La población de ballena azul disminuyó un 36% en la zona de alimentación de la Isla de Chiloé, al sur de Chile, en los últimos 14 años, según datos del Comité Científico de la Comisión Ballenera Internacional (CBI).
“La Isla de Chiloé es una de las zonas más importantes de alimentación de la ballena azul a nivel mundial, ya que se alimentan en las aguas frías de nuestra Patagonia porque son muy productivas”, explicó a EFE Dominique Charlin, especialista en biodiversidad de Greenpeace Andino.
Según los últimos datos publicado por el Comité Científico de la CBI, las “estimaciones preliminares sugieren que la población de la zona sur (de Chile) experimentó un descenso significativo de alrededor del 3% anual durante 2004 y 2017”.
“La alarmante disminución no podemos atribuirla a que se hayan muerto las ballenas, porque quizás simplemente dejaron de ir a ese lugar. Esto requiere más estudios”, aseguró Charlin, ya que el preocupante dato de este cetáceo en la costa chilena no tiene una respuesta aún explicada, precisó la especialista de Greenpeace.
La ballena azul es el animal más grande de la Tierra y ha sido comercializada durante siglos, reduciendo su población en más del 95%, dejando las aguas chilenas con aproximadamente 600 ejemplares.
“Es necesario que las personas sepan el impacto que tienen en esta industria los cetáceos, como la ballena azul, pues tienen roles ecosistémicos importantísimos como ser un fertilizador del océano o en la captura del dióxido de carbono”, alertó Charlin.
Asimismo, la especialista en biodiversidad explicó la necesidad de llevar a cabo más estudios ya que estos datos pueden también deberse a la contaminación acústica de las embarcaciones de la zona o a las concesiones salmoneras.
“De las 1,389 concesiones salmoneras que tenemos en nuestro país, 536 están en esa zona, y la salmonicultura tiene un impacto considerable en los cetáceos”, concluyó.
En noviembre de 2023, el presidente de Chile, Gabriel Boric, recibió una carta respaldada por más de 85 organizaciones civiles de 22 países que incluía un llamado urgente al Gobierno para implementar medidas para evitar la mortalidad de ballenas por interacciones directas.
La ballena azul comenzó a ser una especie protegida en 1966 por parte de la Comisión Ballenera Internacional, pero su estado de conservación continúa en peligro.