Por José Luis Negrete Ávalos
Afirmando el contexto que se tomó en cuenta en este espacio de opinión, sobre el balance de resultados de los Juegos Olímpicos para la delegación mexicana, y la inminente inauguración de los Juegos Paralímpicos, a la espera de la participación del contingente nacional, se describe puntual la posibilidad y desempeño de las personas con discapacidad, en este caso el deporte como trampolín que permite la noción social de este grupo prioritario.
Claro está, que la intención no solo es mostrar o formar un argumento de cercanía a la necesidad de participación de las personas con discapacidad en el tejido social, sino, la inclusión a conciencia en los ámbitos que frecuentemente se mencionan en las intenciones de programas y políticas públicas, a partir de parámetros aparentemente conocidos.
Encontrando una lógica de lo esperado versus realidad profunda, que acontece y en ocasiones pesa sobre los hechos y realidades personales.
Por ello el cuestionamiento es necesariamente claro ¿Cómo lograr un avance de las personas en condición de discapacidad a corto y mediano plazo en el campo laboral?
Cerca de 6 millones de personas en el país tienen una condición de discapacidad, 14 millones una limitante, de acuerdo a datos del Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, a la par del Consejo Mexicano de Negocios (CMN) que describe solo el 40% de la población con discapacidad con empleo.
Por esta razón el cuestionamiento identifica una probable respuesta por medio de los elementos que se mencionaron: legalidad, la propia participación de este sector, la aplicación de proyectos centrados en la disminución de la desigualdad.
El valor agregado de la capacitación abre un abanico de posibilidades para observar las diversas habilidades que puede adquirir o disponer la persona con discapacidad, con la combinación de ajustes razonables y accesibilidad universal que equipare o por lo menos abra la posibilidad de obtención y permanencia en un espacio laboral.
A partir de este avance que favorezca las condiciones de vida de las personas con discapacidad, siendo complementario este efecto, a la disposición de las empresas por considerar sobre los prejuicios las actitudes, habilidades, y deseo de superación plenamente inherente a la persona.
Teniendo prioridad de dichas acciones en la independencia económica, política y social, dejando no un espacio de oportunidad, más bien, un derecho que no se regatea; ante todo se debe priorizar.
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