvelado un pasado mucho más rico de lo que se imaginaba.
Cuando comenzaron las obras del nuevo aeropuerto de Lima, anejo al antiguo, los registros de los que disponían los historiadores no mostraban que hubiera habitación prehispánica en la zona. Al comenzar las obras, la tierra desmintió el relato.
“En la zona de la pista de aterrizaje, la nueva torre de control y la planta de combustible, tenemos una densa ocupación prehispánica de la época Lima y de la cultura Ychsma. En la zona del nuevo terminal de pasajeros tenemos una ocupación colonial y republicana”, explica a EFE la arqueóloga Erika Cabello, directora del plan especial puesto en marcha para proteger los hallazgos en la zona por la empresa LAP, responsable del proyecto.
Entre los hallazgos apareció una pequeña necrópolis con varios enterramientos de la época Lima, desarrollada entre los Siglos II y VII.
Los individuos que reposaban en diferentes posiciones debajo de lo que, a partir de diciembre, será el nuevo aeropuerto limeño, “presentaban como asociación, y a manera de ofrenda, diversas vasijas”. En algunos casos, también cuentas de collares, las coloridas pulseras de chaquiras, dijes e instrumentos de madera.
Esta cultura, que ocupó parte de la costa central de Perú, es conocida en la capital, donde es frecuente encontrarse con sus huacas, unas construcciones piramidales con función religiosa y administrativa.
Los entierros hallados permiten aproximarse más a una cultura parcialmente desconocida fuera de Lima, pese a compartir nombre con la ciudad donde vive un tercio de los peruanos.
Las sepulturas muestran entierros de individuos de diferentes edades, alguno de ellos “personajes muy importantes”, enterrados con su ajuar.
Un libro escrito del revés
Como sucede en los yacimientos arqueológicos, los estratos históricos se leen desde adelante hacia atrás, comienzan con los elementos más próximos a nuestros días, los que están más cerca de la superficie, y en las honduras se accede a las primeras páginas, las que escribieron quienes habitaron primero la zona.
En total, los equipos que construyen el aeropuerto han hecho 50 hallazgos, que tienen “áreas de ocupación bastante diferenciadas dentro del terreno”, una de las características del Perú preincaico, donde las diferentes civilizaciones abandonaban una zona y se trasladaban a otra próxima para reestablecerse.
Han recuperado 70 vasijas, entre las que hay cántaros con rostros humanoides en relieve, pequeñas esculturas con formas femeninas o de animales e instrumentos.
El segundo capítulo del libro de Callao lo escribieron los Yschma, una cultura formada alrededor del Siglo XII y cuyo rastro se pierde con la llegada a sangre y fuego de los incas.
Bajo el futuro aeropuerto, aparecieron “una gran cantidad de vasijas domésticas” de estos herederos de los Lima en la zona de la pista.
También han encontrado otro enterramiento, exhibido de manera temporal en la zona de construcción. Su cuerpo estaba conservado dentro de un gran cántaro, en posición fetal.
Entre los trabajos de la maquinaria pesada con la que se acometía la obra, las tareas arqueológicas son doblemente complicadas, pero gracias a una labor minuciosa consiguieron identificar elementos de cerámica dispersos.
Eso paró los trabajos “e ingresó un equipo de arqueología” llevó a cabo las excavaciones y recuperó el cuerpo dentro de su cántaro.
Un hilo interrumpido
La ocupación de la zona se vio interrumpida con la llegada de los incas, de los que no han encontrado restos, y vivió su esplendor con la llegada de los españoles, que construyeron el puerto de Callao, el más importante de América durante varios siglos, en 1537.
La llegada castellana dejó una huella a través de las fincas agrícolas, de las que se han podido recuperar vestigios de la vida virreinal y una gran rueda de molino que perteneció a la Hacienda San Agustín.
Posteriormente, un asentamiento irregular ocupó la zona, ya en época republicana, de la que, gracias a la llamada arqueología industrial, han encontrado elementos de la vida cotidiana como botellas o envases.
Ahora, todos los elementos encontrados por los equipos de LAP pasan a ser responsabilidad del Estado, que ya ha catalogado como patrimonio nacional 59 piezas.
En sus manos queda el futuro de un libro cuyas primeras páginas han esperado siglos bajo una tierra sobre la que muchos turistas de todo el mundo aterrizarán con el objetivo de conocerla mejor.
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